El pasado
domingo 25 de Octubre la Argentina vivió una jornada electoral fuertemente
marcada por la incertidumbre y el miedo. Incertidumbre de quienes apoyaron
durante los últimos doce años el proyecto cubanizante de la Argentina, al ver
un panorama muy difícil para la
continuidad en el gobierno del oficialismo; y el miedo de quienes se
encuentran en las antípodas de la demagogia populista, que ven en las masas de
electores al monstruo apátrida del 54%, presto
a dar el tiro de gracia a la mortecina Argentina. Tanto de un lado como del
otro, las expectativas no eran muy alentadoras, gracias a la desinformación de
los medios y las encuestadoras.
Finalmente se
despejó un poco el panorama y ahora podemos ver más claramente el ocaso de una
etapa nefasta para la Patria, sin embargo nada está dicho aún, ya que el
oportunismo, el clientelismo y demás condicionamientos a los que se somete gran
parte del electorado, hacen posible que, aún después de haber podido vivir un
clima de aparente deseo de cambio, caigamos nuevamente en manos del poder
reinante.
Habiendo hecho
esta introducción, quisiera reflexionar un poco sobre el futuro no tan lejano
de nuestro país:
Un balotaje
implica, como todos saben, elegir entre dos caminos. En la actualidad tenemos
el camino de los muy conocidos herederos de la subversión terrorista de los 60’s
y 70’s, y el del nuevo y muy “plural” e “inclusivo” liberalismo. Si bien son
caminos diferentes, persiguen fines muy parecidos, sobre todo en lo que
respecta a cuestiones morales, que hacen inadmisible para un católico tomar
partido por uno o el otro.
Como
decíamos más arriba, es posible que el próximo 22 de noviembre la Argentina
viva un cambio que, al menos en cuestiones sociales, signifique un respiro para
todos (al menos para todos los que no deseamos seguir viviendo la confrontación
entre hermanos). Es posible también que un eventual nuevo gobierno rescate al
campo y a otros tantos sectores olvidados e incluso despreciados por la actual
conducción. Las instituciones pueden reverdecer, luego de tantos años de haber
sido sistemáticamente destruidas; particularmente las Fuerzas Armadas, de
Seguridad y Policiales que tuvieron que sufrir el desprestigio y la humillación
de parte de aquellos que, derrotados en los 70’s, vienen vomitando el odio y
utilizando todos los medios a su alcance para vengarse de los uniformados, como
ocurre con muchos ancianos encerrados en cárceles comunes, que mueren por falta
de atención médica o por las vejaciones que reciben.
Ojalá este
cambio se dé y el nuevo gobierno pueda aplacar un poco el tormentoso clima que
la neo-lucha de clases instaló. Pero después de recuperar al campo, devolver el
prestigio a las instituciones, estabilizar un poco la economía, dejar de gastar
las reservas para mantener entretenidos a los más desfavorecidos y así
callarles la boca, y todos los logros que son posibles, borrando del mapa a los
actuales dirigentes; ¿qué pasará?
¿Realmente
podemos confiar en que el “matrimonio igualitario” va a quedar sepultado en un
triste recuerdo, cuando fueron sus promotores los mismos que hoy proponen un
cambio? ¿Podemos tener esperanzas en que los que no pueden permitirse pagar un
colegio decente a sus hijos, tengan plena confianza en que en las escuelas
públicas no les van a enseñar a sus hijos a masturbarse, a utilizar métodos
anticonceptivos e incentivarlos a la fornicación, cuando los que hoy proponen
un cambio son los que crearon el programa “Chau Tabú”? ¿Estarán protegidos los
niños huérfanos, que esperan que una familia los adopte, del capricho de los
promotores de la contranatura, amparada hoy por muchos personajes del “cambio”?
¿Dejarán de morir niños asesinados por sus propias madres y por personas que
juraron salvar vidas? ¿Se terminará el INADI, la CHA, LGBT y demás
organizaciones que atentan contra la Santa Madre Iglesia y sus fieles? ¿Se
respetará el derecho a la objeción de conciencia de un juez que no quiere
declarar marido y mujer a dos sodomitas, o de un médico que no quiere asesinar
inocentes?
Muchas
veces es legítimo para un católico elegir el mal menor, pero cuando no tiene
opción. Hoy tenemos la opción de no elegir, anulando nuestro voto, por ejemplo.
No estaríamos faltando a nuestro deber cívico y, sobre todo, no estaríamos
siendo cómplices de los enemigos de Dios y la Iglesia.
Los
crímenes y demás pecados que hoy cometemos como Nación, no tienen precedente en
la historia de nuestra Patria. Es necesario orar mucho, hermanos. Hay que
reparar con ayunos, mortificaciones, desagravios y todo lo que esté a nuestro
alcance.
Independientemente
de quiénes sean los próximos conductores de nuestra amada Argentina, los
esfuerzos para salvarla del paganismo total dependen de nosotros, los hijos de
Dios que, aunque pecadores, fuimos rescatados de las ataduras de la muerte y
llamados a iluminar con la Luz perenne de Cristo todos los rincones del mundo.
El
Inmaculado Corazón de María nos inspire para obrar con rectitud y su poderosa
intercesión cure todas las heridas abiertas de nuestra Patria, empezando por
acoger el Amor misericordioso de Jesucristo.
ORACION POR LA PATRIA
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.
Nos sentimos heridos y agobiados.
Precisamos tu alivio y fortaleza.
Queremos ser nación,
una nación cuya identidad
sea la pasión por la verdad
y el compromiso por el bien común.
Danos la valentía de la libertad
de los hijos de Dios
para amar a todos sin excluir a nadie,
privilegiando a los pobres
y perdonando a los que nos ofenden,
aborreciendo el odio y construyendo la paz.
Concédenos la sabiduría del diálogo
y la alegría de la esperanza que no defrauda.
Tú nos convocas. Aquí estamos, Señor,
cercanos a María, que desde Luján nos dice:
¡Argentina! ¡Canta y camina!
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.
Amén.
Dios los bendiga.
Nos sentimos heridos y agobiados.
Precisamos tu alivio y fortaleza.
Queremos ser nación,
una nación cuya identidad
sea la pasión por la verdad
y el compromiso por el bien común.
Danos la valentía de la libertad
de los hijos de Dios
para amar a todos sin excluir a nadie,
privilegiando a los pobres
y perdonando a los que nos ofenden,
aborreciendo el odio y construyendo la paz.
Concédenos la sabiduría del diálogo
y la alegría de la esperanza que no defrauda.
Tú nos convocas. Aquí estamos, Señor,
cercanos a María, que desde Luján nos dice:
¡Argentina! ¡Canta y camina!
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.
Amén.
Dios los bendiga.
Gustavo Arias.