Antes de empezar a desarrollar el
tema que quiero tratar en este artículo, quisiera hacer una aclaración, para
evitar malos entendidos: la violencia contra las mujeres es repudiable y debe
ser condenada por la ley y por cualquier persona de buena voluntad, como debe
ser condenada la violencia contra los ancianos, contra los niños por nacer y
contra cualquier grupo humano que, por la razón que sea, se vea en inferioridad
de condiciones físicas, psíquicas, sociales, etc.
Un hombre que golpea o mata a una
mujer debe ser castigado; de igual modo, una mujer que golpea a un niño o lo
asesina mediante un aborto. El problema comienza cuando se pretende dar mayor
peso a la violencia contra un grupo determinado de personas. Golpear a otro,
sea hombre o mujer, está mal. No hay razón para decir que, si el victimario es
hombre y la víctima mujer, está mal, pero si es al revés, está bien.
El marxismo propone la lucha de
clases, donde los ricos son los malos y los pobres los buenos. Esa idea fue cambiando
algunos componentes, hasta convertirse hoy en la “lucha de sexos”, donde la
mujer es la oprimida y el varón el opresor. Los que defienden estas ideas nunca
van a admitir que sea así, pero basta ver un video de “concientización” para
darse cuenta de lo que hablo. Hace unos días, haciendo “zapping” di con uno de
estos spots, donde actuaba gente del ambiente artístico más chabacano, pero
suficiente como para influenciar a las masas. Frases como “¿Te dice que es
mejor que no trabajes, que te quedes en casa? Eso es violencia” o “¿Te pregunta
con quién hablas por celular? Eso es violencia”. En un momento, uno de estos
actorcillos de telenovelas, pregunta “¿Un insulto, un empujón?”; y así mezclan
la violencia con el legítimo derecho que tiene un marido a saber con quién habla
su esposa o de pedirle, si así lo considera conveniente, que se quede en casa a
cumplir su función de madre y esposa. En una parte del video, uno de los
personajes dice “Si se arrepiente y te pide perdón, no alcanza”. Entonces, la
única vía sería el divorcio.
Ya Engels en “El Capital” se
manifestaba hostil hacia la familia. La subversión marxista jamás buscó
proteger al proletario o a la mujer frente al avasallamiento de los
capitalistas o los varones, respectivamente. De hecho, la historia muestra que,
lejos de hacer prosperar a los pobres, el comunismo se encargó de empobrecer a
las clases medias, sumando más pobreza a la ya existente. Con la mujer se da la
contradicción de que, si bien por un lado aparentan defenderla, por el otro
dicen que es (la mujer) una construcción social. Así se desarrolló la
tristemente célebre ideología de género, que niega las diferencias sustanciales
del varón y la mujer, reduciéndolas al sexo que, eventualmente, también podría
cambiarse, según el antojo de los depravados.
Llegados a este punto, podrá
preguntarse el lector: ¿a dónde quiere llegar quien escribe? La respuesta es
sencilla: el adoctrinamiento de las masas, mediante la educación, los medios de
comunicación y demás, para subvertir el orden moral y eliminar el sentido
común, es un hecho. No se trata de una teoría conspirativa. Los mismos que se
levantaron en armas contra la Patria en los años 60 y 70 para instaurar un
régimen marxista, son los que hoy están en el Congreso legislando en contra de
la familia y la vida humana, son los mismos que hoy desinforman utilizando los
medios de comunicación, son aquellos que pintan consignas en las paredes de la
Catedral como “la única iglesia que ilumina es la que arde”. Es la revolución
gramsciana que, como un cáncer, está matando a nuestro país y al mundo entero.
Los feministas consideran que
todo lo que vaya en contra de la decisión de una mujer, es violencia, así esa
decisión sea inmoral. Según ellos, si una mujer queda embarazada y no se
le permite abortar, es víctima de violencia de género. Ni el fin ni los medios
importan para legitimar o condenar una acción, sino si quien la ejecuta es una
mujer o un varón.
San Agustín en su magnífica
Civitate Dei expone muy bien el problema. La Iglesia sigue su marcha y la
promesa de Cristo, respecto a que las puertas del infierno no prevalecerían
contra Ella, debe darnos la tranquilidad de que así será. Pero está la
Babilonia, bajo el dominio de Satanás, que corrompió al poder político y que
vomita todo su odio, utilizando a los movimientos feministas, el periodismo,
las escuelas y todo lo que esté a su alcance para pervertir todo orden
establecido por el Creador. Sabe el demonio que, finalmente, será derrotado,
por eso ataca lo que Dios más ama. Así buscan las logias y sectas subvertir
todo orden, utilizando movimientos como el feminismo, para violentar las
conciencias, haciendo creer que está bien asesinar bebés, borrar la figura del
padre, prostituir con la impudicia y las malas costumbres a la mujer; promover
la sodomía; el onanismo y demás perversiones.
Es importante la oración en
familia, la participación en la Santa Misa de los padres junto a los hijos,
frecuentar los Sacramentos y formarse no sólo para sí, sino también para
formar. Una charla en el ámbito laboral o un comentario en las redes sociales,
puede rescatar a un hijo de Dios perdido en la pestilencia del pensamiento
único que se impone con más rencor cada día, con la connivencia de presidentes
de muchas naciones, de miembros de organizaciones internacionales y, para
nuestro pesar, de muchos pastores a los que el Señor les confió el cuidado de
Su rebaño.
Hace menos de un año se estrenó
en Argentina una película llamada “Me casé con un boludo”. Llama la atención
que, los mismos que consideran violento a un hombre por preguntarle a su esposa
con quién habla por celular, se rían de una mujer que llama “boludo” a su
marido.
Ayer eran los proletarios contra los
capitalistas, hoy las mujeres contra los hombres. Mañana tal vez sean los niños
contra sus padres. Toda división o antagonismo sistemático entre distintos
grupos humanos, responde a un plan diabólico. Nadie puede adherir a ideas así
sin incurrir en una grave ofensa a Dios.
Pidamos a María Santísima que
interceda por las familias, especialmente por aquellas que sufren divisiones
internas o que se ven atacadas desde afuera por la dictadura del relativismo,
como bien llamaba el Papa Emérito Benedicto XVI a esta corriente ideológica que
persigue a todo el que no adhiera a ella.
Gustavo Arias.