miércoles, 2 de abril de 2014

MALVINAS: A 32 Años de la Defensa de Nuestra Soberanía

Al cumplirse hoy un aniversario más de la heroica gesta de Malvinas, quiero dejarles algunas reflexiones para comprender más a fondo el verdadero sentido de esta guerra, que no tuvo que ver simplemente con una estrategia de propaganda política de un gobierno para mantenerse en el poder, sino que significó un verdadero acto de amor de los que defendieron la soberanía de nuestra Patria, dejando todo en cumplimiento del deber, incluso sus propias vidas.

No es lo mismo una guerra llevada a cabo por invasores piratas, que buscan petróleo en un país ajeno y masacran con misiles y demás armamento de última generación a pueblos enteros, que una guerra justa, donde se sabe que la ventaja armamentística del enemigo es enorme; donde no sólo se pelea contra Inglaterra, sino contra la OTAN. ¿Puede entenderse la entrega de estos soldados como una simple “estrategia” propagandística? ¿No vale la pena mirar el panorama más ampliamente y entender que, aunque quizás hubo ambiciones políticas; los que sostuvieron esos gallardos combates al grito de “¡VIVA LA PATRIA, CARAJO!” lo hicieron movidos por un amor que, después del amor a Dios, no puede tenérsele a nada más que a la tierra que nos vio nacer?

La tradición católica que tienen nuestras FF.AA., no permite a un soldado argentino mirar la guerra como un “negocio”, sino como un medio de auténtica defensa de la tierra que el Todopoderoso ha dispuesto para que forme parte de nuestro territorio nacional. En síntesis, un soldado argentino jamás pensaría en invadir tierras ajenas, sino solamente defender la propia.

Obviamente, con la llegada de la democracia, hubo gravísimos problemas doctrinales en las FF.AA., y mucho más durante los gobiernos socialdemócratas de Néstor Kirchner y de su esposa, Cristina Fernández, que hicieron (y hacen) hasta lo imposible para desarmar a nuestras fuerzas materialmente, pero por sobre todo en su moral, extirpándoles su identidad católica y plantando el liberalismo en su sentido más puro. Después de esto no se puede esperar que un joven soldado tenga esas ansias de ir a recuperar lo que los piratas nos robaron.

Les dejo este interesante artículo para entender la Guerra de Malvinas desde una mirada auténticamente católica:



MALVINAS, COMBATE Y RELIGIOSIDAD

 extraído de www.fetradicion.blogspot.com.ar

Por  Marcelo J. Vernhes

A lo largo de más de tres décadas, que han transcurrido desde la Guerra de Las Malvinas, bastante se ha escrito, hablado, filmado, acerca de lo sucedido en este conflicto. Esto se ha hecho siempre desde perspectivas militares, políticas, valorativas a favor o en contra. Sin embargo, ha existido una dimensión que por lo general, ha pasado desapercibida o de la que se ha omitido toda referencia, salvo en forma excepcional. Se trata de la dimensión religiosa, permanentemente presente en nuestras tropas, y que ha jugado un rol decisivo en el enfoque dado a la planificación, orientación y posteriormente a las acciones bélicas.

Una comprensión realista, veraz de la Gesta de las Malvinas, no es posible si no se tiene en cuenta esta dimensión. La presencia de este componente espiritual se ha manifestado de diferentes maneras, algunas de ellas se expondrán a continuación.

Ejemplos de religiosidad

Un hecho contundente certifica lo dicho, es el nombre dado a la operación comando de recuperación: “Virgen del Rosario”. Esta denominación tiene un profundo sentido y pone en primer plano a la Santísima Virgen y al Rosario, que estarán presentes posteriormente, a lo largo de toda la contienda, y llevado por nuestros soldados como advocación y devoción. La característica destacadísima de este operativo, fue exponerse pero infligir el menor daño posible al enemigo. Nos encontramos aquí con una actitud combativa digna de las gestas caballerescas. El sentido es doble, por un lado manifiesta el coraje y los principios religiosos de nuestros comandos y por el otro, en tanto que objetivo político, apunta a dejar la puerta abierta al diálogo, intención implícita desde la planificación de las acciones. Sea dicho de paso, este operativo, tan menospreciado, falsamente interpretado y vapuleado, es utilizado hoy en algunas academias militares del mundo, como ejemplo y modelo en su tipo.

La segunda manifestación que es de destacar, es la de la presencia de los capellanes castrenses y de su actividad. De ello nos ha dejado un magnífico testimonio el padre Vicente Martínez. Este sacerdote fue el primero en llegar y el último en irse. El tenía a su disposición un helicóptero, que le permitía desplazarse rápidamente de un lugar a otro. De este modo llegó a celebrar hasta ocho misas en un mismo día. Pero más allá de los capellanes castrenses, merece señalarse la presencia voluntaria de un religioso dominico, Fray Renaudière de Paulis OP.

Uno de los numerosos y significativos acontecimientos, que nos ha dejado el Padre Vicente es el siguiente: Una vez ocupada la isla, en la cabecera del aeropuerto se enterró un rosario y se puso la pista bajo la protección de la Virgen. “Los ingleses le tiraron 1.200 toneladas de bombas y ninguna le dio hasta el fin de la guerra, que estuvo operable. El último avión salió de esa pista el 13 de Junio a las 20 horas”.

Quien no ha conocido alguno de los oficiales que lucharon en Malvinas, puede ser llevado a pensar que esta religiosidad fue una suerte de placebo, destinado a que los soldados soportaran los rigores de la lucha en las condiciones geográficas y climáticas adversas, así como combatir contra militares profesionales. Nada más lejos de la realidad. La religiosidad estaba en el corazón de quienes comandaban a los soldados. El siguiente relato del Padre Martínez nos lo confirma:

De su diario personal extrae unas anotaciones realizadas el 8 de Mayo por un hecho que ocurrió en la Misa de la Virgen de Luján. “El soldado telefonista recibe la información que venían dos aviones Sea Harrier por el Oeste. Correspondía alerta rojo y desbandarnos. Pero el Jefe dijo que estábamos en Misa y Procesión y no nos iban a detener. Yo no podía dejarlo malparado al Jefe, porque ese era un acto de Fe. Los Sea Harrier no aparecieron nunca.”.




Una Guerra Justa

La Iglesia Católica se pronuncia siempre a favor de la Paz, pero ésta requiere de ciertas características, para que realmente sea tal. En caso contrario, prevé la posibilidad de la guerra justa. Desde esta perspectiva, para que un enfrentamiento armado encuadre dentro de esta categoría, se deben dar con ciertas condiciones. Por lo tanto se considerarán los hechos a la luz de lo establecido en el Catecismo de la Iglesia Católica. Sin embargo antes de entrar en este análisis es necesario, recordar y diferenciar las dos situaciones que se dieron durante el conflicto.

Para ello, modificando el enfoque generalizado, se dividirá la guerra de Las Malvinas en dos partes: La recuperación de las islas y luego el ataque inglés. Se inicia la segunda fase con el hundimiento del General Belgrano, seguido de la defensa del territorio recuperado por las fuerzas nacionales. La recuperación de las islas no fue una declaración de guerra, sino un acto mediante el que se arrebató un territorio a quienes, cometiendo un acto de piratería, lo usurparon. El proyecto era entregar las islas al arbitrio de la ONU, y a partir de allí iniciar las negociaciones. Ello está confirmada por la orden que recibió el General Benjamín Menéndez: resistir. Porqué esa orden, se impartió con el propósito de lograr tiempo para las negociaciones. Lamentablemente estás no dieron ningún resultado. Inglaterra nunca ha querido sentarse a la mesa de negociación por una razón muy sencilla: carece de elemento alguno para negociar. De no mediar la acción argentina, hoy el usurpador, de acuerdo con normas internacionales, tendría a su favor una ocupación ininterrumpida de más de ciento cincuenta años. Esto no le daría plenos derechos, pero si cierto derecho sobre las islas. Por lo tanto es correcto decir que la guerra, en su fase de tal, se inició con el hundimiento del citado crucero, fuera de la zona de exclusión. Hechas estas aclaraciones, se pasará a la consideración de las cuatro condiciones que prevé la Iglesia.

  • 1.   Que el daño causado por el agresor a la nación o a la comunidad de las naciones sea duradero, grave y cierto. El acto de piratería que privó a la Argentina de un pedazo valioso y altamente estratégico de su territorio es ciertamente grave. La duración en ese momento era casi de un siglo y medio, finalmente acerca de la certeza del hecho no cabe duda alguna ya que los hechos son conocidos internacionalmente.

  • 2.    Que todos los demás medios para poner fin a la agresión hayan resultado impracticables o ineficaces. A lo largo de 149 años, diferentes Gobiernos Nacionales realizaron gestiones ante las autoridades británicas así como en fueros internacionales. Estas gestiones no lograron ni siquiera un principio de solución. Como ya se ha dicho, para evitar otorgar al invasor algún derecho, era preciso acudir a la fuerza, con la idea de obligarlo al tratamiento del conflicto.

  • 3.   Que se reúnan las condiciones serias de éxito. Argentina necesitaba tiempo para llegar a las negociaciones y lo consiguió. Si éstas fracasaron no fue por causa de la acción militar. Tanto en la recuperación como en el cumplimiento de la resistencia se alcanzaron los objetivos militares ordenados, por lo que, desde este punto de vista se cumplió también con este objetivo. Jamás se dio la orden de ganar la guerra contra Inglaterra.

  • 4.   Que el empleo de las armas no entrañe males y desórdenes más graves que el mal que se pretende eliminar… En este punto es necesario recordar lo dicho con anterioridad. En la fase de ataque llevado a cabo mediante el operativo comando, Virgen del Rosario, se aceptó la pérdida propia y se hizo todo lo posible para infligir el menor daño al enemigo, de modo a dejar abiertas las puertas de la negociación. En la fase de resistencia la responsabilidad le cupo a Inglaterra. Argentina necesitaba tiempo para llegar a las negociaciones y lo consiguió. Se desconocen los daños sufridos por Inglaterra, toda vez que la señora Margaret Thatcher dio a lo acontecido, el carácter de secreto de guerra, impidiendo por lo tanto la difusión de esta información, por noventa años.

Conclusión

No es difícil apreciar las profundas diferencias que existen entre esta visión de la Gesta de las Malvinas, cuando se la compara con las versiones oficiales u oficiosas que circulan en la mayoría de los mass medias. Este conflicto, no querido por la República Argentina, ya que la intensión era plantar la bandera Argentina y negociar en la ONU, sin llegar a la guerra. Gran Bretaña, por el contrario, puesto en la imposibilidad de negociar, porque como ya se ha señalado, carece del más elemental argumento a su favor, no le quedaba otra salida que el conflicto bélico. Y éste le costó al parecer bastante caro ya que la señora Margaret Thatcher debió dar a lo acontecido el carácter de secreto de guerra e impedir la difusión de lo sucedido, por noventa años.

Ojalá estas sencillas consideraciones sirvan para que, en la memoria y en el corazón de los argentinos, Malvinas quede como un reclamo legítimo, un reclamo al que deberá darse respuesta satisfactoria algún día.


El Teniente 1ro. Estévez, Ejemplo de Soldado Católico

extraído de www.lanacion.com

6.30 de la mañana del 28 de mayo de 1982. Cielo cerrado y mucha oscuridad en pradera del Ganso, en el extremo nordeste de la isla Soledad. Los 40 hombres de la compañía C del Regimiento 25 de Infantería de Colonia Sarmiento, Chubut, al mando del teniente Estévez, se preparaban para relevar a la compañía A.

El relato lo hace hoy Sergio Daniel Rodríguez, que por entonces era apuntador de ametralladora pesada de la compañía al mando de Estévez.

Cuando todo ocurrió tenía 18 años. Y cuando lo recuerda, no puede evitar la emoción.
"Nos llegó la orden de preparar el armamento. La idea era salir de madrugada el 28 de mayo para contraatacar a los ingleses, que ya se habían replegado.

"A las 5.30, los ingleses habían tomado posiciones más altas y nosotros, unos 40 hombres, nos desplegamos en abanico y nos refugiamos en unas trincheras. El fuego comenzó a una distancia inferior a los 200 metros. Nosotros quedamos en el medio de un tiroteo entre los ingleses y otro regimiento argentino a nuestras espaldas", dijo Rodríguez.

Entonces, y de acuerdo con su relato, los hechos se desencadenaron con la contundencia de la guerra.
El teniente Estévez intentó un cambio de posiciones y para ello envió a un soldado a comunicar la idea a otra compañía. "Fue el soldado Carrascul. Pero nunca llegó a destino. Un certero balazo en la cabeza terminó con su vida. Creo que fue un francotirador", dijo Rodríguez en un relato de palabras cortas.

En ese momento, el propio Rodríguez fue herido en una pierna. "Le pedí a Dios que no me dejara morir", contó.

Y, pese a que él todavía no podía saberlo, en ese instante el teniente Estévez comenzó a arrastrarse hacia su posición, a pesar de que ya estaba gravemente herido en una pierna y había perdido un brazo.

"Lo vi caer de pronto en mi trinchera. Era como otra persona. No parecía sentir dolor y seguía dando órdenes, dispuesto a continuar la batalla. "¿Estás bien?", fue lo primero que me preguntó", recordó Rodríguez.

El relato, como la historia misma, en la confitería de Palermo donde contó lo ocurrido en el campo de batalla 17 años atrás, llega a su desenlace y el ex combatiente toma aire para dar el párrafo final.

"Nosotros éramos comandos. Nos cubríamos la cabeza sólo con una boina verde. Estévez tomó un casco del fondo de la trinchera y me lo colocó en la cabeza. Para hacerlo tuvo que incorporarse. Y en ese momento una bala de mortero le atacó la cabeza y lo sacó del combate", dijo Rodríguez.

Y cuenta lo que para él es la paradoja de todo: "Esa bala era para mí. Estévez me salvó la vida. Me dio un casco y me salvó la vida".


Este fue el relato de los momentos finales del soldado cuya historia apenas se esboza en la carta que a diario leen numerosos porteños en la estación Juramento de la Línea D del Subterráneo.

Pero, ¿en qué momento la escribió y por qué?

Su hermana, María Julia Estévez, tiene la respuesta y la contó desde la ciudad de Posadas, donde hoy reside con su marido, Roberto Germán García, quien, por esas vueltas del destino, fue amigo y compañero de Estévez en el Colegio Militar.

"El escribió la carta en marzo. En realidad fueron dos. Una para la novia y otra para nuestro padre. Y le encomendó a un soldado que, si no volvía, hiciera llegar las cartas a sus destinatarios", dijo con serenidad esta mujer de 49 años.

Pero la historia quiso otra cosa. No fue así como la carta llegó a manos de la familia. Ni tampoco la noticia sobre el destino de Estévez en el campo de batalla.

"Nosotros rescatamos la carta entre las pertenencias de mi hermano en los primeros días de julio de 1982, cuando había pasado más de un mes de su muerte en pradera del Ganso", explicó.

La carta terminó siendo una despedida de todos sus seres queridos, su novia y su familia de diez hermanos. ¿Por qué Estévez escribió algo así antes de ir al campo de batalla?

"Lo único que puedo decir es que mi hermano, ya de chico, soñaba con ser soldado y con ir a las Malvinas. Era muy importante para él. Casi tanto como la familia. Amar a la patria, la familia y la religión. Eso nos enseñó mi padre", dijo.


Según los registros del Ejército, Estévez integró la Compañía de Infantería 25 con asiento en Darwin. Su recuerdo va más allá del soldado. "No es porque sea mi hermano, pero es bueno que la historia se sepa. Fue un modelo", dijo María Julia Estévez.

Rodríguez, que lo vio morir, lo recordó de esta manera: "Es la única persona que conozco que antepuso los valores de la Nación por delante de los suyos. Verlo combatir era ver a un valiente".

La bala que lo mató pudo ser para él. Pero Estévez quiso morir en las Malvinas. Más de treinta años después, el grupo de soldados a los que les hablaba de unidad hasta la muerte en el campo de batalla sigue unido.

Quizás algo de todo eso intuyan quienes se detienen frente a la carta, rescatada entre las pertenencias que quedaron en el campo de batalla. Como la de muchos otros que dieron su vida.



La carta del Teniente 1ro. Estévez a su padre antes de morir

Este es el texto completo de la breve carta que el teniente Estévez escribió el 27 de marzo de 1982, días antes de partir para las Malvinas y dos meses antes de morir en combate:


"Querido papá:
"Cuando recibas esta carta, yo estaré rindiendo cuentas de mis acciones a Dios Nuestro Señor. El, que sabe lo que hace, así lo ha dispuesto: que muera en el cumplimiento de mi misión. Pero, ¡fijate vos qué misión! ¿No es cierto? Te acordás cuando era chico y hacía planes, diseñaba vehículos y armas, todos destinados a recuperar las islas Malvinas y restaurar en ellas Nuestra Soberanía? Dios, que es un Padre generoso, ha querido que éste, su hijo, totalmente carente de méritos, viva esta experiencia única y deje su vida en ofrenda a nuestra Patria.

"Lo único que a todos quiero pedirles es: que restauren una sincera unidad en la familia bajo la Cruz de Cristo. Que me recuerden con alegría y no que mi evocación sea la apertura a la tristeza. Y, muy importante, que recen por mí.
"Papá, hay cosas que en un día cualquiera no se dicen entre hombres, pero que hoy debo decírtelas: gracias por tenerte como modelo de bien nacido, gracias por creer en el honor, gracias por tener tu apellido, gracias por ser católico, argentino e hijo de sangre española, gracias por ser soldado, gracias a Dios por ser como soy, y que es el fruto de ese hogar donde vos sos el pilar.
"Hasta el reencuentro, si Dios lo permite. Un fuerte abrazo. Dios y Patria o Muerte.
                                                                                                                                        Roberto."



A continuación una canción para este héroe:

Teniente 1ro. Estévez - Juan Carlos Rodríeguez Lobos 

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