Hermanos, la Iglesia celebra hoy la memoria de San Pío X, Papa. Les dejo AQUÍ un artículo que publiqué en 2014, donde se esboza una biografía lo suficientemente breve como para leerse en un rato, pero muy completa al mismo tiempo.
Pidamos a San Pío X que interceda por la Iglesia, por el Papa Francisco, Obispos, Presbíteros, Diáconos y todos los fieles consagrados religiosos y laicos; para que podamos hacer del lema que eligió para su pontificado, Instaurare Omnia in Christo, una realidad, para mayor gloria de Dios y salvación de todos Sus hijos.
Ayer, 20 de agosto, se cumplió el centenario de la muerte del Papa San Pío X. Su fiesta en el rito romano moderno es hoy, ya que en el calendario estaba San Bernardo el día 20 con anterioridad. Quiero dejarles una breve biografía de este gran Papa Santo, que supo mantenerse firme frente a los enemigos de la Iglesia y combatió para instaurarlo todo en Cristo, como decía su lema.
Vida familiar y vocación
Giuseppe Melchiorre Sarto nació el 2 de Junio de 1835 en Riese, provincia de Treviso, en Venecia. Sus padres fueron Giovanni Battista Sarto y Margarita Sanson. Su padre fue un cartero y murió en 1852, pero su madre vivió para ver a su hijo llegar a Cardenal. Luego de terminar sus estudios elementales, recibió clases privadas de latín por parte del arcipreste de su pueblo, Don Tito Fusarini, después de lo cual estudió durante cuatro años en el gimnasio de Castelfranco Veneto, caminando de ida y vuelta diariamente. En 1850 recibió la tonsura de manos del Obispo de Treviso y obtuvo una beca de la Diócesis de Treviso para estudiar en el seminario de Padua, donde terminó sus estudios filosóficos, teológicos y de los
clásicos con honores. Fue ordenado sacerdote en 1858, y durante nueve años fue capellán de Tómbolo, teniendo que asumir muchas de las funciones del párroco, puesto que éste ya era anciano e inválido. Buscó perfeccionar su conocimiento de la teología a través de un estudio asiduo de Santo Tomás y el derecho canónico; al mismo tiempo estableció una escuela nocturna para la educación de los adultos, y siendo él mismo un ferviente predicador, constantemente era invitado a ejercer este ministerio en otros pueblos. En 1867 fue nombrado arcipreste de Salzano, un importante municipio de la Diócesis de Treviso, en donde restauró la iglesia y ayudó a la ampliación y mantenimiento del hospital con sus propios medios, en congruencia con su habitual generosidad hacia los pobres; especialmente se distinguió por su abnegación durante una epidemia de cólera que afectó a la región.
Mostró una gran solicitud por la instrucción religiosa de los adultos. En 1875 creó un reglamento para la catedral de Treviso; ocupó varios cargos, entre ellos, el de director espiritual y rector del seminario, examinador del clero y vicario general; más aún, hizo posible que los estudiantes de escuelas públicas recibieran instrucción religiosa. En 1878, a la muerte del Obispo Zanelli, fue elegido vicario capitular.
Obispo de Mantua
El 10 de Noviembre de 1884 fue nombrado Obispo de Mantua, en ese entonces una sede muy problemática, y fue consagrado el 20 de Noviembre. Su principal preocupación en su nuevo cargo fue la
formación del clero en el seminario, donde, por varios años, enseñó teología dogmática y, durante un año, teología moral. Deseaba seguir el método y la teología de Santo Tomás, y a muchos de los estudiantes más pobres les regaló copias de la “Summa Theologica”; a la vez, cultivó el Canto Gregoriano en compañía de los seminaristas. La administración temporal de la sede le impuso grandes sacrificios. En 1887 celebró un sínodo diocesano.
Mediante su asistencia en el confesionario, dio ejemplo de celo pastoral. La Organización Católica de Italia, conocida entonces como la “Opera dei Congressi”, encontró en él a un celoso propagandista desde su ministerio en Salzano.
Cardenal de la Iglesia
En el consistorio secreto celebrado en Junio de 1893, León XIII lo creó Cardenal, con el título de San Bernardo de las Termas; y en el consistorio público, tres días más tarde, fue preconizado Patriarca de Venecia, conservando mientras tanto el título de Administrador Apostólico de Mantua. El Cardenal Sarto
fue obligado a esperar dieciocho meses, antes de tomar posesión de su nueva diócesis, debido a que el gobierno italiano se negaba a otorgar el exequatur, reclamando que el derecho de nominación había sido ejercido por el Emperador de Austria. Este asunto fue tratado con amargura en periódicos y panfletos; el Gobierno, a manera de represalia, rehusó extender el exequatur a los otros obispos que fueron nombrados durante este tiempo, por lo que el número de sedes vacantes creció a treinta.
Finalmente, el ministro Crispi, habiendo regresado al poder, y la Santa Sede, habiendo elevado la misión de Eritrea a la categoría de Prefectura Apostólica en atención a los Capuchinos Italianos, motivaron al Gobierno a retractarse de su posición original. Esta oposición no fue causada por ninguna objeción contra la persona de Sarto.
En Venecia el cardenal encontró un estado de cosas mucho mejor que el que había hallado en Mantua. También allí puso gran atención
en el seminario, donde logró establecer la facultad de derecho canónico. En 1898 celebró el sínodo diocesano. Promovió el uso del Canto Gregoriano y fue gran benefactor de Lorenzo Perosi; favoreció el trabajo social, especialmente los bancos en las parroquias rurales; se dio cuenta de los peligros que entrañaban ciertas doctrinas y conductas de algunos Cristiano-Demócratas y se opuso enérgicamente a ellas.
El Congreso Eucarístico Internacional de 1897, en el centenario de San Gerardo Sagredo (1900), la bendición de la primera piedra del nuevo campanario de San Marcos y la capilla conmemorativa en el Monte Grappa (1901) fueron eventos que dejaron una profunda impresión en él y en su gente.
Pastor Universal
A la muerte de León XIII, los cardenales se reunieron en cónclave y, después de varias votaciones, Giuseppe Sarto fue elegido el 4 de Agosto al obtener 55 de 60 votos posibles. Su coronación tuvo lugar el siguiente Domingo, 9 de Agosto de 1903.
En su primera Encíclica, deseando revelar hasta cierto punto su programa de trabajo, mencionó el que sería el lema de su pontificado: “instaurare omnia in Christo” (Ef 1,10). En consecuencia, su mayor atención giró siempre sobre la defensa de los intereses de la Iglesia. Pero ante todo, sus esfuerzos también se dirigieron a promover la piedad entre los fieles, y a fomentar la recepción frecuente de la Sagrada Comunión, y, si era posible, hacerla diariamente (Decr. S. Congr. Concil., 20 de Diciembre, 1905), dispensando a los enfermos de la obligación de ayunar para poder recibir la Sagrada Comunión dos veces al mes, o incluso más (Decr. S. Congr. Rit., 7 de Diciembre, 1906). Finalmente, mediante el Decreto “Quam Singulari” (15 de Agosto, 1910), recomendó que la Primera Comunión en los niños no se demorara demasiado tiempo después de que alcanzaran la edad de la discreción. Fue por deseo suyo que el Congreso Eucarístico de 1905 se celebró en Roma, mientras que aumentó la solemnidad de los congresos Eucarísticos posteriores mediante el envío de cardenales legados.
Los 50 del dogma de la Inmaculada Concepción
El quincuagésimo aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción fue una ocasión que supo aprovechar para impulsar la devoción a María (Encíclica “Ad illum diem”, Febrero 2,1904); y el Congreso Mariano junto con la coronación de la imagen de la Inmaculada Concepción en el coro de la Basílica de San Pedro fueron una digna culminación de la solemnidad. Fuera como simple capellán, como obispo, y como patriarca, Giuseppe Sarto fue siempre un promotor de la música sacra; como Papa publicó, el 22 de Noviembre de 1903, un Motu Proprio sobre música sacra en las iglesias, y, al mismo tiempo, ordenó que el auténtico Canto Gregoriano se utilizara en todas partes, mientras dispuso que los libros de cantos se imprimieran con el tipo de fuente del Vaticano bajo la supervisión de una comisión especial. En la Encíclica “Acerbo nimis” (Abril 15, 1905), planteó la necesidad de que la instrucción catequética no se limitara a los niños, sino que también fuera dirigida hacia los adultos, dando para ello reglas detalladas, especialmente en lo referente a escuelas adecuadas para la impartición de la instrucción religiosa a los estudiantes de escuelas públicas, y aun de universidades. Promovió la publicación de un nuevo catecismo para la Diócesis de Roma.
Preocupación por la formación del clero
Como obispo, su principal preocupación había sido la formación del clero, y de acuerdo con este propósito, una Encíclica dirigida al Episcopado Italiano (Julio 28, 1906) hacía énfasis en la necesidad de tener mayor cuidado en la ordenación de sacerdotes, llamando la atención de los obispos sobre el hecho de que, entre los clérigos más jóvenes, se manifestaba cada vez con mayor frecuencia un espíritu de independencia que era una amenaza para la disciplina eclesiástica. En beneficio de los seminarios italianos, ordenó que fueran
visitados regularmente por los obispos, y promulgó un nuevo programa de estudios que había estado en uso en el Seminario Romano. Por otra parte, como las diócesis del Centro y Sur de Italia eran tan pequeñas que sus seminarios respectivos no podían prosperar, Pío X estableció el seminario regional, que es común para las sedes de una región dada; en consecuencia, muchos seminarios, pequeños y deficientes, fueron cerrados.
Para una mayor eficacia en la asistencia a las almas, a través de un Decreto de la Sagrada Congregación del
Consistorio (Agosto 20, 1910), promulgó instrucciones concernientes a la remoción de párrocos como un acto administrativo, cuando tal procedimiento requería de graves circunstancias que podían no constituir una causa canónica para la destitución. Con motivo de la celebración del jubileo de su ordenación sacerdotal, dirigió una carta llena de afecto y prudentes consejos a todo el clero. Por un Decreto reciente (Noviembre 18, 1910), el clero había sido impedido de tomar parte en la administración temporal de organizaciones sociales, lo cual era causa frecuente de graves dificultades.
Pureza de la fe
Pero por sobre todas las cosas, la principal preocupación del Papa era la pureza de la fe. En varias ocasiones, como en la Encíclica con respecto al centenario de San Gregorio Magno, Pío X resaltaba los peligros de ciertos métodos teológicos nuevos, los cuales, basándose en el Agnosticismo y el Immanentismo, por fuerza suprimían la doctrina de la fe de sus enseñanzas de una verdad objetiva, absoluta e inmutable, y más aun cuando estos métodos se asociaban con una crítica subversiva de las Sagradas Escrituras y de los orígenes del Cristianismo. Por esta razón, en 1907, publicó el Decreto “Lamentabili” (llamado también el Syllabus de Pío X), en el que sesenta y cinco proposiciones modernistas fueron condenadas. La mayor parte de estas se referían a las Sagradas Escrituras, su inspiración y la doctrina de Jesús y los Apóstoles, mientras otras se relacionaban con el dogma, los sacramentos, la primacía del Obispo de Roma. Inmediatamente después de eso, el 8 de Septiembre de 1907, apareció la famosa Encíclica “Pascendi”, que exponía y condenaba el sistema del Modernismo. Este documento hace énfasis sobre el peligro del Modernismo en relación con la filosofía, apologética, exégesis, historia, liturgia y disciplina, y muestra la contradicción entre esa innovación y la fe tradicional; y, finalmente, establece reglas por las cuales combatir eficazmente las perniciosas doctrinas en cuestión. Entre las medidas sugeridas cabe señalar el establecimiento de un cuerpo oficial de “censores” de libros y la creación de un “Comité de Vigilancia”.
Posteriormente, mediante el Motu Proprio “Sacrorum Antistitum”, Pío X llamó la atención en los interdictos de la Encíclica y las disposiciones que habían sido establecidas previamente bajo el pontificado de León XIII sobre la predicación, y sancionó que todos aquellos que ejercieran el sagrado ministerio o quienes enseñaran en institutos eclesiásticos, así como canónigos, superiores del clero regular, y aquellos que servían en oficinas eclesiásticas, deberían tomar un juramento en el que se comprometían a rechazar los errores que eran
denunciados en la Encíclica o en el Decreto “Lamentabili”. Pío X retomó este asunto vital en otras ocasiones, especialmente en las Encíclicas que fueron escritas en conmemoración de San Anselmo (Abril 21, 1909) y de San Carlos Borromeo (Junio 23, 1910), en la segunda de las cuales el Modernismo Reformista fue especialmente condenado. Como el estudio de la Biblia es, a la vez, el área más importante y más peligrosa de la teología, Pío X deseaba fundar en Roma un centro especial para esos estudios, que les diera la garantía inmediata de una ortodoxia incuestionable y un valor científico; en consecuencia, y con el apoyo de todo el mundo católico, se estableció el Pontificio Instituto Bíblico de Roma, bajo la dirección de los jesuitas.
Codificación canónica
Una necesidad sentida durante mucho fue la de codificar la Ley Canónica, y con la intención de llevarla a cabo, el 19 de Marzo de 1904, Pío X creó una congregación especial de cardenales, de la que Gasparri, convertido en cardenal, sería el secretario. Las más eminentes autoridades en derecho canónico de todo el mundo, colaboraron en la formación del nuevo código, algunas de cuyas prescripciones ya habían sido publicadas, como por ejemplo, las modificaciones a la ley del Concilio de Trento en lo referente a los matrimonios secretos, las nuevas reglas para las relaciones diocesanas y para las visitas episcopales ad limina, y la nueva organización de la Curia Romana (Constitución “Sapienti Consilio”, Junio 29, 1908). Anteriormente, las Congregaciones para las Reliquias e Indulgencias y de Disciplina habían sido suprimidas, mientras que la Secretaría de Asuntos Menores había sido unida a la Secretaría de Estado. La característica del nuevo reglamento es la completa separación de los aspectos judiciales de los administrativos; mientras que las funciones de algunos departamentos habían sido determinadas con mayor precisión y sus trabajos más equilibrados. Las oficinas de la Curia se dividieron en Tribunales (3), Congregaciones (11), y Oficinas (5). Con respecto a los primeros, el Tribunal de Signatura (constituido exclusivamente por cardenales) y el de la Rota fueron revividos; al Tribunal de la Penitenciaría le fueron dejados únicamente los casos del fuero interno (conciencia). Las Congregaciones permanecieron casi como estaban al principio, con la excepción de que una sección especial fue agregada al Santo Oficio de la Inquisición para las indulgencias; la Congregación de Obispos y Regulares recibió el nombre de Congregación de Religiosos y tendría que tratar únicamente los asuntos de las congregaciones
religiosas, mientras los asuntos del clero secular serían derivados a la Congregación del Consistorio o a la del Concilio; de este último fueron retirados los casos matrimoniales, los cuales serían ahora enviados a los tribunales o a la recientemente creada Congregación de los Sacramentos. La Congregación del Consistorio aumentó grandemente su importancia debido a que tendría que decidir sobre cuestiones que eran competencia de las otras Congregaciones. La Congregación de Propaganda perdió mucho de su territorio en Europa y América, donde las condiciones religiosas habían comenzado a estabilizarse. Al mismo tiempo, fueron publicadas las reglas y regulaciones para empleados, y aquellas para los diferentes departamentos. Otra Constitución reciente presenta una relación de las sedes suburbicarias.
Incremento de la Jerarquía
La jerarquía Católica incrementó grandemente su número durante los primeros años del pontificado de Pío X, en los que se crearon veintiocho nuevas diócesis, la mayoría en los Estados Unidos, Brasil y las Islas Filipinas; también una abadía nullius, 16 vicariatos Apostólicos y 15 prefecturas Apostólicas. León XIII llevó la cuestión social dentro del ámbito de la actividad eclesial; Pío X también deseó que la Iglesia cooperara, o, mejor aún, desempeñara un papel de liderazgo en la solución de la cuestión social; sus puntos de vista en esta materia fueron formulados en un syllabus de diecinueve proposiciones, tomadas de diferentes Encíclicas y otras Actas de León XIII, y publicadas en un Motu Proprio (Diciembre 18, 1903), especialmente para la orientación en Italia, donde la cuestión social era un asunto espinoso a principios de su pontificado. Buscó especialmente reprimir ciertas tendencias que se inclinaban hacia el Socialismo y promovían un espíritu de insubordinación a la autoridad eclesiástica.
Como resultado del aumento constante de divergencias, la “Opera dei Congressi”, la asociación Católica más grande de Italia, fue disuelta. No obstante, inmediatamente después la Encíclica “Il fermo proposito” (Junio 11, 1905) provocó la formación de una nueva organización, constituida por tres grandes uniones, la Popular, la Económica y la Electoral. La firmeza de Pío X logró la eliminación de, por lo menos, los elementos más discrepantes, posibilitando, ahora sí, una verdadera acción social Católica, aunque subsistieron algunas fricciones. El deseo de Pío X es que la clase trabajadora sea abiertamente Católica, como lo expresó en una memorable carta dirigida al Conde Medolago- Albani. También en Francia, el Sillon, después de un origen prometedor, había dado un giro que lo acercaba a la ortodoxia del extremismo democrático social; y los peligros de esta relación fueron expuestos en la Encíclica “Notre charge apostolique” (Agosto 25, 1910), en la cual los Sillonistas fueron conminados a mantener sus organizaciones bajo la autoridad de los obispos.
Política internacional
En sus relaciones con los Gobiernos, el pontificado de Pío X tuvo que mantener luchas dolorosas. En Francia el papa heredó disputas y amenazas. La cuestión “Nobis nominavit” fue resuelta con la condescendencia del papa; pero en lo referente al nombramiento de obispos propuestos por el Gobierno, la visita del presidente al Rey de Italia, con la consiguiente nota de protesta, y la remoción de dos obispos franceses, deseada por la Santa Sede, se convirtieron en pretextos del Gobierno en París para el rompimiento de las relaciones diplomáticas con la Corte de Roma. Mientras tanto la ley de Separación ya había sido preparada, despojando a la Iglesia de Francia y prescribiendo, además, una constitución para la misma , la cual, si bien no era abiertamente contraria a su naturaleza, por lo menos entrañaba grandes peligros para ella. Pío X, sin prestar atención a los consejos oportunistas de quienes tenían una visión corta de la situación, rechazó firmemente consentir en la formación de las asociaciones cultuales. La separación trajo cierta libertad a la Iglesia de Francia, especialmente en materia de la elección de sus pastores. Pío X, sin buscar represalias, todavía reconoció el derecho francés de protectorado sobre los Católicos en el Este. Algunos párrafos de la Encíclica “Editae Saepe”, escrita en ocasión del centenario de San Carlos Borromeo, fueron mal interpretadas por los Protestantes, especialmente en Alemania, por lo que Pío X elaboró una declaración refutándolos, sin menoscabo a la autoridad de su alto cargo. En ese tiempo (Diciembre, 1910), se temían complicaciones en España, así como la separación y persecución en Portugal, para lo cual Pío X ya había tomado las medidas oportunas. El Gobierno de Turquía envió un embajador ante el Papa. Las relaciones entre la Santa Sede y las repúblicas de América Latina eran buenas. Las delegaciones en Chile y la República Argentina fueron elevadas a la categoría de internunciaturas, y se envió un Delegado Apostólico a Centroamérica.
Restauración del Vaticano
Naturalmente, la solicitud de Pío X se extendió a su propia estancia, realizando un gran trabajo de restauración en el Vaticano; por ejemplo, en las habitaciones del cardenalsecretario de Estado, el nuevo palacio para los empleados, una nueva galería de pinturas, la Specola, etc. Finalmente, no debemos olvidar su generosa caridad en las calamidades públicas: durante los grandes terremotos de Calabria, pidió la ayuda de todos los Católicos del mundo, logrando reunir, al momento del último sismo, aproximadamente 7’000,000 de francos, que sirvieron para cubrir las necesidades de quienes fueron afectados y para la construcción de iglesias, escuelas, etc. Su caridad no fue menor en ocasión de la erupción del Vesubio y de otros desastres fuera de Italia (Portugal e Irlanda). En pocos años, Pío X obtuvo resultados magníficos y duraderos en interés de conservar la doctrina y disciplina Católicas, aún enfrentando grandes dificultades de todo tipo. Hasta los no Católicos reconocen su espíritu apostólico, su fortaleza de carácter, la precisión de sus decisiones y su búsqueda de un programa claro y explícito.
U. BENIGNI
Traducido por Salvador Gómez Contreras
Selección de imágenes:José Gálvez Krüger
Anexo: Sus últimos meses de vida
Los últimos meses de la vida del papa Sarto estuvieron marcados por las crecientes tensiones internacionales, que él presentía que desembocarían inevitablemente en una guerra de proporciones nunca vistas, a la que solía referirse como “il Guerrone” y para evitar la cual había ofrecido su vida a Dios. Desgraciadamente, el atentado de Sarajevo, en el que el archiduque Francisco Fernando, heredero del trono austro-húngaro, y su esposa fueron asesinados por un nacionalista serbio, desencadenó la mortal maquinaria bélica y las hostilidades quedaron rotas al ser invadida Austria por Serbia: fue el inicio de la Primera Guerra Mundial, tan horrenda y mortífera, que mereció el apelativo de “la Gran Guerra” (la intuición de Pío X no había fallado desgraciadamente). Se dice que el káiser Francisco José I pidió al Papa que bendijera a los ejércitos austro-húngaros por tratarse de los de una potencia católica, a lo que el Pontífice respondió: “Yo bendigo la paz, no la guerra”. La invasión, a principios de agosto, de Bélgica y Luxemburgo –países católicos y pacíficos– por Alemania produjo un gran pesar a Pío X, cuya salud iba declinando a ojos vista. Pocos días antes de dejar este mundo, despidió al cardenal Cassetta con estas palabras: “Eminencia, ruegue a Dios para que se digne apartarme de este Calvario”. El 20 de agosto de 1914, entregaba el alma a su Creador el humilde Giuseppe Sarto. Se dijo que el corazón no había podido aguantar el sufrimiento de ver a la humanidad hundirse en la que su sucesor Benedicto XIV llamaría “inútil carnicería”. Fue beatificado por el venerable Pío XII el 3 de junio de 1951 y canonizado por el mismo papa el 3 de septiembre de 1954. Su fiesta se celebra el 3 de septiembre en el calendario del rito romano tradicional y el 21 de agosto en el del rito romano moderno. Sus restos se veneran en una capilla lateral de la nave del Evangelio de la basílica patriarcal de San Pedro en el Vaticano.
La Iglesia celebra hoy a Santo Tomás de Aquino. Quiero dejarles un artículo extraído de la Enciclopedia Católica, un poco extenso, pero que realmente vale la pena leer.
Antes de leer, les recomiendo miren estos videos donde Benedicto XVI nos habla sobre este gran santo. En el primero, realiza una breve biografía introductoria y en el segundo, cuenta un poco sobre la obra cumbre de Santo Tomás, La Summa Teológica.
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Doctor de la Iglesia
Vida
Se conocen los acontecimientos principales de su vida, pero los
biógrafos difieren en cuanto a algunos detalles y fechas. Henry Denfile
falleció antes de poder cumplir su proyecto de escribir una vida crítica
del santo. El amigo y alumno de Denfile, Dominic Prümmer, O. P.,
profesor de teología en la Universidad de Friburgo, Suiza, se encargó de
la obra y publicó el "Fontes Vitae S. Thomae Aquinatis, notis
historicis et criticis illustrati"; y el primer fascículo (Toulouse,
1911) ya ha aparecido, dando la vida de Santo Tomás por Peter Calo
(1300), publicado ahora por primera vez. Tolomeo de Lucca ... dice que
cuando murió el santo, se dudaba sobre su edad exacta (Prümmer, op. cit.
45). Normalmente se da el fin de 1225 como el momento de su nacimiento.
El P. Prümmer, basándose en Calo, cree que 1227 es la fecha más
probable (op. cit., 28). Hay un acuerdo general en que su muerte ocurrió
en 1274.
Landolfo, su padre, era Conde de Aquino. Teodora, su madre,
Condesa de Teano. Su familia estaba emparentada con los Emperadores
Enrique VI y Federico II, y los Reyes de Aragón, Castilla y Francia.
Calo cuenta que un santo ermitaño predijo su carrera, diciéndole a
Teodora antes de su nacimiento: "Entrará en la Orden de los Frailes
Predicadores, y su conocimiento y santidad serán tan grandes que en
vida, no se encontrará nadie que le iguale". (Prümmer, op. cit., 18). A
los cinco años, según las costumbres de la época, fue enviado a recibir
su primera formación con los monjes Benedictinos de Monte Casino.
Diligente en sus estudios, desde muy pequeño se observó su buena
disposición para la meditación y la oración, y su maestro se sorprendió
al oírle preguntar repetidas veces: "¿Que es Dios?"
Alrededor del año 1236, le enviaron a la Universidad de Nápoles.
Calo dice que el traslado se hizo por iniciativa del Abad de Monte
Casino, quien escribió al padre de Tomás que un chico de su talento no
debe ser dejado en la sombra (Prümmer, op. cit., 20). En Nápoles, sus
maestros fueron Pietro Martín y Petrus Hibernos. El cronista dice que
pronto superó a Martín en gramática y fue transferido a Pedro de Irlanda
quién le formó en Lógica y ciencias Naturales. Las costumbres de la
época dividían Filosofía y Letras en dos cursos: el Trivium, que cubría
Gramática, Lógica y Retórica; el Quadrivium, que se componía de Música,
Matemática, Geometría y Astronomía... Tomás repetía las lecciones con
mayor profundidad y lucidez que sus maestros. El corazón del joven se
había conservado puro en medio de la corrupción que le rodeaba, y
decidió abrazar la vida religiosa.
Entre 1240 y 1243 recibió el hábito de la Orden de Santo Domingo,
atraído y dirigido por Juan de San Julián, un conocido predicador del
convento de Nápoles. La ciudad estaba asombrada al ver a un noble joven
como él tomar el hábito de un pobre fraile. Su madre, con sentimientos
de alegría y tristeza a la vez, se apresuró a ir a Nápoles a ver a su
hijo. Los Dominicos, temiendo que se lo llevaran, le enviaron a Roma,
aunque su destino final sería París o Colonia. Teodora convenció a los
hermanos de Tomás, que eran soldados del Emperador Federico, capturaron
al novicio cerca del pueblo de Aquependente y le recluyeron en la
fortaleza de San Juan de Rocca Secca. Allí estuvo detenido casi dos
años, mientras sus padres, hermanos y hermanas hacían todo lo posible
para destruir su vocación. Sus hermanos incluso tendieron trampas a su
virtud, pero el puro novicio echó de la habitación a la tentadora con un
tizón que sacó del fuego. Hacia el fin de su vida, Santo Tomás le
confió a su fiel amigo y compañero, Reinaldo de Piperno, el secreto de
un favor especial que recibió entonces. Cuando echó a la tentadora de la
habitación, se arrodilló y ardientemente imploró a Dios que le
concediera la integridad de mente y cuerpo. Cayó en un sueño ligero, y
mientras dormía, dos ángeles se le aparecieron para asegurarle que su
oración había sido escuchada. Le ciñeron un cinturón, diciendo: "Te
ceñimos con el cinturón de la virginidad perpetua." Y desde ese día en
adelante jamás experimentó el más leve movimiento de la concupiscencia.
El tiempo en cautiverio no fue perdido. Su madre empezó a ceder
tras los primeros impulsos de ira y tristeza; se les permitió a los
Dominicos proporcionarle nuevos hábitos, y con la ayuda de su hermana
obtuvo algunos libros -las Sagradas Escrituras, la Metafísica de
Aristóteles y las "Sentencias" de Pedro Lombardo. Tras año y medio o dos
en prisión, sea porque su madre se dio cuenta de que la profecía del
ermitaño se cumpliría o bien porque sus hermanos temían las amenazas de
Inocencio IV y Federico II, fue puesto en libertad bajándolo en un cesto
a los brazos de los Dominicos que se admiraron al darse cuenta de que
durante su cautiverio "había progresado tanto como si hubiera estado en
un studium generale" (Calo op. cit., 24).
Tomás enseguida hizo sus votos, y sus superiores le mandaron a
Roma. Inocencio IV examinó con atención los motivos que le llevaron a
entrar en la Orden de Predicadores, le despidió con una bendición y
prohibió cualquier interferencia en su vocación. Juan el Teutón, cuarto
Maestro General de la Orden, llevó al joven estudiante a París y según
la mayoría de los biógrafos del santo, a Colonia, en 1244 o 1245, a
cargo de Alberto Magno, el más famoso profesor de la Orden. En las
escuelas, el carácter humilde y taciturno de Tomás fue mal interpretado
como indicios de retraso mental, pero cuando Alberto escuchó su
brillante defensa de una difícil tesis, exclamó: "Llamamos a este joven
un buey mudo, pero su mugido doctrinal un día resonará hasta los
confines del mundo."
En 1245 enviaron a Alberto a París y Tomás le acompañó como
alumno. En 1248 ambos volvieron a Colonia. Alberto había sido nombrado
regente del nuevo studium generale, erigido aquel año por el Capítulo
General de la Orden y Tomás debía enseñar bajo su autoridad como
Bachiller. (Sobre el sistema de titulación en el siglo XIII ver ORDEN DE
PREDICADORES --- II, A, 1, d). Durante su estancia en Colonia,
probablemente en 1250, fue ordenado sacerdote por Conrado de Hochstaden,
arzobispo de esa ciudad. Durante toda su vida, con frecuencia predicó
la Palabra de Dios en Alemania, Francia e Italia. Sus sermones se
caracterizaban por su fuerza, piedad, solidez en la enseñanza y
abundantes referencias bíblicas. En 1251 o 1252, el Maestro General de
la Orden, aconsejado por Alberto Magno y Hugo de San Caro, nombró a
Tomás Bachiller (subregente) del studium Dominico en París. Este
nombramiento puede considerarse como el principio de su vida pública, ya
que su enseñanza rápidamente llamó la atención tanto de profesores como
de alumnos. Sus deberes consistían principalmente en explicar las
"Sentencias" de Pedro Lombardo, y sus comentarios sobre ese texto
teológico le proporcionaron el material y en gran parte, en esquema
general para su obra magna, la "Summa Theologica". En el transcurso del
tiempo, se le ordenó prepararse para el Doctorado de Teología por la
Universidad de París, pero aplazaron la concesión del título por una
disputa entre la universidad y los frailes. El conflicto, en su origen
una disputa entre la universidad y las autoridades civiles, surgió tras
un incidente con la guardia de la ciudad que resultó en un estudiante
muerto y otros tres heridos. La universidad, celosa de su autonomía,
exigía una satisfacción que le fue negada. Los doctores cerraron sus
facultades, juraron solemnemente que no las abrirían hasta ver
satisfechas sus demandas y decretaron que en e futuro a nadie se le
conferiría el título de doctor a menos que jurase seguir la misma línea
de conducta en circunstancias similares. Los Dominicos y Franciscanos,
que habían seguido enseñando en sus escuelas se negaron a hacer el
juramento exigido, y de aquí surgió un amargo conflicto que estaba en su
punto álgido cuando Santo Tomás y San Buenaventura estaban preparados
para recibir sus doctorados. Guillermo de San Amour extendió la disputa
más allá del tema original, atacó violentamente a los Frailes, de los
que estaba evidentemente celoso, y les negó su derecho a ocupar cátedras
en la universidad. Contra su libro "De periculis novissimorum temporum"
(Los peligros de los Últimos Tiempos) Santo Tomás escribió el tratado
"Contra impugnantes religionem", una apología de las órdenes religiosas
(Touron op. cit., II cc. vii sqq.). El libro de Guillermo de San Amour
fue condenado por Alejandro IV en Anagni, el 5 de octubre de 1256 y el
Papa ordenó que los frailes mendicantes fueran admitidos al doctorado.
Por estas fechas, Santo Tomás también combatió un libro
peligroso, "El Evangelio Eterno" (Touron op. cit., II, cxii). Las
autoridades universitarias no obedecieron inmediatamente; fueron
necesarias la influencia de San Luis IX y once Breves papales para
lograr de nuevo la paz. Santo Tomás recibió su doctorado en teología. La
fecha que dan la mayoría de sus biógrafos es la del 23 de octubre de
1257. Su tema fue "La Majestad de Cristo". Su texto, "Él riega los
montes desde sus aposentos: del fruto de sus obras se sacia la tierra"
(Salmo 103, 13) sugerido, según se cree, por un visitante celeste, fue
profético de su vida futura. La tradición cuenta que San Buenaventura y
Santo Tomás recibieron el doctorado el mismo día y que hubo una "lucha"
de humildad entre los dos amigos para ver quién sería nombrado primero.
Desde entonces, la vida de Tomás puede resumirse en pocas
palabras, orar, predicar, enseñar, escribir, viajar. La gente deseaba
más escucharle a él que a Alberto, a quien Santo Tomás superaba en
precisión, lucidez, concisión y fuerza de expresión, sino en
universalidad de conocimientos. París le reclamaba como suyo; los Papas
deseaban tenerle junto a ellos; los studia de la Orden ansiaban
disfrutar de los beneficios de su enseñanza; así, le encontramos
sucesivamente en Anagni, Roma, Bolonia, Orvieto, Viterbo, Perugia y
París de nuevo y finalmente en Nápoles, siempre enseñando y escribiendo,
viviendo en la tierra con una pasión, un celo ardiente por exponer y
defender la verdad Cristiana. Tan dedicado estaba a su sagrada misión
que con lágrimas pedía que no le obligaran a aceptar la titularidad del
Arzobispado de Nápoles, que le fue conferido por Clemente IV en 1265. Si
hubiese aceptado este nombramiento, muy probablemente nunca hubiera
escrito la "Summa Theologica.".
Cediendo a las peticiones de sus hermanos, en varias ocasiones
participó en las deliberaciones de los Capítulos Generales de la Orden.
Uno de dichos capítulos tuvo lugar en Londres en 1263. En otro,
celebrado en Valenciennes (1259) colaboró con Alberto Magno y Pedro de
Tarentasia (que sería el Papa Inocencio V) a formular un sistema de
estudios que substancialmente permanece hasta hoy en los studia
generalia de la Orden Dominicana. (cf. Douais, op. cit.)
No sorprende leer en las biografías de Santo Tomás que
frecuentemente se abstraía y quedaba en éxtasis. Hacia el final de su
vida éstos momentos de éxtasis se sucedían con mayor frecuencia. Una vez
en Nápoles, en 1273, tras completar su tratado sobre la Eucaristía,
tres hermanos le vieron levitar en éxtasis, y oyeron una voz que venía
del crucifijo del altar que decía: "Has escrito bien de mí, Tomás, que
recompensa deseas?". Tomás respondió, "Nada más que a ti, Señor".
(Prümmer, op. cit., p.38). Se dice que esto se repitió en Orvieto y
París.
Y el 6 de diciembre de 1273, dejó su pluma y no escribió más. Ese
día, durante la Misa, experimentó un éxtasis de mucha mayor duración
que la acostumbrada; sobre lo que le fue revelado sólo podemos
conjeturar por su respuesta al Padre Reinaldo, que le animaba a
continuar sus escritos: "No puedo hacer más. Se me han revelado tales
secretos que todo lo que he escrito hasta ahora parece que no vale para
nada" (modica, Prümmer, op. cit., p. 43). La Summa Theologica había sido
terminada solo hasta la pregunta 90 de la tercera parte (De partibus
poenitentiae).
Tomás comenzó su preparación inmediata para la muerte. Gregorio
X, habiendo convocado un concilio general a celebrar en Lyon el primero
de mayo de 1274, invitó a Santo Tomás y San Buenaventura a participar en
las deliberaciones, ordenó al primero traer al concilio su tratado
"Contra errores Graecorum" (Contra los Errores de los Griegos). Intentó
obedecer y salió a pie en enero de 1274, pero le fallaron las fuerzas;
cayó desplomado cerca de Terracina, desde donde le llevaron al Castillo
de Maienza, hogar de su sobrina la Condesa Francesca Ceccano. Los monjes
cistercienses de Fossa Nuova, insistieron para que se alojara con
ellos, y así fue trasladado a su monasterio, y al entrar, le susurró a
su compañero: "Este es para siempre el lugar de mi reposo; aquí habitaré
porque lo deseo" (Salmo 131:14). Cuando el P. Reinaldo le pidió que se
quedase en el castillo, el santo replicó: "Si el Señor desea llevarme
consigo, será mejor que me encuentre entre religiosos que entre laicos".
Los Cistercienses le brindaron tantas atenciones y bondad, que
abrumaron el sentido de humildad de Tomás. "¿A qué viene tanto honor",
exclamó, "que siervos de Dios lleven la leña para mi hoguera?". Ante la
insistencia de los monjes, el santo dictó un breve comentario sobre el
Cantar de los Cantares.
El final se acercaba; se le administró la Extremaunción. Cuando
entraron con el Sagrado Viático a su habitación, pronunció el siguiente
acto de fe:
Si en este mundo hubiese algún conocimiento de este sacramento
mas fuerte que el de la fe, deseo ahora usarlo en afirmar que creo
firmemente y sé de cierto que Jesucristo, Dios Verdadero y Hombre
Verdadero, Hijo de Dios e Hijo de la Virgen María está en este
Sacramento... Te recibo a Ti, el precio de mi redención, por cuyo amor
he velado, estudiado y trabajado. A Ti he predicado, a Ti he enseñado.
Nunca he dicho nada en Tu contra: si dije algo mal, es sólo culpa de mi
ignorancia. Tampoco quiero ser obstinado en mis opiniones, así que
someto todas ellas al juicio y enmienda de la Santa Iglesia Romana, en
cuya obediencia ahora dejo esta vida.
Murió el 7 de marzo de 1274. Numerosos milagros atestiguaron su
santidad. Fue canonizado por Juan XXII, el 18 de julio de 1323. Los
monjes de Fossa Nuova querían a toda costa quedarse con sus sagrados
restos, pero Urbano V ordenó que el cuerpo fuera entregado a sus
hermanos Dominicos, siendo trasladado solemnemente a la iglesia Dominica
de Toulouse, el 28 de enero de 1369. La magnífica capilla erigida en
1628 fue destruida durante la revolución francesa y su cuerpo trasladado
a la iglesia de San Sernin, donde reposa hasta el día de hoy en un
sarcófago de oro y plata, que fue solemnemente bendecido por el Cardenal
Desprez el 24 de julio de 1878. El hueso mayor de su brazo izquierdo se
conserva en la catedral de Nápoles. El brazo derecho, donado a la
Universidad de París y originalmente conservado en la Capilla de Santo
Tomás de la iglesia Dominicana, se guarda actualmente en la iglesia
Dominicana de Santa María sopra Minerva en Roma a donde llegó tras la
revolución francesa.
Calo (Prümmer, op. cit., p. 401) dio una descripción de la
apariencia del santo: dice que sus rasgos se correspondían con la
grandeza de su alma. Era alto y corpulento, erguido y bien
proporcionado. Su tez era "como el color del trigo nuevo": su cabeza era
grande y bien formada y era algo calvo. Todos los retratos lo
representan con porte noble, meditativo, dulce y a la vez fuerte. San
Pío V proclamó a Santo Tomás Doctor de la Iglesia en 1567. En la
Encíclica "Aeterni Patris" del 4 de agosto de 1879 sobre la restauración
de la filosofía cristiana, León XIII le declaró "príncipe y maestro de
todos los doctores escolásticos". El mismo ilustre pontífice, mediante
una Breve del 4 de agosto de 1880, le designó patrono de todas las
universidades, academias y escuelas católicas de todo el mundo.
Escritos
A. Comentarios Generales
Aunque Santo Tomás vivió menos de cincuenta años, escribió más de
sesenta obras, algunas cortas, otras muy largas. Esto no significa que
toda la producción auténtica haya sido escrita directamente a mano; le
ayudaron secretarios, y sus biógrafos aseguran que podía dictar a varios
escribientes a la vez. Le han sido falsamente atribuidas otras obras,
que fueron en realidad escritas por sus discípulos.
En "Scriptores Ordinis Praedicatorum" (París 1719) el P. Echard
dedica ochenta y seis folios a la obra de Santo Tomás, las diversas
ediciones y traducciones (I, pp. 282-348) Touron (op. cit., pp. 69 sqq.)
dice que se encontraron copias manuscritas en casi todas las
bibliotecas de Europa, y que tras la invención de la prensa, se
multiplicaron las ediciones en Alemania, Francia e Italia, siendo la
"Summa Theologica" una de las primeras obras importantes impresas. Peter
Schoeffer, editor de Mainz, publicó "Secunda Secundae" en 1467. Esta es
la primera copia impresa conocida de las obras de Santo Tomás. La
primera edición competa de la "Summa" fue editada en Basilea, en 1485.
Muchas otras ediciones de ésta y otras obras salieron a la luz en los
siglos XVI y XVII, especialmente en Venecia y Lyon. Las ediciones
principales de la Obra Completa (Opera Omnia) son: Roma, 1570, Venecia,
1594, 1612, 1745; Amberes, 1612; París, 1660, 1871-80 (Vives); Parma,
1852-73; Roma 1882 (la Leonina). La edición romana de 1570, llamada "la
Piana" llamada así por Pío V, quien la mandó editar, fue la norma
durante muchos años. Además de un texto cuidadosamente revisado,
contenía los comentarios del Cardenal Cayetano y la valiosa "Tabula
Aurea" de Pedro de Bergamo. La edición veneciana de 1612 fue muy
estimada porque el texto iba acompañado de los comentarios
"Cayetano-Porrecta"... La edición Leonina, comenzada baja el patrocinio
de León XIII, continuaría entonces bajo el Maestro General de los
Dominicos, sin duda la más perfecta de todas. Se insertarían comentarios
críticos de cada sección, se emprendería una revisión muy cuidadosa del
texto y se comprobarían todas las referencias. Por orden de León XIII
(Motu Proprio del 18 de enero de 1880) la "Summa contra gentiles" se
editaría con los comentarios de Silvestre Ferrariensis, mientras que los
comentarios de Cayetano van con la "Summa Theologica".
Esta última obra se ha publicado, siendo los volúmenes IV-XII de
la edición (el último en 1906). La obra de Santo Tomás puede
clasificarse como filosófica, teológica, escriturística y apologética.
Esta división, sin embargo, no siempre se mantiene. La "Summa
Theologica", por ejemplo, contiene mucha filosofía, mientras que la
"Summa contra Gentiles" es principalmente, aunque no exclusivamente,
filosófica y apologética. Sus obras filosóficas son principalmente
comentarios a Aristóteles y sus primeros escritos teológicos fueron
comentarios de los cuatro primeros libros de "Sentencias" de Pedro
Lombardo. Pero no sigue servilmente ni al Filósofo, ni al Maestro de las
Sentencias (para comentarios sobre el Lombardo rechazado por los
teólogos, véase Migne, 1841, edición de la "Summa Theologica" I, p.
451).
B. Sus obras principales en detalle
Entre las obras que muestras la personalidad y método de Santo Tomás, las siguientes merecen destacada atención:
(1) "Quaestiones disputatae" (Cuestiones Disputadas): Tratados
más completos sobre temas que no quedaron lo bastante claros en sus
conferencias y clases y sobre los cuales había recibido preguntas
solicitando su opinión. Son valiosos porque en ellos, el autor, libre de
los límites del tiempo y espacio, se expresa libremente y proporciona
todos los argumentos, en pro y en contra de las opiniones en cuestión.
Estos tratados, que contienen las Cuestiones "De potentia", "De malo",
"De spirit. creaturis", "De anima", "De unione Verbi Incarnati", "De
virt. in communi", "De caritate", "De corr. fraterna", "De spe", "De
virt. cardinal.", "De veritate", fueron editadas a menudo, por ejemplo,
recientemente por la Asociación de San Pablo (2 volúmenes, París y
Friburgo, Suiza, 1883).
(2) "Quodlibeta" (Temas Varios), presenta cuestiones o argumentos
propuestos y sus respuestas, dadas dentro o fuera de las salas de
conferencias, principalmente en los ejercicios escolásticos más
formales, denominados "circuli", "conclusiones" o "determinationes", que
tenían lugar una o dos veces al año.
(3) "De unitate intellectus contra Averroístas": Este opúsculo
refuta un error muy peligroso y difundido, es decir, que existía una
sola alma para todos los hombres, una teoría que eliminaba la libertad y
responsabilidad individual.
(4) "Commentaria in Libros Sententiarum" (antes mencionado): Esta
y la obra siguiente fueron los predecesores inmediatos de la "Summa
Theologica".
(5) "Summa de veritate catholicae fidei contra gentiles" (Tratado
sobre la Verdad de la Fe Católica contra los Infieles): Este obra
escrita en Roma, entre 1261 y 1264, la compuso bajo demanda de San
Raimundo de Peñafort, que quería una exposición filosófica y defensa de
la Fe Cristiana, para utilizarla contra los Judíos y Moros en España. Es
un modelo perfecto de apologética sólida y paciente, en la que prueba
que ninguna verdad demostrable (ciencia) se opone a la verdad revelada
(fe). Las mejores ediciones recientes son la de Roma 1878 (de Ucelli),
la de París y Friburgo, Suiza, 1882, y la de Roma de 1894. Se ha
traducido a muchos idiomas. Se divide en 4 libros: I. De Dios como es en
Sí mismo; II. De Dios y el Origen de las Criaturas; III. De Dios y el
Fin de las Criaturas; IV. De Dios en Su Revelación. Es digno de mención
que los Padres del Concilio Vaticano, tratando sobre la necesidad de la
revelación (Coast. "Dei Filius", c. 2) emplearon casi las mismas
palabras de Santo Tomás escritas por el Santo en esta obra (I, cc. iv,
V) y en la "Summa Theologica" (I, Q. i. a. 1).
(6) Tres obras escritas por orden de Urbano IV:
El "Opusculum contra errores Graecorum" refutaba los errores de
los griegos sobre doctrinas en disputa entre ellos y la Iglesia Romana,
tales como la procedencia del Espíritu Santo del Padre y del Hijo, el
primado del Romano Pontífice, la Sagrada Eucaristía, y el Purgatorio. Se
utilizó contra los griegos con gran efecto en el Concilio de Lyon
(1274) y en el Concilio de Florencia (1493). En el ámbito de los
razonamientos humanos sobre temas profundos, no puede encontrarse algo
tan sublime como el argumento aducido por Santo Tomás para demostrar que
el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo (cf. Summa Theol., I, Q.
xxxvi, a. 2); pero recuérdese que nuestra fe no depende solamente de
este razonamiento.
"Officium de festo Corporis Christi". Mandonnet (Ecrits, p. 127)
declara que es sin duda seguro que Santo Tomás es el autor del bello
Oficio del Corpus Christi, en el que se combina la firme doctrina, la
sentida piedad e instructivas citas de las Escrituras, expresado todo
ello en un lenguaje de gran precisión, belleza, pureza y poesía. Aquí
encontramos los conocidos himnos "Sacris Solemniis", "Pange Lingua" (que
concluye con el "Tantum Ergo"), "Verbum Supernum (que concluye con el
"O Salutaris Hostia") y en la Misa, la bella secuencia "Lauda Sion". En
los responsos del Oficio, Santo Tomás pone palabras del Nuevo Testamento
que afirman la presencia real de Cristo en el Santísimo Sacramento
junto a textos del Antiguo Testamento que prefiguran ya la Eucaristía.
Santeuil, un poeta del siglo XVII, dijo que daría todos sus versos por
una estrofa del "Verbum Supernum". "Se nascens dedit sociu, convescen in
edulium: Se moriens in pretium, Se regnans dat in praemium": "Del
hombre naciendo fue su compañero, en la mesa su alimento, muriendo su
Redentor y en el Reino su premio". Quizás la joya del Oficio es la
antífona "O Sacrum Convivium" (véase Conway, "St. Thomas Aquinas",
Londres y Nueva York, 1911, p. 61). Con "Catena Aurea", aunque no
alcanza la originalidad de sus otras obras, demuestra su íntimo
conocimiento de los Padres de la Iglesia. La obra contiene una serie de
pasajes seleccionados de los escritos de los varios Padres, ordenados de
tal manera que los textos encadenados forman un comentario coherente al
Evangelio. El comentario sobre San Mateo lo dedicó a Urbano IV. Hubo
una traducción al inglés editada por John Henry Newman (4 vols., Oxford
1841-1845; véase Vaughan, op. cit., vol.II, pp. 529 sqq.)
(7) "Summa Theologica". Esta obra inmortalizó a Santo Tomás. El
autor mismo la consideraba sencillamente un manual de la doctrina
Cristiana para estudiantes. En realidad es una completa exposición,
ordenada con criterio científico de la Teología y a la vez un sumario de
la Filosofía Cristiana. .... En el breve prólogo, Santo Tomás destaca
las dificultades experimentadas por los estudiantes de la doctrina
sagrada en su tiempo, citando como causas: la proliferación de
cuestiones, artículos y argumentos inútiles; la falta de un orden
científico; frecuentes repeticiones, "que engendran disgusto y confusión
en la mente de los alumnos". Entonces añade: "con ánimo de evitar estas
dificultades, intentaremos, confiando en la ayuda Divina, tratar sobre
cosas que pertenezcan a la sagrada doctrina de manera tan concisa y
clara como la complejidad del tema permita." En la cuestión
introductoria "De la Doctrina Sagrada", demuestra que además del
conocimiento que proporciona la razón, la Revelación es necesaria
también para salvarse, primero porque sin ella, el hombre no puede
conocer el fin sobrenatural al que deben tender por sus actos
voluntarios y segundo, porque sin la Revelación, incluso las verdades
sobre Dios que pueden demostrarse con la razón serían conocidas "sólo
por unos pocos, tras mucho tiempo, y con gran cantidad de errores".
Cuando se han aceptado las verdades reveladas, la mente del hombre puede
explicarlas y sacar conclusiones de ellas. De aquí nace la Teología,
que es una ciencia, porque procede de principios ciertos (a. 2). El
objeto, o el sujeto, de esta ciencia es Dios; lo demás se considera sólo
en cuanto a su relación con Dios (a. 7). La razón se usa en Teología no
para demostrar las verdades de la fe, que se aceptan por autoridad
divina, sino para defender, explicar y desarrollar las doctrinas
reveladas (a. 8). Así, anuncia la división de la "Summa": "Ya que el fin
de esta sagrada ciencia es proporcionar el conocimiento de Dios, no
solo como El es en sí mismo, sino como el Principio y el Fin de todo,
especialmente de las criaturas racionales, trataremos primero de Dios;
en segundo lugar del progreso de la criatura racional hacia Dios (de
motu creaturae rationalis in Deum); en tercer lugar de Cristo, quien
como Hombre, es el camino mediante el cual tendemos a Dios." Dios en sí
mismo, como Creador, como el Fin de todas las cosas, en especial del
hombre; Dios como el Redentor -- éstas son las principales ideas, las
grandes categorías, bajo las que se contiene todo lo que es la Teología.
(a) Subdivisiones
La Primera Parte se divide en tres tratados: [alpha] De aquellas
cosas que pertenecen a la Esencia de Dios; [beta] De la distinción de
Personas en Dios (el misterio de la Trinidad); [gamma] De la producción
de la criaturas por Dios y de las criaturas por Él producidas.
La Segunda Parte, De Dios en Sí mismo como Fin del hombre, se
denomina a veces "la Teología Moral de Santo Tomás, es decir, su tratado
sobre el fin del hombre y sobre los actos humanos. Se subdivide en dos
partes, conocidas como la Primera Sección de la Segunda (I-II, o 1a 2ae)
y la Segunda de la Segunda (II-II, o 2a 2ae.)
La Primera de la Segunda. Las cinco primeras cuestiones se
dedican a demostrar que el último fin del hombre, su beatitud, consiste
en la posesión de Dios. El hombre puede alcanzar o desviarse de ese fin
mediante sus actos propiamente humanos, es decir, mediante actos libres y
deliberados. Sobre los actos humanos trata primero, de manera general
(en todas excepto las primeras cinco cuestiones de la I-II), en segundo
lugar, en detalle (en toda la II-II). El tratado sobre los actos humanos
en general se divide en dos partes: la primera, sobre los actos humanos
en sí mismos; la otra sobre los principios o causas, extrínsecas o
intrínsecas de esos actos. En estos tratados y en la Segunda de la
Segunda, Santo Tomás, siguiendo a Aristóteles, ofrece una perfecta
descripción y un análisis maravillosamente penetrante de los movimientos
de la mente y el corazón del hombre.
La Segunda de la Segunda, considera los actos humanos, es decir,
las virtudes y los vicios, en particular. En ella, Santo Tomás trata
primero sobre aquellas cosas que afectan a todos los hombres, sea cual
sea su estado social, y después sobre aquellas cosas que afectan sólo a
algunos. Lo que afecta a todos se reduce a siete apartados: Fe Esperanza
y Caridad; Prudencia, Justicia, Fortaleza, y Templanza. En cada
apartado, para evitar repeticiones, Santo Tomás trata no solo de la
virtud misma, sino de los vicios opuestos a ella, los mandamientos para
practicarla, y del don del Espíritu Santo que le corresponde. Lo que
afecta a algunos solamente, se reducen a tres apartados: las gracias
dadas libremente (gratia gratis datae) a ciertos individuos para el bien
de la Iglesia, tales como el don de lenguas, de profecía o de milagros;
la vida activa y la contemplativa; los estados de la vida y los deberes
de cada estado, sobre todo de obispos y religiosos.
La Tercera Parte trata de Cristo y de los beneficios que ha dado
al hombre, de ahí, tres tratados: De la Encarnación, y sobre lo que el
Salvador hizo y padeció; De los Sacramentos, instituidos por Cristo y
derivan su eficacia de Sus méritos y sufrimientos; De la Vida Eterna, es
decir, del fin del mundo, la resurrección de los muertos, el juicio, el
castigo de los malos, la felicidad de los justos que mediante Cristo
alcanzan la vida eterna en el cielo. Tardó ocho años en escribir la
obra, que comenzó en Roma, donde escribió la Primera y la Primera de la
Segunda Parte (1265-69). La Segunda de la Segunda, la comenzó en Roma y
la acabó en París (1271). En 1272 Santo Tomás viajó a Nápoles, donde
escribió la Tercera Parte hasta la cuestión 90 del tratado De la
Penitencia (ver edición Leonina, I, p. xlii). La obra se ha "terminado"
añadiendo un suplemento, basado en otros escritos de Santo Tomás,
atribuidos en algunos casos a Pedro de Auvergne, en otros a Enrique de
Gorkum. Atribuciones que son rechazadas por los editores de la edición
Leonina (XI, pp. viii, xiv, xvii). Mandonnet (op. cit., 153) favorece la
muy probable opinión que fue recopilado por el P. Reinaldo de Piperno,
el fiel compañero y secretario del santo. La "Summa" contiene 38
Tratados, 612 Cuestiones, subdivididas en 3120 artículos, en los que se
proponen y responden 10.000 objeciones. El orden prometido está tan
perfectamente conseguido que refiriéndose al comienzo de los Tratados y
Cuestiones, se puede ver enseguida qué lugar ocupa en el plan general,
que comprende todo aquello que es posible saber mediante la teología,
sobre Dios, sobre el hombre y de su mutua relación... "Toda la Summa va
ordenada según un plan uniforme. Cada tema se presenta como una cuestión
y se divide en artículos... Cada artículo tiene también una disposición
uniforme de partes. El tema se presenta como una pregunta para ser
discutida, bajo el término Utrum, "Es que..." por ejemplo, ¿Utrum Deus
sit? Entonces, se presentan las objeciones contra la tesis propuesta.
Son generalmente tres o cuatro en número, pero a veces se extienden a
siete o más. La conclusión adoptada se presenta entonces con las
palabras, Respondeo dicendum. Al final de la tesis expuesta, se
responden las objeciones, bajo las formas ad primum, ad secundum,
etc."... La Summa es doctrina Cristiana en forma científica; es la razón
humana rindiendo el máximo servicio en la defensa y explicación de las
verdades de la religión cristiana. Es la respuesta del maduro y santo
doctor a la pregunta de su juventud: ¿Qué es Dios? La Revelación,
conocida por las Escrituras y la Tradición; la razón y sus mejores
logros; la solidez y plenitud de la doctrina; el orden, concisión y
claridad de expresión, la abnegación, el amor de la verdad sola, de lo
que se sigue una sorprendente equidad hacia los adversarios y una gran
tranquilidad al combatir sus errores; sobriedad y firmeza de juicio,
junto a una piedad abundante en ternura y claridad - todo ello se
encuentra en esta "Summa" mas que en sus otras obras, mas que en las
obras de sus contemporáneos, porque "entre los doctores escolásticos,
destaca por encima de todos su jefe y maestro Tomás de Aquino, que como
dice Cayetano (In 2am 2ae, Q 148, a. 4) 'porque veneró los antiguos
doctores de la Iglesia, parece haber heredado de alguna manera el
intelecto de todos ellos'" (Encíclica "Aeterni Patris" de León XIII).
(b) Ediciones y Traducciones
Es imposible enumerar las varias ediciones de la "Summa", que se
han usado constantemente durante más de setecientos años. Muy pocos
libros han tenido tantas reediciones. A la primera edición completa,
impresa en Basilea en 1485, pronto le siguieron otros, por ejemplo,
Venecia 1505, 1509, 1588, 1594; Lyon 1520, 1541, 1547, 1548, 1581, 1588,
1624, 1655; Amberes 1575. Estas se enumeran en Touron op. cit., p. 692,
donde dice que a la vez otras ediciones salieron en Roma Amberes,
Rouen, París, Douai, Colonia, Ámsterdam, Bolonia, etc. Los editores de
la edición Leonina estiman dignas de mención las de París 1617, 1638,
1648; Lyon 1663, 1677, 1686; y una edición Romana de 1773 (IV, pp. xi,
xii). De todas las ediciones antiguas consideran las más exactas las de
Padua, 1698 y 1712, así como las Veneciana de 1755.
De las más
recientes, las mejores son: la Leonina, las Migne (París 1841 y 1877);
el primer volumen de la edición de 1841 que contiene el "Libri quatour
sententiarum" de Pedro Lombardo; la muy práctica edición de Faucher (5
tomos. tamaño cuartilla, París 1887), dedicada al Cardenal Pecci,
enriquecida con valiosas notas; una edición Romana de 1894. La "Summa"
ha sido traducida también a muchos idiomas modernos.
C. Método y Estilo de Santo Tomás
No es posible expresar el método tomista en una palabra, si no es
con la palabra "ecléctico". Es Aristotélico, Platónico y Socrático; es
inductivo y deductivo; es analítico y sintético. Tomó lo mejor que
encontró en aquellos que le precedieron, separando la paja del grano,
aprobando lo vierto, rechazando lo falso. Su poder de síntesis era
extraordinario. Ningún escritor le superó en la facultad de expresar en
pocas, pero bien escogidas palabras la verdad recogida de una multitud
de opiniones diversas y antagónicas; y en casi cada caso, el estudiante
puede ver la verdad y quedarse perfectamente satisfecho con los sumarios
y afirmaciones del santo. No es que quiera que sus estudiantes crean
sin más la palabra del maestro. En filosofía, los argumentos basados en
la autoridad son de importancia secundaria; la filosofía no consiste en
saber lo que han dicho los hombres, sino en saber la verdad (In I lib.
de Coelo, lect xxii; II Sent., D. xiv, a. 2 ad lum). Le da el lugar que
le corresponde a la razón en la teología (véase más adelante, Influencia
de Santo Tomás), pero la mantiene dentro de sus propios límites. Contra
los Tradicionalistas la Santa Sede ha declarado que el método de Santo
Tomás y San Buenaventura no lleva al Racionalismo (Denzinger-Bannwart, n
1652).
Aunque no fue tan original al investigar la naturaleza como
Alberto Magno y Roger Bacon, era un adelantado a su tiempo en la
ciencia, y muchas de sus opiniones son de valor científico incluso en el
siglo veinte. Veamos por ejemplo, lo siguiente: "En la misma planta hay
una virtud doble, activa y pasiva, aunque algunas veces la activa se
encuentra en una y la pasiva en otra, así que una planta dícese ser
masculina y la otra femenina" (3 Sent., D. III Q ii, a 1).
El estilo de Santo Tomás es un término medio, entre la ruda
expresividad de algunos Escolásticos y la fastidiosa elegancia de Juan
de Salisbury; es destacable por su exactitud, brevedad, y plenitud. El
Papa Inocencio VI (citado en la Enc. "Aeterni Patris" de León XIII)
declaró que con la excepción de los escritos canónicos, las obras de
Santo Tomás superan a todas las demás en "exactitud en su expresión y
veracidad en sus afirmaciones". (habet proprietatem verborum, modum
dicendorum, veritatem sententiarum). Los grandes oradores, como
Boussuet, Lacordaire, Monsabre, han estudiado su estilo, y han sido
influenciados por él, pero no han sido capaces de reproducirlo. Lo mismo
es cierto de los escritores teológicos. Cayetano conocía el estilo de
Santo Tomás mejor que ninguno de sus discípulos, pero éste no alcanza a
su gran maestro en la claridad y exactitud de expresión, en la sobriedad
y la solidez de sus juicios. Santo Tomás no logró esta perfección sin
esfuerzo. Aunque era un genio singular, también era un trabajador
infatigable, que con la práctica continua alcanzó el singular grado de
perfección en el arte de escribir, en la que el "arte" desaparece. "El
manuscrito del autor de la Summa Contra Gentiles existe todavía casi en
su totalidad. Se encuentra en la Biblioteca Vaticana. El manuscrito es
de tiras de pergamino de diversos matices de color, cubiertos por una
antigua tapa también de pergamino a la que las páginas iban cosidas
originalmente. La escritura es a dos columnas y difícil de descifrar,
llena de abreviaturas, a menudo convirtiéndose en una especie de
taquigrafía. Muchos pasajes están tachados." (Rickaby, op. cit.,
prefacio, ver Ucelli ed., "Sum. coat. gent." Roma, 1878).
Influencias recibidas por Santo Tomás
¿Cómo se formó este genio? Las causas que ejercieron su influencia en
Santo Tomás fueron de dos clases, naturales y sobrenaturales.
A. Causas Naturales
(1) Como fundamento, "era un niño listo, y había recibido un buen
corazón" (Sabiduría, 8, 19). Desde el principio se manifestó su
precocidad, talento y carácter pensativo, siempre por delante de su
edad.
(2) Su educación fue tal que se podían esperan grandes cosas de
él. Su formación en Monte Casino, Nápoles, París y Colonia fue la mejor
que el siglo 13 podía ofrecer, siendo ese siglo la edad dorada de la
educación. Es evidente que ofreció excelentes oportunidades para formar
grandes filósofos y teólogos, como prueba recordemos el carácter de los
contemporáneos de Santo Tomás , Alejandro de Hales, Alberto Magno, San
Buenaventura, San Raimundo de Peñafort, Roger Bacon, Hugo de S. Caro,
Vicente de Beauvais, y muchos más. Esto demuestra que eran días de
auténticos estudiosos y sabios. (véase Walsh, "The Thirteenth Greatest
of Centuries" Nueva York, 1907). Los profesores de Santo Tomás fueron
los de Monte Casino y Nápoles, pero entre ellos destaca Alberto Magno,
con el que estudió en París y Colonia.
(3) Los libros que más le influyeron fueron la Biblia, los
Decretos de los concilios y los Papas, las obras de los Padres, griegos y
latinos, especialmente San Agustín, las "Sentencias" de Pedro Lombardo,
los escritos de los filósofos, especialmente de Platón, Aristóteles y
Boecio. Si de entre ellos destaca alguno, son sin duda Aristóteles, San
Agustín y Pedro Lombardo. En otro sentido, sus escritos fueron
influenciados por Averroes, el principal oponente a combatir para
defender al auténtico Aristóteles.
(4) Recordemos que Santo Tomás poseía la bendición de una
extraordinaria memoria y gran poder retentivo. El P. Daniel d'Agusta una
vez le insistió para que dijera cuál consideraba la mayor gracia que
había recibido, exceptuando, naturalmente la gracia santificante. "Creo
que haber entendido todo aquello que he leído", contestó Santo Tomás.
San Antonino declaró que "recordaba todo lo que leía y que su mente era
como una enorme biblioteca" (ver Drane op. cit., p. 427; Vaughan op.
cit., II p 567). La relación de los textos bíblicos citados en la Summa
Theologica llena ochenta columnas con letra pequeña en la edición de
Migne, y muchos suponen no sin razón que se había aprendido de memoria
la Biblia entera mientras estaba en la cárcel en el Castillo de San
Giovanni. Como Santo Domingo, amaba de manera especial las Epístolas de
san Pablo, de las que escribió comentarios (edición en 2 volúmenes de
Torino, 1891).
(5) Un profundo respeto por la Fe, transmitida por la Tradición,
caracteriza toda su obra. La práctica de la Iglesia (consuetudo
ecclesiae) debe prevalecer sobre la autoridad de cualquier doctor (II-II
Q x a 12). En la "Summa" cita 19 concilios, 41 Papas y 52 Padres de la
Iglesia. Un somero conocimiento de su obra mostrará que entre los
Padres, su favorito era San Agustín (sobre los Padres Griegos, ver
Vaughan op. cit., II cc iii sqq).
(6) Como San Agustín, (II De doctr. Christ. c. xl), Santo Tomás
mantenía que debemos tomar lo que haya de verdad de las obras de los
filósofos paganos, en calidad de "injustos poseedores" y adaptarlo a las
enseñanzas de la religión verdadera (Summa Theologica I, Q. lxxxiv a
5). Solo en la "Summa" cita de las obras de 46 filósofos y poetas,
siendo sus autores favoritos Aristóteles, Platón y entre los autores
cristianos, Boecio. De Aristóteles, aprendió ese amor por el orden y la
exactitud de expresión que caracteriza su propia obra. De Boecio
aprendió que se podían usar los escritos de Aristóteles sin causar
detrimento al Cristianismo. Sin embargo, no siguió el vano intento de
Boecio de reconciliar a Platón con Aristóteles. En general, el
Estagirita fue su maestro, pera la elevación y grandeza de los conceptos
de Santo Tomás y la majestuosa dignidad de su método hablan con gran
fuerza del sublime Platón.
B. Causas Sobrenaturales
Incluso si no aceptamos literalmente la declaración de Juan XXII
de que Santo Tomás realizó tantos milagros como artículos hay en la
"Summa", hemos de buscar más allá de las causas naturales para intentar
explicar su extraordinaria carrera y maravillosos escritos.
(1) La pureza de mente y cuerpo contribuyen en gran medida a la
claridad de visión (véase Santo Tomás , Comentarios sobre 1 Corintios,
c.vii, Lección v). Mediante el don de la pureza, concedido
milagrosamente en el episodio del cinturón místico, Dios hizo angélica
la vida de Tomás; la perspicacia y hondura de su intelecto, con la ayuda
de la gracia, le hizo el "Doctor Angélico".
(2) El espíritu de oración, su gran piedad y devoción, atrajeron
las bendiciones del cielo a sus estudios. Explicando por qué leía
diariamente fragmentos de las "Conferencias" de Casiano, dijo: "En estas
lecturas encuentro la devoción, mediante la cual asciendo rápidamente a
la contemplación". (Prümmer, op. cit., p. 32). En la lectura del Oficio
Divino correspondiente a su festividad, se dice que nunca empezaba a
estudiar sin invocar la ayuda de Dios en oración; y que cuando luchaba
por entender oscuros pasajes bíblicos, añadía el ayuno a la oración.
(3) Testimonios de quienes le conocieron en vida o escribieron en
el momento de su canonización, demuestran que recibió ayuda celestial.
Declaró al P. Reinaldo que había aprendido más en oración y
contemplación que de hombres y libros (Prümmer, op. cit., p. 36). Los
mismos autores cuentan sobre ciertos misteriosos visitantes que le
animaban e iluminaban. Se le apareció la Santísima Virgen para
asegurarle que sus escritos eran aceptables ante Dios, y que se le
concedería perseverar en su santa vocación. San Pedro y San Pablo
vinieron a ayudarle a interpretar un difícil pasaje de Isaías. Cuando su
humildad le hizo considerarse indigno del doctorado, un venerable
religioso de su orden, (se cree que fue Santo Domingo) se le apareció
para animarle y sugerirle el texto de su discurso de apertura (Prümmer
op. cit., 29, 37; Tocco en "Acta SS.", VII Mar.; Vaughan, op. cit., , II
91). Ya se han mencionado sus estados de éxtasis. Todos sus biógrafos
relatan sus abstracciones en presencia del Rey Luis IX (San Luis) y de
distinguidos personajes. De manera que incluso si admitimos un excesivo
entusiasmo por parte de sus admiradores, hemos de concluir que su
extraordinaria sabiduría no puede atribuirse meramente a causas
naturales. Puede decirse que trabajó como si todo dependiera de sus
propias fuerzas y oró como si todo dependiera de Dios.
La influencia de Santo Tomás
A. Influencia en la Santidad
Los grandes Escolásticos eran hombres santos y sabios. Alejandro
de Hales, San Alberto Magno, Santo Tomás y San Buenaventura demuestran
que la sabiduría no seca necesariamente la devoción. El angélico Tomás y
el seráfico Buenaventura representan los máximos ejemplos de la
sabiduría Cristiana, combinando unos conocimientos eminentes con una
santidad heroica. El Cardenal Bessarion llamó a Santo Tomás "el sabio
más santo y el santo más sabio".En sus obras alienta el espíritu de
Dios, una tierna e iluminada piedad, basada en sólidos cimientos, es
decir, en el conocimiento de Dios, de Cristo y del hombre. La Summa
Theologica es un manual de piedad así como un texto teológico. (Ver
Drane op. cit., p. 446). San Francisco de Sales, San Felipe Neri, San
Carlos Borromeo, San Vicente Ferrer, San Pío V, San Antonino
continuamente estudiaban a Santo Tomás . Nada más inspirado que sus
tratados sobre Cristo, en su Sagrada Humanidad, en su Vida y
sufrimientos. Su tratado sobre los sacramentos, especialmente los de la
Penitencia y la Eucaristía, son capaces de derretir los corazones más
endurecidos. Se esfuerza por explicar los diversos ritos de la Misa ("De
Ritu Eucharistiae" en Summa Theologica III Q lxxxiii). Ningún autor ha
expuesto con mayor claridad los efectos que produce en el alma humana
este Pan celestial (ibid. Q lxxix). La Comunión frecuente, recomendada
recientemente por Pío X ("Sacra Trid. Synodus", 1905) se encuentran ya
en Santo Tomás (Q lxxix a. 8; Q lxxx a. 10), aunque no sea tan explícito
sobre este tema como lo es con la Comunión de niños. En el Decreto
"Quam singulari" (1910) el papa cita a Santo Tomás que enseña que cuando
el niño comienza a tener uso de razón, para que pueda desarrollar la
devoción al Santísimo Sacramento, se les puede permitir comulgar (Q lxxx
a. 9 ad 3um). Los aspectos espirituales y devocionales de la teología
de Santo Tomás han sido destacados por el P. Contenson, O.P., en su
"Teología mentis et cordis". Se desarrollan más en a obra del P.
Vallgornera O.P., en Teología Mystica D. Thomae", donde el autor conduce
el alma a Dios a través de las vías purgativa, iluminativa y unitiva.
La encíclica sobre el Espíritu Santo de León XIII se basa en gran medida
en Santo Tomás , y los que han estudiado la "Prima Secundae" y la
"Secunda Secundae" conocen cuán admirablemente el santo explica los
dones y frutos del Espíritu Santo, así como las Bienaventuranzas y su
relación con las diversas virtudes. Casi todos los buenos autores
espirituales buscan en Santo Tomás las definiciones de las virtudes que
ellos recomiendan.
B. Influencia en la Vida Intelectual
Desde los días de Aristóteles, probablemente nadie ha ejercido
tan poderosa influencia en el mundo del pensamiento como Santo Tomás. Su
autoridad fue grande durante su vida. Los Papas, las universidades, los
studia de su Orden deseaban aprovecharse de su sabiduría y prudencia.
Varias de sus principales obras fueron escritas por encargo y todos
buscaban su opinión. En diversas ocasiones los doctores de París le
sometieron sus disputas y quedaron agradecidos de poderse dirigir por su
dictamen (Vaughan op. cit., II 1 p. 544). Sus principios, dados a
conocer en sus escritos, continúan ejerciendo su influencia hasta el día
de hoy. Este tema no puede ser considerado en todos sus aspectos, ni
sería necesario hacerlo. Su influencia en temas puramente filosóficos se
explica en obras sobre la historia de la filosofía. (Los teólogos que
siguieron a Santo Tomás se mencionan en TOMISMO. Ver también ORDEN DE
PREDICADORES II, A, 2, d) Su capital importancia e influencia puede
explicarse si lo consideramos como el Aristóteles Cristiano, combinando
en su persona lo mejor que el mundo ha conocido en filosofía y teología.
Es en esta luz que León XIII le ha puesto como modelo en la famosa
encíclica "Aeterni Patris". La obra de su vida puede resumirse en dos
enunciados: estableció la verdadera relación entre Fe y Razón;
sistematizó la teología.
(1) Fe y Razón
Los principios de Santo Tomás sobre la relación entre Fe y Razón
se proclamaron solemnemente en el Concilio Vaticano. Los capítulos 2, 3 y
4 de la Constitución "Dei Filius" tienen un enorme parecido a los
escritos del Doctor Angélico. En primer lugar, la sola razón no basta
para guiar a los hombres: necesitan la Revelación; hemos de distinguir
cuidadosamente las verdades conocidas por la razón de las verdades más
elevadas (misterios) conocidas por la Revelación. En segundo lugar, la
razón y la Revelación, aunque distintas, no se oponen entre sí. En
tercer lugar, la Fe preserva la razón del error; la razón debe servir la
causa de la Fe. Y en cuarto lugar, este servicio se realiza en tres
formas:
- La razón debe preparar la mente humana para recibir la Fe demostrando las verdades que la Fe propone (praeambula fidei);
- La razón debe explicar y desarrollar las verdades de la Fe y exponerlas de forma científica;
- La razón debe defender las verdades reveladas por Dios Todopoderoso.
Esto es un desarrollo de la famosa frase de San Agustín (De
Trin., XIV s i), en la que dice que el recto uso de la razón es "aquel
que engendra...nutre, defiende y refuerza la Fe". Estos principios los
propone Santo Tomás en muchos lugares, especialmente en "In Boethium d a
Trin. Proem.", Q ii a. 1; "Sum. Cont. gent.", I cc I iii-ix; "Summa",
I, Q. i aa. 1, 5, 8; Q xxxii, a. 1; Q I lxxxiv, a. 5. El servicio de
Santo Tomás a la Fe lo resume León XIII en la encíclica "Aeterni
Patris": "Ganó esta distinción por sí mismo: que él sólo combatió
victoriosamente los errores de tiempos antiguos y dio armas invencibles
para vencer cualquiera que en el futuro pudieran surgir. Distinguiendo
con claridad, como debe ser, la razón y la fe, preservó y consideró los
derechos de cada una, tanto así que la razón remontada en las alas de
Tomás puede apenas elevarse más, mientras que la fe difícilmente puede
esperar mayores o más potentes auxilios de la razón que los que ya ha
obtenido por medio de Tomás". Santo Tomás no combatió enemigos
imaginarios; atacaba adversarios vivos.
Las obras de Aristóteles habían
llegado a Francia en malas traducciones llenas de comentarios engañosos
de filósofos judíos y musulmanes. Ello dio lugar a una ola de errores
que tanto alarmaron las autoridades que la lectura de la Física y
Metafísica de Aristóteles fue prohibida por Roberto de Courçon en 1210,
siendo moderado el decreto por Gregorio IX en 1231. En la Universidad de
París se introdujo subrepticiamente el espíritu insidioso de
irreverencia y "Racionalismo", representado especialmente por Abelardo y
Raimundo Lullus, quienes mantanían que la razón podía conocer y
demostrar todas las cosas, incluso los misterios de la Fe. Averroes
propagó doctrinas peligrosas, destacando dos perniciosos errores: el
primero, que en filosofía y religión, siendo dos cosas diferentes, lo
que es cierto en una puede ser erróneo en la otra; y el segundo, que
todos los hombres tienen una sola alma. Averroes era llamado comúnmente
"El Comentador", pero Santo Tomás dice que "era, más que un
Peripatético, un corruptor de la filosofía Peripatética" (Opuse. De
unit. Intell.). Aplicando un principio de San Agustín, (véase I Q
lxxxiv, a. 5), siguiendo los pasos de Alejandro de Hales y Alberto
Magno, Santo Tomás decidió tomar lo verdadero de los "injustos
poseedores", para ponerlo al servicio de la religión revelada. Las
objeciones contra Aristóteles cesarían si se conociese el verdadero
Aristóteles; por eso su primer interés fue obtener una traducción nueva
de las obras del gran filósofo. Había que purificar a Aristóteles,
refutar los falsos comentaristas, de los que Averroes es el más
influyente, por eso Santo Tomás continuamente se emplea en refutar sus
falsas interpretaciones.
(2) La Teología Sistematizada
El próximo paso fue poner la razón al servicio de la Fe, dando
forma científica a la doctrina Cristiana. La Escolástica no consiste,
como algunos imaginan, en inútiles discusiones y sutilezas, sino en
expresar la verdadera doctrina en lenguaje exacto, claro y conciso. En
la encíclica ""Aeterni Patris", León XIII, citando a Sixto V (Bula
"Triumphantis", de 1588) declara que mucho le debemos al uso recto de la
filosofía por "esos nobles dones que hacen de la teología Escolástica
tan formidable contra los enemigos de la verdad" porque "la inmediata
coherencia entre causa y efecto, el orden y la disposición de un
ejército disciplinado en la batalla, esas claras definiciones y
distinciones, aquellos poderosos argumentos y agudas discusiones por las
que la luz se distinguen de las tinieblas, lo verdadero de lo falso,
exponen y desnudan las falsedades de los herejes envueltas en una nube
de subterfugios y falacias". Cuando los grandes Escolásticos escribían,
había luz donde antes había tinieblas, había orden donde antes
prevalecía la confusión. La obra de San Anselmo y Pedro Lombardo, fue
perfeccionada por los teólogos Escolásticos., Desde entonces, no se ha
hecho ninguna mejora substancial en el plan y sistema de la teología,
aunque el campo de la apologética de ha ensanchado, y la teología
positiva ha cobrado mayor importancia.
C. Seguimiento de la Doctrina Tomista
Poco después de su muerte, los escritos de Santo Tomás eran
universalmente estimados. Los Dominicos naturalmente fueron los primeros
en seguir al Santo. El Capítulo General de París se 1279 prometió
grandes penas para todo aquel que se atreviese a hablar irreverentemente
de él o de sus obras. Los Capítulos de París de 1286, de Burdeos de
1287 y de Lucca de 1288, expresamente dispusieron que los frailes tenían
que seguir la doctrina de Tomás, que en aquel momento no había sido
canonizado (Const. Ord. Praed. N. 1130). La Universidad de París,
coincidiendo con la muerte de Tomás, envió una misiva oficial de pésame
al capítulo general de los Dominicos, diciendo que con los hermanos, la
universidad expresaba su dolor por la pérdida de aquél que era como suyo
propio por sus muchos títulos (véase el texto de la carta en Vaughan
op. cit., II, p. 82). En la encíclica "Aeterni Patris", León XIII
menciona las Universidades de París, Salamanca, Alcalá, Douai, Toulouse,
Lovaina, Padua, Bolonia, Nápoles, Coimbra, como "las sedes del
conocimiento humano donde Tomás reinaba supremo, y donde las mentes de
todos, maestros y discípulos, disfrutaban de una maravillosa armonía
bajo la tutela y autoridad del Doctor Angélico". A esta relación,
podemos añadir Lima y Manila, Friburgo y Washington. Los seminarios y
escuelas siguieron a las universidades. La "Summa" gradualmente
sustituyó a las "Sentencias" como texto de teología. Las mentes se
formaban según los principios de Santo Tomás; se convirtió en un gran
maestro, ejerciendo una vasta influencia universal sobre las opiniones
de los hombres y sus obras; porque incluso los que no adoptaban todas
sus conclusiones, quedaban obligados a considerar sus opiniones. Se
estima que se han escrito unos seis mil comentarios sobre la obra de
Santo Tomás. Durante los últimos 600 años, se han publicado manuales de
teología y filosofía, compuestos con la intención de impartir su
enseñanza; traducciones, estudios o resúmenes (études), de partes de sus
obras, y hasta hoy, su nombre se honra en todo el mundo (véase
TOMISMO). En cada uno de los Concilios Generales que han tenido lugar
después de su muerte, Santo Tomás siempre ha ocupado un lugar de honor.
En el Concilio de Lyon su obra "Contra errores Graecorum" fue utilizado
con gran efecto contra los Griegos. En disputas posteriores, antes y
durante el Concilio de Florencia, Juan de Montenegro, el campeón de la
ortodoxia Latina, encontró en Santo Tomás una fuente inagotable de
argumentos irrefutables. El "Decretum pro Armenis" (Instrucción para los
Armenios) emitido por la autoridad de ese concilio, está tomado casi
literalmente de su tratado "De fidel articuli et septem sacramentis
(véase Densinger-Bannwart n. 695). "En los Concilios de Lyon, Vienne,
Florencia y el Vaticano", escribe León XIII (encíclica "Aeterni
Patris"), "casi podríase decir que Tomás participó y presidió las
deliberaciones y decretos de los Padres contendiendo contra los errores
de los Griegos, herejes y Racionalistas, con una fuerza invencible y con
los más felices resultados. Pero la mayor y más especial gloria de
Tomás, que no comparte con ningún otro Doctor Católico, es que los
Padres de Trento hicieron parte del orden del cónclave poner sobre el
altar, junto al códice de las Sagradas Escrituras y los Decretos de los
Sumos Pontífices, la Summa de Tomás de Aquino, para buscar consejo,
razones e inspiración. Mayor influencia, nadie puede tener. Antes de
concluir esta sección, debemos mencionar dos libros muy conocidos y
apreciados, inspirados por y basados en los escritos de Santo Tomás. El
Catecismo del Concilio de Trento, compuesto por discípulos del Doctor
Angélico, es en realidad un compendio de su teología, presentada en
forma apropiada para uso de los párrocos. La Divina Comedia de Dante se
ha llamado "la Summa de Santo Tomás en verso", y los comentaristas hacen
derivar las divisiones y descripciones de las virtudes y los vicios del
gran poeta florentino a la "Secunda Secundae".
D. Apreciación de Santo Tomás (1) En la Iglesia
La estima de que disfrutaba en vida no ha disminuido, sino
aumentado, en el transcurso de los seis siglos transcurridos desde su
muerte. El lugar que ocupa en la Iglesia lo explica el gran León XIII en
la encíclica "Aeterni Patris", en la que recomienda el estudio de la
filosofía escolástica: "Es sabido que casi todos los fundadores y
legisladores de órdenes religiosas ordenaron a sus frailes estudiar y
hacer suyas las enseñanzas de Santo Tomás... Además de la familia
Dominica, que justamente reclama como suyo a éste gran maestro, los
estatutos de los Benedictinos, Carmelitas, Agustinos, Jesuitas y muchos
otros, dan testimonio de su acatamiento de esta ley." Entre los "muchos
otros", Servitas, Pasionistas, Bernabitas y Sulpicianos se han dedicado
de manera especial al estudio de Santo Tomás. Las principales
universidades donde Santo Tomás brillaba como gran maestro han sido
enumeradas más arriba. Los doctores parisinos le llamaban estrella del
alba, sol luminoso, luz de la Iglesia entera. Esteban, Obispo de París,
reprendiendo a aquellos que se atrevían a atacar la doctrina de aquel
"excelentísimo Doctor, el bendito Tomás", le llama "la gran luminaria de
la Iglesia Católica, la joya del sacerdocio, la flor de los doctores,
el lustroso espejo de la Universidad de París" (Drane, op. cit., p.
431). En la antigua Universidad de Lovaina, los doctores tenían que
descubrirse e inclinarse cuando pronunciaban el nombre de Tomás (Goudin,
op. cit., p. 21).
"Los concilios ecuménicos, donde florecen las flores de todo el
conocimiento terrenal, siempre han procurado de honrar de manera
singular a Santo Tomás. (León XIII en la encíclica "Aeterni Patris").
Este tema ha sido tratado con detalle más arriba. El "Bullarium Ordinis
Praedicatorum", publicado en 1729-39, cita 38 bulas en las que 18
soberanos pontífices alabaron y recomendaron la doctrina de Santo Tomás
(véase también Vaughan op. cit., II, c, ii; Berthier op. cit., pp. 7
sqq). Estas aprobaciones las repite y renueva León XIII, que pone
especial énfasis en "el destacado testimonio de Inocencio VI: 'Su
enseñanza, por encima de todas, exceptuando sólo los cánones, posee tal
elegancia en sus frases, un método en sus afirmaciones, una verdad en
sus proposiciones, que aquellos que la siguen, nunca se desviarán del
camino de la verdad, y el que se atreva a refutarla, siempre será
sospechoso de error (ibid.) León XIII sobrepasó a sus predecesores en su
admiración por Santo Tomás, y declaró que en sus obras se encuentra el
remedio para los muchos males que afligen a nuestra sociedad. (véase
Berthier, op. cit., , introducción). Las Encíclicas de ese ilustre
Pontífice demuestran que había estudiado las obras del Doctor Angélico.
Esto es evidente en las epístolas sobre el matrimonio Cristiano, la
constitución Cristiana de los Estados, la condición de las clases
trabajadoras, y el estudio de la Sagrada Escritura. El Papa Pío X, en
varias Epístolas, por ejemplo en "Pascendi Dominici Gregis" (septiembre
1907), insiste en observar las recomendaciones de León XIII sobre el
estudio de Santo Tomás. Intentar dar los nombres de los escritores
católicos que han expresado su admiración por Santo Tomás sería una
tarea imposible, porque la lista incluiría a casi todos los autores de
filosofía o teología desde el siglo XIII, además de cientos de autores
de otros temas. En los capítulos introductorios de todo buen comentario,
encontramos alabanzas y elogios. Una relación incompleta de autores que
han recogido estos testimonios la da el P. Berthier (op. cit., p. 22).
(2) Fuera de la Iglesia
(a) Antiescolásticos -- Algunas personas han sido y siguen siendo
opuestos a todo lo que se llame Escolástica, que dicen es sinónimo de
sutilezas e inútiles discusiones. Del prólogo de la "Summa" se desprende
con claridad que Santo Tomás se oponía a todo lo superfluo y confuso en
los estudios Escolásticos. Cuando se entiende lo que realmente
significa la verdadera Escolástica, desaparecen las objeciones.
(b) Herejes y Cismáticos -- "Un último triunfo se reservaba para
este hombre incomparable - el obligado homenaje, las alabanzas y la
admiración incluso de los mismísimos enemigos de la palabra Católico"
(León XIII, ibid.) La ortodoxia de Santo Tomás atrajo sobre sí mismo el
odio de todos los Griegos opuestos a la unión con Roma. Los Griegos
unidos, sin embargo, admira a Santo Tomás y estudian sus obras (véase
más arriba, "Traducciones de la "Summa"). Los líderes de la revolución
del siglo XVI honraron a Santo Tomás con sus ataques, en especial el
mismo Lutero, con sus violentas invectivas contra el gran Doctor.
Citando el alegato de Martín Bucer, "Quitad a Tomás y yo destruiré la
Iglesia", León XIII (ibid.) comenta, "La esperanza era vana, pero el
testimonio tiene su valor". Calo, Tocco, y otros biógrafos cuentan que
Santo Tomás, viajando de Roma a Nápoles, convirtió a dos célebres
rabinos Judíos que conoció en la casa de campo del Cardenal Richard.
(Prümmer, op. cit., p. 33; Vaughan, op. cit., , I, p. 705). El Rabino
Pablo de Burgos, en el siglo XV, se convirtió leyendo las obras de Santo
Tomás. Teobaldo Thamer, discípulo de Melanchton, abjuró su herejía tras
haber leído la "Summa" con el propósito de refutarla. El Calvinista
Duperron se convirtió de manera similar, y llegó a ser Arzobispo de Sens
y cardenal. (véase Conway op. cit., p. 96). Pasada la amargura del
primer período de Protestantismo, los protestantes vieron la necesidad
de conservar muchas partes de la filosofía y teología Católicas, y los
que legaban a conocer a Santo Tomás no tenían más remedio que profesarle
su admiración. Uberweg dice que "Elevó la Escolástica a su más alto
grado de desarrollo, efectuando la más perfecta acomodación posible de
la filosofía aristotélica a la ortodoxia eclesiástica" (op. cit., p
440). R. Seeberg, en la "New Schaff-Herzog Religious Encyclopedia" (New
York, 1911) dedica 10 columnas a Santo Tomás, y dice que "en todo logró
defender la doctrina de la Iglesia como creíble y razonable. (XI, p.
427). Durante muchos años, especialmente desde el tiempo de Pusey y
Newman, Santo Tomás ha sido muy considerado en Oxford. Recientmente la
"Summa Contra Gentiles" figura en la lista de temas que pueden ser
ofrecidas por un candidato en las "final honour schools" de Litterae
Humaniores de esa Universidad (cf. Walsh, op. cit., c. xvii). Durante
varios años, el P. De Groot, O.P., ha sido profesor de filosofía
Escolástica en la Universidad de Ámsterdam, y se han instituido cursos
de filosofía Escolástica en algunas de las principales universidades no
católicas de Estados Unidos. Los Anglicanos profesan una gran admiración
por Santo Tomás. Alfred Mortimer, en el capítulo "The Study of
Theology" de su obra titulada "Catholic Faith and Practice" (2 tomos,
Nueva York, 1909), se queja de que el sacerdote o ministro inglés no
tiene conocimientos científicos de la Reina de las Ciencias", y
ofreciendo un remedio, afirma, "El esquema más simple y perfecto de la
teología universal se encuentra en la Summa Theologica de Santo Tomás "
(vol. II, pp. 454, 465).
Santo Tomás y el pensamiento moderno
En el Syllabus de 1864 Pío IX condenó una afirmación que decía que
los métodos y principios de los antiguos doctores escolásticos no se
adaptaban a las necesidades de nuestro tiempo y al progreso científico
(Denzinger-Bannwart, n. 1713). En la encíclica "Aeterni Patris", León
XIII señala los beneficios que se derivan de "una reforma práctica de la
filosofía, restaurando las reconocidas enseñanzas de Santo Tomás de
Aquino". El Papa exhorta a los obispos a "restaurar la sabiduría áurea
de Tomás y difundirla por todas partes en defensa y para mayor belleza
de la Fe Católica, para el bien de la sociedad y para el avance de todas
las ciencias. En las páginas de la Encíclica que preceden
inmediatamente a esas palabras, explica por qué la enseñanza de Santo
Tomás llevarían a tal deseable resultado: Santo Tomás es el gran maestro
para explicar y defender la Fe, porque suya es "la sólida doctrina de
los Padres y Escolásticos, que con tanta claridad y vigor demuestran los
firmes fundamentos de la Fe, su origen Divino, su certera Verdad, los
argumentos que la sostienen, los beneficios que ha dispensado a la
humanidad, y su perfecto acuerdo con la razón de tal manera que
satisface completamente las mentes abiertas a la persuasión, aunque
estén indispuestas para ello". La carrera de Santo Tomás en sí misma
hubiera justificado a León XIII cuando aseguró a los hombres del siglo
XIX que la Iglesia Católica no se oponía al recto uso de la razón.
También se destacan los aspectos sociológicos de Santo Tomás: "Las
enseñanzas de Santo Tomás sobre el verdadero significado de la Libertad,
que ahora se está convirtiendo en libertinaje, sobre el origen Divino
de toda autoridad, sobre las Leyes y su fuerza, sobre el justo y
paternal gobierno de los príncipes, sobre la obediencia a las máximas
autoridades, sobre la mutua caridad fraterna -- en fin, sobre todos
estos y otros temas, poseen una gran e invencible fuerza para conquistar
y vencer aquellos principios del "nuevo orden" que hacen peligrar el
pacífico orden de cosas y la seguridad pública" (ibid.). Loa males que
afectan la sociedad moderna han sido señalados por el Papa en la
epístola "Inescrutabili" del 21 de abril de 1878, y en la que versa
sobre el Socialismo, Comunismo y Nihilismo. ("Las Grandes Encíclicas de
León XIII", pp. 9 sqq.; 22 sqq.) De qué manera los principios del Doctor
Angélico proveerán un remedio para estos males, se explica aquí de
manera general, y de manera más particular en las epístolas sobre la
constitución Cristiana de los estados, la libertad humana, los
principales deberes de los cristianos como ciudadanos, y cobre las
condiciones de las clases trabajadoras. (ibid., pp. 107, 135, 180, 208).
Es en relación a las ciencias, que algunos dudan de la actualidad
de los escritos del Santo; se refieren a las ciencias físicas y
experimentales, ya que en la metafísica, los escolásticos son
reconocidos maestros. León XIII llama la atención a las siguientes
verdades: (a) Los Escolásticos nunca se opusieron a la investigación.
Sosteniendo como principio antropológico "que la inteligencia humana es
llevada al conocimiento de las cosas sin cuerpo y materia sólo mediante
las cosas sensibles, entendieron bien que nada era más útil a un
filósofo que la indagación diligente en los misterios de la naturaleza, y
la constancia en el estudio de los fenómenos físicos" (ibid. p. 55).
Este principio se llevaba a la práctica: Santo Tomás, San Alberto Magno,
Roger Bacon, y otros, "prestaron gran atención al conocimiento de la
naturaleza" (ibid., p. 56). (b) La investigación sola no basta a la
verdadera ciencia. "Cuando se establecen los hechos, es necesario
aplicarnos al estudio de los objetos corpóreos, para indagar las leyes
que les gobiernan y los principios de los que surgen su orden y unidad
diversa" (p. 55) Pretenderán los científicos de hoy en día razonar o
sintetizar mejor que Santo Tomás? León XIII recomienda el método y los
principios del Santo: "Si algo es tratado con demasiada sutileza por los
doctores escolásticos; si hay algo que no concuerda con los
descubrimientos modernos, o en una palabra, es de alguna manera
indemostrable, no se nos ocurriría proponerlo como ejemplo para nuestro
tiempo" (p.56) De la misma manera que Santo Tomás en su día asistió a un
movimiento hacia Aristóteles y la filosofía, incontrolable, pero
susceptible de ser dirigido para servir a la causa de la verdad, León
XIII, viendo en el mundo de su época, un espíritu de estudio e
investigación que podía producir tanto bien como mal, no quiso ahogarlo,
sino que se propuso presentar un moderador y maestro que pudiera
guiarlo por los caminos de la Verdad.
Y ningún otro podía haberse escogido, más que Tomás de Aquino, el
maestro de la mente clara, del análisis, de la síntesis, de la
comprensión. Su paciencia extraordinaria y equidad al tratar con los
filósofos equivocados, su aprobación de todo lo verdadero en sus
escritos y su delicadeza en condenar sus falsedades, su claridad de
visión al señalar la ruta hacia el conocimiento en todas sus ramas, su
aptitud y precisión al expresar la Verdad -- estas cualidades le
distinguen como un gran maestro no solo del siglo XIII, sino de todos
los tiempos. Si alguien le considera demasiado sutil, es porque no saben
lo claro, conciso y sencillo de sus definiciones y divisiones. Sus dos
"Summae" son obras maestras de la pedagogía, y le otorgan el título de
"el más grande de los maestros humanos". Incluso tuvo que lidiar con
errores muy similares a los que hoy en día se encubren con los
apelativos de filosofía o ciencia. El Racionalismo de Abelardo y otros,
engendraron los luminosos y eternos principios sobre la verdadera
relación entre fe y razón. El ontologismo fue sólidamente refutado por
Santo Tomás casi seis siglos antes de Malebranche, Gioberti y Ubaghs
(véase Summa Theologica I, Q lxxxiv, a, 5). La verdadera doctrina sobre
los primeros principios y universalidades, dados por él y por otros
escolásticos, es la mejor refutación a la crítica de Kant de las ideas
metafísicas (véase por ejemplo, "Post. Analyt.", I, lect. Xix, "De ente
et essentia", c, iv; Summa Theologica, I Q xvii, a. 3, corp. y ad 2um; Q
lxxix, a. 3; Q lxxxiv, a. 5, a. 6, corp. y ad 1um, Q lxxxv, a. 2, ad
2um, a. 3, ad 1um, ad 4um. Véase en el índice a la "Summa", "Veritas",
"Principium", "Universale"). El Panteísmo psicológico moderno no difiere
substancialmente de la teoría de "una sola alma para todos los hombres"
de Averroes (véase "De unit. Intell." Y Summa Theologica, I, Q lxxvi,
a, 2; Q lxxix, a. 5). El error Modernista que distingue al Cristo de la
Fe del Cristo de la Historia, tuvo su precursor en el principio
Averroísta de que una cosa puede ser cierta en la filosofía y falso en
la religión.
En la encíclica "Providentissimus Deus" (18 de noviembre de 1893)
León XIII extrae de las obras de Santo Tomás los principios y sabias
reglas de deben gobernar la crítica científica de la Sagrada Escritura.
De la misma fuente, los escritores modernos han sacado principios muy
útiles para la solución de problemas relacionados con el Espiritismo y
el Hipnotismo. ¿Debemos concluir, entonces, que la obra de Santo Tomás,
tal y como él la dejó, ofrece suficiente instrucción para los
científicos, filósofos y teólogos de nuestros días? De ninguna manera.
Vetera novis augere et perficere -- "Reforzar y completar lo Viejo con
la ayuda de lo Nuevo" es el lema de la restauración propuesta por León
XIII. Si Santo Tomás viviese hoy, adoptaría sin dudarlo todos los datos y
hechos desvelados por las recientes investigaciones científicas e
históricas, pero sopesando con esmero toda la evidencia ofrecida a favor
de tales hechos. En nuestros días, una teología positiva es más
necesaria que en el siglo XIII. León XIII defiende su validez en su
Encíclica y su afirmación se confirma y renueva en la Epístola sobre el
Modernismo de Pío X. Pero ambos pontífices declaran que la teología
positiva no debe ser entronizada relegando un segundo plano la teología
Escolástica. En la Encíclica "Pascendi", al ofrecer remedios contra al
Modernismo, Pío X, siguiendo a su ilustre predecesor, pone en primer
lugar "la filosofía Escolástica, especialmente como fue enseñada por
Tomás de Aquino". Santo Tomás sigue siendo "El Ángel de las Escuelas".