Antes de empezar a desarrollar el
tema que quiero tratar en este artículo, quisiera hacer una aclaración, para
evitar malos entendidos: la violencia contra las mujeres es repudiable y debe
ser condenada por la ley y por cualquier persona de buena voluntad, como debe
ser condenada la violencia contra los ancianos, contra los niños por nacer y
contra cualquier grupo humano que, por la razón que sea, se vea en inferioridad
de condiciones físicas, psíquicas, sociales, etc.
Un hombre que golpea o mata a una
mujer debe ser castigado; de igual modo, una mujer que golpea a un niño o lo
asesina mediante un aborto. El problema comienza cuando se pretende dar mayor
peso a la violencia contra un grupo determinado de personas. Golpear a otro,
sea hombre o mujer, está mal. No hay razón para decir que, si el victimario es
hombre y la víctima mujer, está mal, pero si es al revés, está bien.
El marxismo propone la lucha de
clases, donde los ricos son los malos y los pobres los buenos. Esa idea fue cambiando
algunos componentes, hasta convertirse hoy en la “lucha de sexos”, donde la
mujer es la oprimida y el varón el opresor. Los que defienden estas ideas nunca
van a admitir que sea así, pero basta ver un video de “concientización” para
darse cuenta de lo que hablo. Hace unos días, haciendo “zapping” di con uno de
estos spots, donde actuaba gente del ambiente artístico más chabacano, pero
suficiente como para influenciar a las masas. Frases como “¿Te dice que es
mejor que no trabajes, que te quedes en casa? Eso es violencia” o “¿Te pregunta
con quién hablas por celular? Eso es violencia”. En un momento, uno de estos
actorcillos de telenovelas, pregunta “¿Un insulto, un empujón?”; y así mezclan
la violencia con el legítimo derecho que tiene un marido a saber con quién habla
su esposa o de pedirle, si así lo considera conveniente, que se quede en casa a
cumplir su función de madre y esposa. En una parte del video, uno de los
personajes dice “Si se arrepiente y te pide perdón, no alcanza”. Entonces, la
única vía sería el divorcio.
Ya Engels en “El Capital” se
manifestaba hostil hacia la familia. La subversión marxista jamás buscó
proteger al proletario o a la mujer frente al avasallamiento de los
capitalistas o los varones, respectivamente. De hecho, la historia muestra que,
lejos de hacer prosperar a los pobres, el comunismo se encargó de empobrecer a
las clases medias, sumando más pobreza a la ya existente. Con la mujer se da la
contradicción de que, si bien por un lado aparentan defenderla, por el otro
dicen que es (la mujer) una construcción social. Así se desarrolló la
tristemente célebre ideología de género, que niega las diferencias sustanciales
del varón y la mujer, reduciéndolas al sexo que, eventualmente, también podría
cambiarse, según el antojo de los depravados.
Llegados a este punto, podrá
preguntarse el lector: ¿a dónde quiere llegar quien escribe? La respuesta es
sencilla: el adoctrinamiento de las masas, mediante la educación, los medios de
comunicación y demás, para subvertir el orden moral y eliminar el sentido
común, es un hecho. No se trata de una teoría conspirativa. Los mismos que se
levantaron en armas contra la Patria en los años 60 y 70 para instaurar un
régimen marxista, son los que hoy están en el Congreso legislando en contra de
la familia y la vida humana, son los mismos que hoy desinforman utilizando los
medios de comunicación, son aquellos que pintan consignas en las paredes de la
Catedral como “la única iglesia que ilumina es la que arde”. Es la revolución
gramsciana que, como un cáncer, está matando a nuestro país y al mundo entero.
Los feministas consideran que
todo lo que vaya en contra de la decisión de una mujer, es violencia, así esa
decisión sea inmoral. Según ellos, si una mujer queda embarazada y no se
le permite abortar, es víctima de violencia de género. Ni el fin ni los medios
importan para legitimar o condenar una acción, sino si quien la ejecuta es una
mujer o un varón.
San Agustín en su magnífica
Civitate Dei expone muy bien el problema. La Iglesia sigue su marcha y la
promesa de Cristo, respecto a que las puertas del infierno no prevalecerían
contra Ella, debe darnos la tranquilidad de que así será. Pero está la
Babilonia, bajo el dominio de Satanás, que corrompió al poder político y que
vomita todo su odio, utilizando a los movimientos feministas, el periodismo,
las escuelas y todo lo que esté a su alcance para pervertir todo orden
establecido por el Creador. Sabe el demonio que, finalmente, será derrotado,
por eso ataca lo que Dios más ama. Así buscan las logias y sectas subvertir
todo orden, utilizando movimientos como el feminismo, para violentar las
conciencias, haciendo creer que está bien asesinar bebés, borrar la figura del
padre, prostituir con la impudicia y las malas costumbres a la mujer; promover
la sodomía; el onanismo y demás perversiones.
Es importante la oración en
familia, la participación en la Santa Misa de los padres junto a los hijos,
frecuentar los Sacramentos y formarse no sólo para sí, sino también para
formar. Una charla en el ámbito laboral o un comentario en las redes sociales,
puede rescatar a un hijo de Dios perdido en la pestilencia del pensamiento
único que se impone con más rencor cada día, con la connivencia de presidentes
de muchas naciones, de miembros de organizaciones internacionales y, para
nuestro pesar, de muchos pastores a los que el Señor les confió el cuidado de
Su rebaño.
Hace menos de un año se estrenó
en Argentina una película llamada “Me casé con un boludo”. Llama la atención
que, los mismos que consideran violento a un hombre por preguntarle a su esposa
con quién habla por celular, se rían de una mujer que llama “boludo” a su
marido.
Ayer eran los proletarios contra los
capitalistas, hoy las mujeres contra los hombres. Mañana tal vez sean los niños
contra sus padres. Toda división o antagonismo sistemático entre distintos
grupos humanos, responde a un plan diabólico. Nadie puede adherir a ideas así
sin incurrir en una grave ofensa a Dios.
Pidamos a María Santísima que
interceda por las familias, especialmente por aquellas que sufren divisiones
internas o que se ven atacadas desde afuera por la dictadura del relativismo,
como bien llamaba el Papa Emérito Benedicto XVI a esta corriente ideológica que
persigue a todo el que no adhiera a ella.
El 22 de
Agosto la Iglesia celebra a Santa María, Reina. Sin embargo, antes de la
reforma litúrgica, en este día tenía lugar la Fiesta del Inmaculado Corazón de
María. Algunos institutos y congregaciones utilizan el calendario tradicional o
el Vetus Ordo, por lo que quisiera dejarles un video sobre el Triunfo del
Inmaculado Corazón de María, donde habla el P. Juan Rivas LC. En el mismo, el
Padre toca otros temas de interés, como la posesión de un joven, al cual él
mismo acompañó al Vaticano para que el Papa Francisco le dé una bendición que,
según muchos exorcistas, se trató de un verdadero exorcismo.
Disfruten el video y que Santa
María Virgen y Reina de todo lo creado interceda por ustedes.
Hermanos, hoy quiero dejarles una maravillosa homilía que pronunció el Papa Benedicto XVI en la Solemnidad de la Asunción de María del Año 2010.
Eminencia;
excelencia;
autoridades;
queridos hermanos y hermanas:
Hoy la Iglesia celebra una de las fiestas más importantes del año litúrgico dedicadas a María santísima: la Asunción. Al terminar su vida terrena, María fue llevada en alma y cuerpo al cielo, es decir, a la gloria de la vida eterna, a la comunión plena y perfecta con Dios.
Este año se celebra el sexagésimo aniversario desde que el venerable Papa Pío XII, el 1 de noviembre de 1950, definió solemnemente este dogma, y quiero leer —aunque es un poco complicada— la forma de la dogmatización. Dice el Papa: «Por eso, la augusta Madre de Dios, misteriosamente unida a Jesucristo desde toda la eternidad, por un solo y mismo decreto de predestinación, inmaculada en su concepción, virgen integérrima en su divina maternidad, generosamente asociada al Redentor divino, que alcanzó pleno triunfo sobre el pecado y sus consecuencias, consiguió al fin, como corona suprema de sus privilegios, ser conservada inmune de la corrupción del sepulcro y, del mismo modo que antes su Hijo, vencida la muerte, ser elevada en cuerpo y alma a la suprema gloria del cielo, donde brillaría como reina a la derecha de su propio Hijo, Rey inmortal de los siglos» (const. ap. Munificentissimus Deus: AAS 42 [1950] 768-769).
Este es, por tanto, el núcleo de nuestra fe en la Asunción: creemos que María, como Cristo, su Hijo, ya ha vencido la muerte y triunfa ya en la gloria celestial en la totalidad de su ser, «en cuerpo y alma». San Pablo, en la segunda lectura de hoy, nos ayuda a arrojar un poco de luz sobre este misterio partiendo del hecho central de la historia humana y de nuestra fe, es decir, el hecho de la resurrección de Cristo, que es «la primicia de los que han muerto». Inmersos en su Misterio pascual, hemos sido hechos partícipes de su victoria sobre el pecado y sobre la muerte. Aquí está el secreto sorprendente y la realidad clave de toda la historia humana. San Pablo nos dice que todos fuimos «incorporados» en Adán, el primer hombre, el hombre viejo; todos tenemos la misma herencia humana, a la que pertenece el sufrimiento, la muerte y el pecado. Pero a esta realidad que todos podemos ver y vivir cada día añade algo nuevo: no sólo tenemos esta herencia del único ser humano, que comenzó con Adán, sino que hemos sido «incorporados» también en el hombre nuevo, en Cristo resucitado, y así la vida de la Resurrección ya está presente en nosotros. Por tanto, esta primera «incorporación» biológica es incorporación en la muerte, incorporación que genera la muerte. La segunda, nueva, que se nos da en el Bautismo, es «incorporación» que da la vida. Cito de nuevo la segunda lectura de hoy; dice san Pablo: «Porque, habiendo venido por un hombre la muerte, también por un hombre viene la resurrección de los muertos. Pues del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo. Pero cada cual en su rango: Cristo como primicia; luego los de Cristo en su venida» (1 Co 15, 21-23)».
Ahora bien, lo que san Pablo afirma de todos los hombres, la Iglesia, en su magisterio infalible, lo dice de María en un modo y sentido precisos: la Madre de Dios se inserta hasta tal punto en el Misterio de Cristo que es partícipe de la Resurrección de su Hijo con todo su ser ya al final de su vida terrena; vive lo que nosotros esperamos al final de los tiempos cuando sea aniquilado «el último enemigo», la muerte (cf. 1 Co 15, 26); ya vive lo que proclamamos en el Credo: «Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro».
Entonces podemos preguntarnos: ¿Cuáles son las raíces de esta victoria sobre la muerte anticipada prodigiosamente en María? Las raíces están en la fe de la Virgen de Nazaret, como atestigua el pasaje del Evangelio que hemos escuchado (cf. Lc 1, 39-56): una fe que es obediencia a la Palabra de Dios y abandono total a la iniciativa y a la acción divina, según lo que le anuncia el arcángel. La fe, por tanto, es la grandeza de María, como proclama gozosamente Isabel: María es «bendita entre las mujeres», «bendito es el fruto de su vientre» porque es «la madre del Señor», porque cree y vive de forma única la «primera» de las bienaventuranzas, la bienaventuranza de la fe. Isabel lo confiesa en su alegría y en la del niño que salta en su seno: «¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (v. 45). Queridos amigos, no nos limitemos a admirar a María en su destino de gloria, como una persona muy lejana de nosotros. No. Estamos llamados a mirar lo que el Señor, en su amor, ha querido también para nosotros, para nuestro destino final: vivir por la fe en la comunión perfecta de amor con él y así vivir verdaderamente.
A este respecto, quiero detenerme en un aspecto de la afirmación dogmática, donde se habla de asunción a la gloria celestial. Hoy todos somos bien conscientes de que con el término «cielo» no nos referimos a un lugar cualquiera del universo, a una estrella o a algo parecido. No. Nos referimos a algo mucho mayor y difícil de definir con nuestros limitados conceptos humanos. Con este término «cielo» queremos afirmar que Dios, el Dios que se ha hecho cercano a nosotros, no nos abandona ni siquiera en la muerte y más allá de ella, sino que nos tiene reservado un lugar y nos da la eternidad; queremos afirmar que en Dios hay un lugar para nosotros. Para comprender un poco más esta realidad miremos nuestra propia vida: todos experimentamos que una persona, cuando muere, sigue subsistiendo de alguna forma en la memoria y en el corazón de quienes la conocieron y amaron. Podríamos decir que en ellos sigue viviendo una parte de esa persona, pero es como una «sombra» porque también esta supervivencia en el corazón de los seres queridos está destinada a terminar. Dios, en cambio, no pasa nunca y todos existimos en virtud de su amor. Existimos porque él nos ama, porque él nos ha pensado y nos ha llamado a la vida. Existimos en los pensamientos y en el amor de Dios. Existimos en toda nuestra realidad, no sólo en nuestra «sombra». Nuestra serenidad, nuestra esperanza, nuestra paz se fundan precisamente en esto: en Dios, en su pensamiento y en su amor; no sobrevive sólo una «sombra» de nosotros mismos, sino que en él, en su amor creador, somos conservados e introducidos con toda nuestra vida, con todo nuestro ser, en la eternidad.
Es su amor lo que vence la muerte y nos da la eternidad, y es este amor lo que llamamos «cielo»: Dios es tan grande que tiene sitio también para nosotros. Y el hombre Jesús, que es al mismo tiempo Dios, es para nosotros la garantía de que ser-hombre y ser-Dios pueden existir y vivir eternamente uno en el otro. Esto quiere decir que de cada uno de nosotros no seguirá existiendo sólo una parte que, por así decirlo, nos es arrancada, mientras las demás se corrompen; quiere decir, más bien, que Dios conoce y ama a todo el hombre, lo que somos. Y Dios acoge en su eternidad lo que ahora, en nuestra vida, hecha de sufrimiento y amor, de esperanza, de alegría y de tristeza, crece y se va transformando. Todo el hombre, toda su vida es tomada por Dios y, purificada en él, recibe la eternidad. Queridos amigos, yo creo que esta es una verdad que nos debe llenar de profunda alegría. El cristianismo no anuncia sólo una cierta salvación del alma en un impreciso más allá, en el que todo lo que en este mundo nos fue precioso y querido sería borrado, sino que promete la vida eterna, «la vida del mundo futuro»: nada de lo que para nosotros es valioso y querido se corromperá, sino que encontrará plenitud en Dios. Todos los cabellos de nuestra cabeza están contados, dijo un día Jesús (cf. Mt 10, 30). El mundo definitivo será el cumplimiento también de esta tierra, como afirma san Pablo: «La creación misma será liberada de la esclavitud de la corrupción para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios» (Rm 8, 21). Se comprende, entonces, que el cristianismo dé una esperanza fuerte en un futuro luminoso y abra el camino hacia la realización de este futuro. Estamos llamados, precisamente como cristianos, a edificar este mundo nuevo, a trabajar para que se convierta un día en el «mundo de Dios», un mundo que sobrepasará todo lo que nosotros mismos podríamos construir. En María elevada al cielo, plenamente partícipe de la resurrección de su Hijo, contemplamos la realización de la criatura humana según el «mundo de Dios».
Oremos al Señor para que nos haga comprender cuán preciosa es a sus ojos toda nuestra vida, refuerce nuestra fe en la vida eterna y nos haga hombres de la esperanza, que trabajan para construir un mundo abierto a Dios, hombres llenos de alegría que saben vislumbrar la belleza del mundo futuro en medio de los afanes de la vida cotidiana y con esta certeza viven, creen y esperan.
Con la lectura de la fórmula propia del rito de canonización, esta mañana el Papa Francisco declaró santos a San Juan Pablo II y San Juan XXIII, en una ceremonia histórica y sin precedentes en la que están reunidos cuatro Pontífices, con la participación del Sumo Pontífice Emérito Benedicto XVI.
Ayer se cumplió un año de la renuncia del Papa Benedicto XVI. Como comenté en otra ocasión, fue gracias a él que pude alejarme de la secta protestante donde estaba y retornar al seno de la Santa Madre Iglesia.
Podría decir muchas cosas bellas de este gran Papa, pero prefiero compartir con ustedes un pequeño artículo de pluma ajena para recordar un poco su pontificado y entender el valor que tuvo (y aún tiene) el maravilloso Magisterio que nos dejó.
La Decición de un Teólogo que Paralizó al Mundo
A nadie se le había pasado por la cabeza que Benedicto XVI acabaría
su Pontificado renunciando. Los vaticanistas, basándose en sus
investigaciones, aseguraban que el estado de salud del teólogo alemán
había empeorado considerablemente en los últimos meses.
Nada más lejos de la realidad. He de decir que días antes a la
renuncia, y tras los achaques provocados por el caso del mayordomo, el
Papa Benedicto XVI parecía recobrar su estado de ánimo, debilitado
durante la etapa de Vatileaks. La valentía y el coraje que tuvo el Papa
alemán para tomar tal decisión dicen mucho de su persona, y de su
inteligencia.
Él fue quien durante sus ocho años de pontificado luchó para
esclarecer casos de abusos sexuales que fueron tapados en un pasado, fue
quien comenzó a destapar las cuentas del banco IOR, fue también quien
recogió el difícil relevo del carismático Juan Pablo II, y fue quien nos
dio una lección de humildad a todos, siendo consciente de que algunos
que se hacen llamar “católicos” iban a criticarle. Le aplaudió el mundo
entero (creyentes y no creyentes), porque ningún líder mundial ha sabido
nunca estar a su nivel, y tener la sangre fría que tuvo él.
Es el Papa que más ha hecho por la Iglesia Universal en los últimos
años, y es aquel al que menos se le reconocerá. Es un hombre sencillo,
al que nunca le gustaron los focos, dado que prefería encerrarse en sus
escritos y oraciones. Estoy de acuerdo, en que su lenguaje no estaba
preparado para esta sociedad inculta y desprestigiada, de hoy en día,
aquella que hoy entiende perfectamente el mismo mensaje en un tono más
llano proveniente del Papa Francisco.
El Papa Benedicto XVI, ya sin fuerzas para seguir tirando del carro,
allanó el camino a Francisco, quien ha encontrado en él a su mejor
consejero. De hecho, días antes de su renuncia, dejó un documento
privado para el que fuese su sucesor. En él seguro que ya le construyó
el primer puente entre el sucesor de Pedro y el pueblo, las
instituciones y los diferentes organismos mundiales. La decisión que
cambió el curso de la historia fue tomada por un hombre humilde,
trabajador y que siempre quiso lo mejor para la Iglesia.
La Iglesia celebra hoy a Santo Tomás de Aquino. Quiero dejarles un artículo extraído de la Enciclopedia Católica, un poco extenso, pero que realmente vale la pena leer.
Antes de leer, les recomiendo miren estos videos donde Benedicto XVI nos habla sobre este gran santo. En el primero, realiza una breve biografía introductoria y en el segundo, cuenta un poco sobre la obra cumbre de Santo Tomás, La Summa Teológica.
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Doctor de la Iglesia
Vida
Se conocen los acontecimientos principales de su vida, pero los
biógrafos difieren en cuanto a algunos detalles y fechas. Henry Denfile
falleció antes de poder cumplir su proyecto de escribir una vida crítica
del santo. El amigo y alumno de Denfile, Dominic Prümmer, O. P.,
profesor de teología en la Universidad de Friburgo, Suiza, se encargó de
la obra y publicó el "Fontes Vitae S. Thomae Aquinatis, notis
historicis et criticis illustrati"; y el primer fascículo (Toulouse,
1911) ya ha aparecido, dando la vida de Santo Tomás por Peter Calo
(1300), publicado ahora por primera vez. Tolomeo de Lucca ... dice que
cuando murió el santo, se dudaba sobre su edad exacta (Prümmer, op. cit.
45). Normalmente se da el fin de 1225 como el momento de su nacimiento.
El P. Prümmer, basándose en Calo, cree que 1227 es la fecha más
probable (op. cit., 28). Hay un acuerdo general en que su muerte ocurrió
en 1274.
Landolfo, su padre, era Conde de Aquino. Teodora, su madre,
Condesa de Teano. Su familia estaba emparentada con los Emperadores
Enrique VI y Federico II, y los Reyes de Aragón, Castilla y Francia.
Calo cuenta que un santo ermitaño predijo su carrera, diciéndole a
Teodora antes de su nacimiento: "Entrará en la Orden de los Frailes
Predicadores, y su conocimiento y santidad serán tan grandes que en
vida, no se encontrará nadie que le iguale". (Prümmer, op. cit., 18). A
los cinco años, según las costumbres de la época, fue enviado a recibir
su primera formación con los monjes Benedictinos de Monte Casino.
Diligente en sus estudios, desde muy pequeño se observó su buena
disposición para la meditación y la oración, y su maestro se sorprendió
al oírle preguntar repetidas veces: "¿Que es Dios?"
Alrededor del año 1236, le enviaron a la Universidad de Nápoles.
Calo dice que el traslado se hizo por iniciativa del Abad de Monte
Casino, quien escribió al padre de Tomás que un chico de su talento no
debe ser dejado en la sombra (Prümmer, op. cit., 20). En Nápoles, sus
maestros fueron Pietro Martín y Petrus Hibernos. El cronista dice que
pronto superó a Martín en gramática y fue transferido a Pedro de Irlanda
quién le formó en Lógica y ciencias Naturales. Las costumbres de la
época dividían Filosofía y Letras en dos cursos: el Trivium, que cubría
Gramática, Lógica y Retórica; el Quadrivium, que se componía de Música,
Matemática, Geometría y Astronomía... Tomás repetía las lecciones con
mayor profundidad y lucidez que sus maestros. El corazón del joven se
había conservado puro en medio de la corrupción que le rodeaba, y
decidió abrazar la vida religiosa.
Entre 1240 y 1243 recibió el hábito de la Orden de Santo Domingo,
atraído y dirigido por Juan de San Julián, un conocido predicador del
convento de Nápoles. La ciudad estaba asombrada al ver a un noble joven
como él tomar el hábito de un pobre fraile. Su madre, con sentimientos
de alegría y tristeza a la vez, se apresuró a ir a Nápoles a ver a su
hijo. Los Dominicos, temiendo que se lo llevaran, le enviaron a Roma,
aunque su destino final sería París o Colonia. Teodora convenció a los
hermanos de Tomás, que eran soldados del Emperador Federico, capturaron
al novicio cerca del pueblo de Aquependente y le recluyeron en la
fortaleza de San Juan de Rocca Secca. Allí estuvo detenido casi dos
años, mientras sus padres, hermanos y hermanas hacían todo lo posible
para destruir su vocación. Sus hermanos incluso tendieron trampas a su
virtud, pero el puro novicio echó de la habitación a la tentadora con un
tizón que sacó del fuego. Hacia el fin de su vida, Santo Tomás le
confió a su fiel amigo y compañero, Reinaldo de Piperno, el secreto de
un favor especial que recibió entonces. Cuando echó a la tentadora de la
habitación, se arrodilló y ardientemente imploró a Dios que le
concediera la integridad de mente y cuerpo. Cayó en un sueño ligero, y
mientras dormía, dos ángeles se le aparecieron para asegurarle que su
oración había sido escuchada. Le ciñeron un cinturón, diciendo: "Te
ceñimos con el cinturón de la virginidad perpetua." Y desde ese día en
adelante jamás experimentó el más leve movimiento de la concupiscencia.
El tiempo en cautiverio no fue perdido. Su madre empezó a ceder
tras los primeros impulsos de ira y tristeza; se les permitió a los
Dominicos proporcionarle nuevos hábitos, y con la ayuda de su hermana
obtuvo algunos libros -las Sagradas Escrituras, la Metafísica de
Aristóteles y las "Sentencias" de Pedro Lombardo. Tras año y medio o dos
en prisión, sea porque su madre se dio cuenta de que la profecía del
ermitaño se cumpliría o bien porque sus hermanos temían las amenazas de
Inocencio IV y Federico II, fue puesto en libertad bajándolo en un cesto
a los brazos de los Dominicos que se admiraron al darse cuenta de que
durante su cautiverio "había progresado tanto como si hubiera estado en
un studium generale" (Calo op. cit., 24).
Tomás enseguida hizo sus votos, y sus superiores le mandaron a
Roma. Inocencio IV examinó con atención los motivos que le llevaron a
entrar en la Orden de Predicadores, le despidió con una bendición y
prohibió cualquier interferencia en su vocación. Juan el Teutón, cuarto
Maestro General de la Orden, llevó al joven estudiante a París y según
la mayoría de los biógrafos del santo, a Colonia, en 1244 o 1245, a
cargo de Alberto Magno, el más famoso profesor de la Orden. En las
escuelas, el carácter humilde y taciturno de Tomás fue mal interpretado
como indicios de retraso mental, pero cuando Alberto escuchó su
brillante defensa de una difícil tesis, exclamó: "Llamamos a este joven
un buey mudo, pero su mugido doctrinal un día resonará hasta los
confines del mundo."
En 1245 enviaron a Alberto a París y Tomás le acompañó como
alumno. En 1248 ambos volvieron a Colonia. Alberto había sido nombrado
regente del nuevo studium generale, erigido aquel año por el Capítulo
General de la Orden y Tomás debía enseñar bajo su autoridad como
Bachiller. (Sobre el sistema de titulación en el siglo XIII ver ORDEN DE
PREDICADORES --- II, A, 1, d). Durante su estancia en Colonia,
probablemente en 1250, fue ordenado sacerdote por Conrado de Hochstaden,
arzobispo de esa ciudad. Durante toda su vida, con frecuencia predicó
la Palabra de Dios en Alemania, Francia e Italia. Sus sermones se
caracterizaban por su fuerza, piedad, solidez en la enseñanza y
abundantes referencias bíblicas. En 1251 o 1252, el Maestro General de
la Orden, aconsejado por Alberto Magno y Hugo de San Caro, nombró a
Tomás Bachiller (subregente) del studium Dominico en París. Este
nombramiento puede considerarse como el principio de su vida pública, ya
que su enseñanza rápidamente llamó la atención tanto de profesores como
de alumnos. Sus deberes consistían principalmente en explicar las
"Sentencias" de Pedro Lombardo, y sus comentarios sobre ese texto
teológico le proporcionaron el material y en gran parte, en esquema
general para su obra magna, la "Summa Theologica". En el transcurso del
tiempo, se le ordenó prepararse para el Doctorado de Teología por la
Universidad de París, pero aplazaron la concesión del título por una
disputa entre la universidad y los frailes. El conflicto, en su origen
una disputa entre la universidad y las autoridades civiles, surgió tras
un incidente con la guardia de la ciudad que resultó en un estudiante
muerto y otros tres heridos. La universidad, celosa de su autonomía,
exigía una satisfacción que le fue negada. Los doctores cerraron sus
facultades, juraron solemnemente que no las abrirían hasta ver
satisfechas sus demandas y decretaron que en e futuro a nadie se le
conferiría el título de doctor a menos que jurase seguir la misma línea
de conducta en circunstancias similares. Los Dominicos y Franciscanos,
que habían seguido enseñando en sus escuelas se negaron a hacer el
juramento exigido, y de aquí surgió un amargo conflicto que estaba en su
punto álgido cuando Santo Tomás y San Buenaventura estaban preparados
para recibir sus doctorados. Guillermo de San Amour extendió la disputa
más allá del tema original, atacó violentamente a los Frailes, de los
que estaba evidentemente celoso, y les negó su derecho a ocupar cátedras
en la universidad. Contra su libro "De periculis novissimorum temporum"
(Los peligros de los Últimos Tiempos) Santo Tomás escribió el tratado
"Contra impugnantes religionem", una apología de las órdenes religiosas
(Touron op. cit., II cc. vii sqq.). El libro de Guillermo de San Amour
fue condenado por Alejandro IV en Anagni, el 5 de octubre de 1256 y el
Papa ordenó que los frailes mendicantes fueran admitidos al doctorado.
Por estas fechas, Santo Tomás también combatió un libro
peligroso, "El Evangelio Eterno" (Touron op. cit., II, cxii). Las
autoridades universitarias no obedecieron inmediatamente; fueron
necesarias la influencia de San Luis IX y once Breves papales para
lograr de nuevo la paz. Santo Tomás recibió su doctorado en teología. La
fecha que dan la mayoría de sus biógrafos es la del 23 de octubre de
1257. Su tema fue "La Majestad de Cristo". Su texto, "Él riega los
montes desde sus aposentos: del fruto de sus obras se sacia la tierra"
(Salmo 103, 13) sugerido, según se cree, por un visitante celeste, fue
profético de su vida futura. La tradición cuenta que San Buenaventura y
Santo Tomás recibieron el doctorado el mismo día y que hubo una "lucha"
de humildad entre los dos amigos para ver quién sería nombrado primero.
Desde entonces, la vida de Tomás puede resumirse en pocas
palabras, orar, predicar, enseñar, escribir, viajar. La gente deseaba
más escucharle a él que a Alberto, a quien Santo Tomás superaba en
precisión, lucidez, concisión y fuerza de expresión, sino en
universalidad de conocimientos. París le reclamaba como suyo; los Papas
deseaban tenerle junto a ellos; los studia de la Orden ansiaban
disfrutar de los beneficios de su enseñanza; así, le encontramos
sucesivamente en Anagni, Roma, Bolonia, Orvieto, Viterbo, Perugia y
París de nuevo y finalmente en Nápoles, siempre enseñando y escribiendo,
viviendo en la tierra con una pasión, un celo ardiente por exponer y
defender la verdad Cristiana. Tan dedicado estaba a su sagrada misión
que con lágrimas pedía que no le obligaran a aceptar la titularidad del
Arzobispado de Nápoles, que le fue conferido por Clemente IV en 1265. Si
hubiese aceptado este nombramiento, muy probablemente nunca hubiera
escrito la "Summa Theologica.".
Cediendo a las peticiones de sus hermanos, en varias ocasiones
participó en las deliberaciones de los Capítulos Generales de la Orden.
Uno de dichos capítulos tuvo lugar en Londres en 1263. En otro,
celebrado en Valenciennes (1259) colaboró con Alberto Magno y Pedro de
Tarentasia (que sería el Papa Inocencio V) a formular un sistema de
estudios que substancialmente permanece hasta hoy en los studia
generalia de la Orden Dominicana. (cf. Douais, op. cit.)
No sorprende leer en las biografías de Santo Tomás que
frecuentemente se abstraía y quedaba en éxtasis. Hacia el final de su
vida éstos momentos de éxtasis se sucedían con mayor frecuencia. Una vez
en Nápoles, en 1273, tras completar su tratado sobre la Eucaristía,
tres hermanos le vieron levitar en éxtasis, y oyeron una voz que venía
del crucifijo del altar que decía: "Has escrito bien de mí, Tomás, que
recompensa deseas?". Tomás respondió, "Nada más que a ti, Señor".
(Prümmer, op. cit., p.38). Se dice que esto se repitió en Orvieto y
París.
Y el 6 de diciembre de 1273, dejó su pluma y no escribió más. Ese
día, durante la Misa, experimentó un éxtasis de mucha mayor duración
que la acostumbrada; sobre lo que le fue revelado sólo podemos
conjeturar por su respuesta al Padre Reinaldo, que le animaba a
continuar sus escritos: "No puedo hacer más. Se me han revelado tales
secretos que todo lo que he escrito hasta ahora parece que no vale para
nada" (modica, Prümmer, op. cit., p. 43). La Summa Theologica había sido
terminada solo hasta la pregunta 90 de la tercera parte (De partibus
poenitentiae).
Tomás comenzó su preparación inmediata para la muerte. Gregorio
X, habiendo convocado un concilio general a celebrar en Lyon el primero
de mayo de 1274, invitó a Santo Tomás y San Buenaventura a participar en
las deliberaciones, ordenó al primero traer al concilio su tratado
"Contra errores Graecorum" (Contra los Errores de los Griegos). Intentó
obedecer y salió a pie en enero de 1274, pero le fallaron las fuerzas;
cayó desplomado cerca de Terracina, desde donde le llevaron al Castillo
de Maienza, hogar de su sobrina la Condesa Francesca Ceccano. Los monjes
cistercienses de Fossa Nuova, insistieron para que se alojara con
ellos, y así fue trasladado a su monasterio, y al entrar, le susurró a
su compañero: "Este es para siempre el lugar de mi reposo; aquí habitaré
porque lo deseo" (Salmo 131:14). Cuando el P. Reinaldo le pidió que se
quedase en el castillo, el santo replicó: "Si el Señor desea llevarme
consigo, será mejor que me encuentre entre religiosos que entre laicos".
Los Cistercienses le brindaron tantas atenciones y bondad, que
abrumaron el sentido de humildad de Tomás. "¿A qué viene tanto honor",
exclamó, "que siervos de Dios lleven la leña para mi hoguera?". Ante la
insistencia de los monjes, el santo dictó un breve comentario sobre el
Cantar de los Cantares.
El final se acercaba; se le administró la Extremaunción. Cuando
entraron con el Sagrado Viático a su habitación, pronunció el siguiente
acto de fe:
Si en este mundo hubiese algún conocimiento de este sacramento
mas fuerte que el de la fe, deseo ahora usarlo en afirmar que creo
firmemente y sé de cierto que Jesucristo, Dios Verdadero y Hombre
Verdadero, Hijo de Dios e Hijo de la Virgen María está en este
Sacramento... Te recibo a Ti, el precio de mi redención, por cuyo amor
he velado, estudiado y trabajado. A Ti he predicado, a Ti he enseñado.
Nunca he dicho nada en Tu contra: si dije algo mal, es sólo culpa de mi
ignorancia. Tampoco quiero ser obstinado en mis opiniones, así que
someto todas ellas al juicio y enmienda de la Santa Iglesia Romana, en
cuya obediencia ahora dejo esta vida.
Murió el 7 de marzo de 1274. Numerosos milagros atestiguaron su
santidad. Fue canonizado por Juan XXII, el 18 de julio de 1323. Los
monjes de Fossa Nuova querían a toda costa quedarse con sus sagrados
restos, pero Urbano V ordenó que el cuerpo fuera entregado a sus
hermanos Dominicos, siendo trasladado solemnemente a la iglesia Dominica
de Toulouse, el 28 de enero de 1369. La magnífica capilla erigida en
1628 fue destruida durante la revolución francesa y su cuerpo trasladado
a la iglesia de San Sernin, donde reposa hasta el día de hoy en un
sarcófago de oro y plata, que fue solemnemente bendecido por el Cardenal
Desprez el 24 de julio de 1878. El hueso mayor de su brazo izquierdo se
conserva en la catedral de Nápoles. El brazo derecho, donado a la
Universidad de París y originalmente conservado en la Capilla de Santo
Tomás de la iglesia Dominicana, se guarda actualmente en la iglesia
Dominicana de Santa María sopra Minerva en Roma a donde llegó tras la
revolución francesa.
Calo (Prümmer, op. cit., p. 401) dio una descripción de la
apariencia del santo: dice que sus rasgos se correspondían con la
grandeza de su alma. Era alto y corpulento, erguido y bien
proporcionado. Su tez era "como el color del trigo nuevo": su cabeza era
grande y bien formada y era algo calvo. Todos los retratos lo
representan con porte noble, meditativo, dulce y a la vez fuerte. San
Pío V proclamó a Santo Tomás Doctor de la Iglesia en 1567. En la
Encíclica "Aeterni Patris" del 4 de agosto de 1879 sobre la restauración
de la filosofía cristiana, León XIII le declaró "príncipe y maestro de
todos los doctores escolásticos". El mismo ilustre pontífice, mediante
una Breve del 4 de agosto de 1880, le designó patrono de todas las
universidades, academias y escuelas católicas de todo el mundo.
Escritos
A. Comentarios Generales
Aunque Santo Tomás vivió menos de cincuenta años, escribió más de
sesenta obras, algunas cortas, otras muy largas. Esto no significa que
toda la producción auténtica haya sido escrita directamente a mano; le
ayudaron secretarios, y sus biógrafos aseguran que podía dictar a varios
escribientes a la vez. Le han sido falsamente atribuidas otras obras,
que fueron en realidad escritas por sus discípulos.
En "Scriptores Ordinis Praedicatorum" (París 1719) el P. Echard
dedica ochenta y seis folios a la obra de Santo Tomás, las diversas
ediciones y traducciones (I, pp. 282-348) Touron (op. cit., pp. 69 sqq.)
dice que se encontraron copias manuscritas en casi todas las
bibliotecas de Europa, y que tras la invención de la prensa, se
multiplicaron las ediciones en Alemania, Francia e Italia, siendo la
"Summa Theologica" una de las primeras obras importantes impresas. Peter
Schoeffer, editor de Mainz, publicó "Secunda Secundae" en 1467. Esta es
la primera copia impresa conocida de las obras de Santo Tomás. La
primera edición competa de la "Summa" fue editada en Basilea, en 1485.
Muchas otras ediciones de ésta y otras obras salieron a la luz en los
siglos XVI y XVII, especialmente en Venecia y Lyon. Las ediciones
principales de la Obra Completa (Opera Omnia) son: Roma, 1570, Venecia,
1594, 1612, 1745; Amberes, 1612; París, 1660, 1871-80 (Vives); Parma,
1852-73; Roma 1882 (la Leonina). La edición romana de 1570, llamada "la
Piana" llamada así por Pío V, quien la mandó editar, fue la norma
durante muchos años. Además de un texto cuidadosamente revisado,
contenía los comentarios del Cardenal Cayetano y la valiosa "Tabula
Aurea" de Pedro de Bergamo. La edición veneciana de 1612 fue muy
estimada porque el texto iba acompañado de los comentarios
"Cayetano-Porrecta"... La edición Leonina, comenzada baja el patrocinio
de León XIII, continuaría entonces bajo el Maestro General de los
Dominicos, sin duda la más perfecta de todas. Se insertarían comentarios
críticos de cada sección, se emprendería una revisión muy cuidadosa del
texto y se comprobarían todas las referencias. Por orden de León XIII
(Motu Proprio del 18 de enero de 1880) la "Summa contra gentiles" se
editaría con los comentarios de Silvestre Ferrariensis, mientras que los
comentarios de Cayetano van con la "Summa Theologica".
Esta última obra se ha publicado, siendo los volúmenes IV-XII de
la edición (el último en 1906). La obra de Santo Tomás puede
clasificarse como filosófica, teológica, escriturística y apologética.
Esta división, sin embargo, no siempre se mantiene. La "Summa
Theologica", por ejemplo, contiene mucha filosofía, mientras que la
"Summa contra Gentiles" es principalmente, aunque no exclusivamente,
filosófica y apologética. Sus obras filosóficas son principalmente
comentarios a Aristóteles y sus primeros escritos teológicos fueron
comentarios de los cuatro primeros libros de "Sentencias" de Pedro
Lombardo. Pero no sigue servilmente ni al Filósofo, ni al Maestro de las
Sentencias (para comentarios sobre el Lombardo rechazado por los
teólogos, véase Migne, 1841, edición de la "Summa Theologica" I, p.
451).
B. Sus obras principales en detalle
Entre las obras que muestras la personalidad y método de Santo Tomás, las siguientes merecen destacada atención:
(1) "Quaestiones disputatae" (Cuestiones Disputadas): Tratados
más completos sobre temas que no quedaron lo bastante claros en sus
conferencias y clases y sobre los cuales había recibido preguntas
solicitando su opinión. Son valiosos porque en ellos, el autor, libre de
los límites del tiempo y espacio, se expresa libremente y proporciona
todos los argumentos, en pro y en contra de las opiniones en cuestión.
Estos tratados, que contienen las Cuestiones "De potentia", "De malo",
"De spirit. creaturis", "De anima", "De unione Verbi Incarnati", "De
virt. in communi", "De caritate", "De corr. fraterna", "De spe", "De
virt. cardinal.", "De veritate", fueron editadas a menudo, por ejemplo,
recientemente por la Asociación de San Pablo (2 volúmenes, París y
Friburgo, Suiza, 1883).
(2) "Quodlibeta" (Temas Varios), presenta cuestiones o argumentos
propuestos y sus respuestas, dadas dentro o fuera de las salas de
conferencias, principalmente en los ejercicios escolásticos más
formales, denominados "circuli", "conclusiones" o "determinationes", que
tenían lugar una o dos veces al año.
(3) "De unitate intellectus contra Averroístas": Este opúsculo
refuta un error muy peligroso y difundido, es decir, que existía una
sola alma para todos los hombres, una teoría que eliminaba la libertad y
responsabilidad individual.
(4) "Commentaria in Libros Sententiarum" (antes mencionado): Esta
y la obra siguiente fueron los predecesores inmediatos de la "Summa
Theologica".
(5) "Summa de veritate catholicae fidei contra gentiles" (Tratado
sobre la Verdad de la Fe Católica contra los Infieles): Este obra
escrita en Roma, entre 1261 y 1264, la compuso bajo demanda de San
Raimundo de Peñafort, que quería una exposición filosófica y defensa de
la Fe Cristiana, para utilizarla contra los Judíos y Moros en España. Es
un modelo perfecto de apologética sólida y paciente, en la que prueba
que ninguna verdad demostrable (ciencia) se opone a la verdad revelada
(fe). Las mejores ediciones recientes son la de Roma 1878 (de Ucelli),
la de París y Friburgo, Suiza, 1882, y la de Roma de 1894. Se ha
traducido a muchos idiomas. Se divide en 4 libros: I. De Dios como es en
Sí mismo; II. De Dios y el Origen de las Criaturas; III. De Dios y el
Fin de las Criaturas; IV. De Dios en Su Revelación. Es digno de mención
que los Padres del Concilio Vaticano, tratando sobre la necesidad de la
revelación (Coast. "Dei Filius", c. 2) emplearon casi las mismas
palabras de Santo Tomás escritas por el Santo en esta obra (I, cc. iv,
V) y en la "Summa Theologica" (I, Q. i. a. 1).
(6) Tres obras escritas por orden de Urbano IV:
El "Opusculum contra errores Graecorum" refutaba los errores de
los griegos sobre doctrinas en disputa entre ellos y la Iglesia Romana,
tales como la procedencia del Espíritu Santo del Padre y del Hijo, el
primado del Romano Pontífice, la Sagrada Eucaristía, y el Purgatorio. Se
utilizó contra los griegos con gran efecto en el Concilio de Lyon
(1274) y en el Concilio de Florencia (1493). En el ámbito de los
razonamientos humanos sobre temas profundos, no puede encontrarse algo
tan sublime como el argumento aducido por Santo Tomás para demostrar que
el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo (cf. Summa Theol., I, Q.
xxxvi, a. 2); pero recuérdese que nuestra fe no depende solamente de
este razonamiento.
"Officium de festo Corporis Christi". Mandonnet (Ecrits, p. 127)
declara que es sin duda seguro que Santo Tomás es el autor del bello
Oficio del Corpus Christi, en el que se combina la firme doctrina, la
sentida piedad e instructivas citas de las Escrituras, expresado todo
ello en un lenguaje de gran precisión, belleza, pureza y poesía. Aquí
encontramos los conocidos himnos "Sacris Solemniis", "Pange Lingua" (que
concluye con el "Tantum Ergo"), "Verbum Supernum (que concluye con el
"O Salutaris Hostia") y en la Misa, la bella secuencia "Lauda Sion". En
los responsos del Oficio, Santo Tomás pone palabras del Nuevo Testamento
que afirman la presencia real de Cristo en el Santísimo Sacramento
junto a textos del Antiguo Testamento que prefiguran ya la Eucaristía.
Santeuil, un poeta del siglo XVII, dijo que daría todos sus versos por
una estrofa del "Verbum Supernum". "Se nascens dedit sociu, convescen in
edulium: Se moriens in pretium, Se regnans dat in praemium": "Del
hombre naciendo fue su compañero, en la mesa su alimento, muriendo su
Redentor y en el Reino su premio". Quizás la joya del Oficio es la
antífona "O Sacrum Convivium" (véase Conway, "St. Thomas Aquinas",
Londres y Nueva York, 1911, p. 61). Con "Catena Aurea", aunque no
alcanza la originalidad de sus otras obras, demuestra su íntimo
conocimiento de los Padres de la Iglesia. La obra contiene una serie de
pasajes seleccionados de los escritos de los varios Padres, ordenados de
tal manera que los textos encadenados forman un comentario coherente al
Evangelio. El comentario sobre San Mateo lo dedicó a Urbano IV. Hubo
una traducción al inglés editada por John Henry Newman (4 vols., Oxford
1841-1845; véase Vaughan, op. cit., vol.II, pp. 529 sqq.)
(7) "Summa Theologica". Esta obra inmortalizó a Santo Tomás. El
autor mismo la consideraba sencillamente un manual de la doctrina
Cristiana para estudiantes. En realidad es una completa exposición,
ordenada con criterio científico de la Teología y a la vez un sumario de
la Filosofía Cristiana. .... En el breve prólogo, Santo Tomás destaca
las dificultades experimentadas por los estudiantes de la doctrina
sagrada en su tiempo, citando como causas: la proliferación de
cuestiones, artículos y argumentos inútiles; la falta de un orden
científico; frecuentes repeticiones, "que engendran disgusto y confusión
en la mente de los alumnos". Entonces añade: "con ánimo de evitar estas
dificultades, intentaremos, confiando en la ayuda Divina, tratar sobre
cosas que pertenezcan a la sagrada doctrina de manera tan concisa y
clara como la complejidad del tema permita." En la cuestión
introductoria "De la Doctrina Sagrada", demuestra que además del
conocimiento que proporciona la razón, la Revelación es necesaria
también para salvarse, primero porque sin ella, el hombre no puede
conocer el fin sobrenatural al que deben tender por sus actos
voluntarios y segundo, porque sin la Revelación, incluso las verdades
sobre Dios que pueden demostrarse con la razón serían conocidas "sólo
por unos pocos, tras mucho tiempo, y con gran cantidad de errores".
Cuando se han aceptado las verdades reveladas, la mente del hombre puede
explicarlas y sacar conclusiones de ellas. De aquí nace la Teología,
que es una ciencia, porque procede de principios ciertos (a. 2). El
objeto, o el sujeto, de esta ciencia es Dios; lo demás se considera sólo
en cuanto a su relación con Dios (a. 7). La razón se usa en Teología no
para demostrar las verdades de la fe, que se aceptan por autoridad
divina, sino para defender, explicar y desarrollar las doctrinas
reveladas (a. 8). Así, anuncia la división de la "Summa": "Ya que el fin
de esta sagrada ciencia es proporcionar el conocimiento de Dios, no
solo como El es en sí mismo, sino como el Principio y el Fin de todo,
especialmente de las criaturas racionales, trataremos primero de Dios;
en segundo lugar del progreso de la criatura racional hacia Dios (de
motu creaturae rationalis in Deum); en tercer lugar de Cristo, quien
como Hombre, es el camino mediante el cual tendemos a Dios." Dios en sí
mismo, como Creador, como el Fin de todas las cosas, en especial del
hombre; Dios como el Redentor -- éstas son las principales ideas, las
grandes categorías, bajo las que se contiene todo lo que es la Teología.
(a) Subdivisiones
La Primera Parte se divide en tres tratados: [alpha] De aquellas
cosas que pertenecen a la Esencia de Dios; [beta] De la distinción de
Personas en Dios (el misterio de la Trinidad); [gamma] De la producción
de la criaturas por Dios y de las criaturas por Él producidas.
La Segunda Parte, De Dios en Sí mismo como Fin del hombre, se
denomina a veces "la Teología Moral de Santo Tomás, es decir, su tratado
sobre el fin del hombre y sobre los actos humanos. Se subdivide en dos
partes, conocidas como la Primera Sección de la Segunda (I-II, o 1a 2ae)
y la Segunda de la Segunda (II-II, o 2a 2ae.)
La Primera de la Segunda. Las cinco primeras cuestiones se
dedican a demostrar que el último fin del hombre, su beatitud, consiste
en la posesión de Dios. El hombre puede alcanzar o desviarse de ese fin
mediante sus actos propiamente humanos, es decir, mediante actos libres y
deliberados. Sobre los actos humanos trata primero, de manera general
(en todas excepto las primeras cinco cuestiones de la I-II), en segundo
lugar, en detalle (en toda la II-II). El tratado sobre los actos humanos
en general se divide en dos partes: la primera, sobre los actos humanos
en sí mismos; la otra sobre los principios o causas, extrínsecas o
intrínsecas de esos actos. En estos tratados y en la Segunda de la
Segunda, Santo Tomás, siguiendo a Aristóteles, ofrece una perfecta
descripción y un análisis maravillosamente penetrante de los movimientos
de la mente y el corazón del hombre.
La Segunda de la Segunda, considera los actos humanos, es decir,
las virtudes y los vicios, en particular. En ella, Santo Tomás trata
primero sobre aquellas cosas que afectan a todos los hombres, sea cual
sea su estado social, y después sobre aquellas cosas que afectan sólo a
algunos. Lo que afecta a todos se reduce a siete apartados: Fe Esperanza
y Caridad; Prudencia, Justicia, Fortaleza, y Templanza. En cada
apartado, para evitar repeticiones, Santo Tomás trata no solo de la
virtud misma, sino de los vicios opuestos a ella, los mandamientos para
practicarla, y del don del Espíritu Santo que le corresponde. Lo que
afecta a algunos solamente, se reducen a tres apartados: las gracias
dadas libremente (gratia gratis datae) a ciertos individuos para el bien
de la Iglesia, tales como el don de lenguas, de profecía o de milagros;
la vida activa y la contemplativa; los estados de la vida y los deberes
de cada estado, sobre todo de obispos y religiosos.
La Tercera Parte trata de Cristo y de los beneficios que ha dado
al hombre, de ahí, tres tratados: De la Encarnación, y sobre lo que el
Salvador hizo y padeció; De los Sacramentos, instituidos por Cristo y
derivan su eficacia de Sus méritos y sufrimientos; De la Vida Eterna, es
decir, del fin del mundo, la resurrección de los muertos, el juicio, el
castigo de los malos, la felicidad de los justos que mediante Cristo
alcanzan la vida eterna en el cielo. Tardó ocho años en escribir la
obra, que comenzó en Roma, donde escribió la Primera y la Primera de la
Segunda Parte (1265-69). La Segunda de la Segunda, la comenzó en Roma y
la acabó en París (1271). En 1272 Santo Tomás viajó a Nápoles, donde
escribió la Tercera Parte hasta la cuestión 90 del tratado De la
Penitencia (ver edición Leonina, I, p. xlii). La obra se ha "terminado"
añadiendo un suplemento, basado en otros escritos de Santo Tomás,
atribuidos en algunos casos a Pedro de Auvergne, en otros a Enrique de
Gorkum. Atribuciones que son rechazadas por los editores de la edición
Leonina (XI, pp. viii, xiv, xvii). Mandonnet (op. cit., 153) favorece la
muy probable opinión que fue recopilado por el P. Reinaldo de Piperno,
el fiel compañero y secretario del santo. La "Summa" contiene 38
Tratados, 612 Cuestiones, subdivididas en 3120 artículos, en los que se
proponen y responden 10.000 objeciones. El orden prometido está tan
perfectamente conseguido que refiriéndose al comienzo de los Tratados y
Cuestiones, se puede ver enseguida qué lugar ocupa en el plan general,
que comprende todo aquello que es posible saber mediante la teología,
sobre Dios, sobre el hombre y de su mutua relación... "Toda la Summa va
ordenada según un plan uniforme. Cada tema se presenta como una cuestión
y se divide en artículos... Cada artículo tiene también una disposición
uniforme de partes. El tema se presenta como una pregunta para ser
discutida, bajo el término Utrum, "Es que..." por ejemplo, ¿Utrum Deus
sit? Entonces, se presentan las objeciones contra la tesis propuesta.
Son generalmente tres o cuatro en número, pero a veces se extienden a
siete o más. La conclusión adoptada se presenta entonces con las
palabras, Respondeo dicendum. Al final de la tesis expuesta, se
responden las objeciones, bajo las formas ad primum, ad secundum,
etc."... La Summa es doctrina Cristiana en forma científica; es la razón
humana rindiendo el máximo servicio en la defensa y explicación de las
verdades de la religión cristiana. Es la respuesta del maduro y santo
doctor a la pregunta de su juventud: ¿Qué es Dios? La Revelación,
conocida por las Escrituras y la Tradición; la razón y sus mejores
logros; la solidez y plenitud de la doctrina; el orden, concisión y
claridad de expresión, la abnegación, el amor de la verdad sola, de lo
que se sigue una sorprendente equidad hacia los adversarios y una gran
tranquilidad al combatir sus errores; sobriedad y firmeza de juicio,
junto a una piedad abundante en ternura y claridad - todo ello se
encuentra en esta "Summa" mas que en sus otras obras, mas que en las
obras de sus contemporáneos, porque "entre los doctores escolásticos,
destaca por encima de todos su jefe y maestro Tomás de Aquino, que como
dice Cayetano (In 2am 2ae, Q 148, a. 4) 'porque veneró los antiguos
doctores de la Iglesia, parece haber heredado de alguna manera el
intelecto de todos ellos'" (Encíclica "Aeterni Patris" de León XIII).
(b) Ediciones y Traducciones
Es imposible enumerar las varias ediciones de la "Summa", que se
han usado constantemente durante más de setecientos años. Muy pocos
libros han tenido tantas reediciones. A la primera edición completa,
impresa en Basilea en 1485, pronto le siguieron otros, por ejemplo,
Venecia 1505, 1509, 1588, 1594; Lyon 1520, 1541, 1547, 1548, 1581, 1588,
1624, 1655; Amberes 1575. Estas se enumeran en Touron op. cit., p. 692,
donde dice que a la vez otras ediciones salieron en Roma Amberes,
Rouen, París, Douai, Colonia, Ámsterdam, Bolonia, etc. Los editores de
la edición Leonina estiman dignas de mención las de París 1617, 1638,
1648; Lyon 1663, 1677, 1686; y una edición Romana de 1773 (IV, pp. xi,
xii). De todas las ediciones antiguas consideran las más exactas las de
Padua, 1698 y 1712, así como las Veneciana de 1755.
De las más
recientes, las mejores son: la Leonina, las Migne (París 1841 y 1877);
el primer volumen de la edición de 1841 que contiene el "Libri quatour
sententiarum" de Pedro Lombardo; la muy práctica edición de Faucher (5
tomos. tamaño cuartilla, París 1887), dedicada al Cardenal Pecci,
enriquecida con valiosas notas; una edición Romana de 1894. La "Summa"
ha sido traducida también a muchos idiomas modernos.
C. Método y Estilo de Santo Tomás
No es posible expresar el método tomista en una palabra, si no es
con la palabra "ecléctico". Es Aristotélico, Platónico y Socrático; es
inductivo y deductivo; es analítico y sintético. Tomó lo mejor que
encontró en aquellos que le precedieron, separando la paja del grano,
aprobando lo vierto, rechazando lo falso. Su poder de síntesis era
extraordinario. Ningún escritor le superó en la facultad de expresar en
pocas, pero bien escogidas palabras la verdad recogida de una multitud
de opiniones diversas y antagónicas; y en casi cada caso, el estudiante
puede ver la verdad y quedarse perfectamente satisfecho con los sumarios
y afirmaciones del santo. No es que quiera que sus estudiantes crean
sin más la palabra del maestro. En filosofía, los argumentos basados en
la autoridad son de importancia secundaria; la filosofía no consiste en
saber lo que han dicho los hombres, sino en saber la verdad (In I lib.
de Coelo, lect xxii; II Sent., D. xiv, a. 2 ad lum). Le da el lugar que
le corresponde a la razón en la teología (véase más adelante, Influencia
de Santo Tomás), pero la mantiene dentro de sus propios límites. Contra
los Tradicionalistas la Santa Sede ha declarado que el método de Santo
Tomás y San Buenaventura no lleva al Racionalismo (Denzinger-Bannwart, n
1652).
Aunque no fue tan original al investigar la naturaleza como
Alberto Magno y Roger Bacon, era un adelantado a su tiempo en la
ciencia, y muchas de sus opiniones son de valor científico incluso en el
siglo veinte. Veamos por ejemplo, lo siguiente: "En la misma planta hay
una virtud doble, activa y pasiva, aunque algunas veces la activa se
encuentra en una y la pasiva en otra, así que una planta dícese ser
masculina y la otra femenina" (3 Sent., D. III Q ii, a 1).
El estilo de Santo Tomás es un término medio, entre la ruda
expresividad de algunos Escolásticos y la fastidiosa elegancia de Juan
de Salisbury; es destacable por su exactitud, brevedad, y plenitud. El
Papa Inocencio VI (citado en la Enc. "Aeterni Patris" de León XIII)
declaró que con la excepción de los escritos canónicos, las obras de
Santo Tomás superan a todas las demás en "exactitud en su expresión y
veracidad en sus afirmaciones". (habet proprietatem verborum, modum
dicendorum, veritatem sententiarum). Los grandes oradores, como
Boussuet, Lacordaire, Monsabre, han estudiado su estilo, y han sido
influenciados por él, pero no han sido capaces de reproducirlo. Lo mismo
es cierto de los escritores teológicos. Cayetano conocía el estilo de
Santo Tomás mejor que ninguno de sus discípulos, pero éste no alcanza a
su gran maestro en la claridad y exactitud de expresión, en la sobriedad
y la solidez de sus juicios. Santo Tomás no logró esta perfección sin
esfuerzo. Aunque era un genio singular, también era un trabajador
infatigable, que con la práctica continua alcanzó el singular grado de
perfección en el arte de escribir, en la que el "arte" desaparece. "El
manuscrito del autor de la Summa Contra Gentiles existe todavía casi en
su totalidad. Se encuentra en la Biblioteca Vaticana. El manuscrito es
de tiras de pergamino de diversos matices de color, cubiertos por una
antigua tapa también de pergamino a la que las páginas iban cosidas
originalmente. La escritura es a dos columnas y difícil de descifrar,
llena de abreviaturas, a menudo convirtiéndose en una especie de
taquigrafía. Muchos pasajes están tachados." (Rickaby, op. cit.,
prefacio, ver Ucelli ed., "Sum. coat. gent." Roma, 1878).
Influencias recibidas por Santo Tomás
¿Cómo se formó este genio? Las causas que ejercieron su influencia en
Santo Tomás fueron de dos clases, naturales y sobrenaturales.
A. Causas Naturales
(1) Como fundamento, "era un niño listo, y había recibido un buen
corazón" (Sabiduría, 8, 19). Desde el principio se manifestó su
precocidad, talento y carácter pensativo, siempre por delante de su
edad.
(2) Su educación fue tal que se podían esperan grandes cosas de
él. Su formación en Monte Casino, Nápoles, París y Colonia fue la mejor
que el siglo 13 podía ofrecer, siendo ese siglo la edad dorada de la
educación. Es evidente que ofreció excelentes oportunidades para formar
grandes filósofos y teólogos, como prueba recordemos el carácter de los
contemporáneos de Santo Tomás , Alejandro de Hales, Alberto Magno, San
Buenaventura, San Raimundo de Peñafort, Roger Bacon, Hugo de S. Caro,
Vicente de Beauvais, y muchos más. Esto demuestra que eran días de
auténticos estudiosos y sabios. (véase Walsh, "The Thirteenth Greatest
of Centuries" Nueva York, 1907). Los profesores de Santo Tomás fueron
los de Monte Casino y Nápoles, pero entre ellos destaca Alberto Magno,
con el que estudió en París y Colonia.
(3) Los libros que más le influyeron fueron la Biblia, los
Decretos de los concilios y los Papas, las obras de los Padres, griegos y
latinos, especialmente San Agustín, las "Sentencias" de Pedro Lombardo,
los escritos de los filósofos, especialmente de Platón, Aristóteles y
Boecio. Si de entre ellos destaca alguno, son sin duda Aristóteles, San
Agustín y Pedro Lombardo. En otro sentido, sus escritos fueron
influenciados por Averroes, el principal oponente a combatir para
defender al auténtico Aristóteles.
(4) Recordemos que Santo Tomás poseía la bendición de una
extraordinaria memoria y gran poder retentivo. El P. Daniel d'Agusta una
vez le insistió para que dijera cuál consideraba la mayor gracia que
había recibido, exceptuando, naturalmente la gracia santificante. "Creo
que haber entendido todo aquello que he leído", contestó Santo Tomás.
San Antonino declaró que "recordaba todo lo que leía y que su mente era
como una enorme biblioteca" (ver Drane op. cit., p. 427; Vaughan op.
cit., II p 567). La relación de los textos bíblicos citados en la Summa
Theologica llena ochenta columnas con letra pequeña en la edición de
Migne, y muchos suponen no sin razón que se había aprendido de memoria
la Biblia entera mientras estaba en la cárcel en el Castillo de San
Giovanni. Como Santo Domingo, amaba de manera especial las Epístolas de
san Pablo, de las que escribió comentarios (edición en 2 volúmenes de
Torino, 1891).
(5) Un profundo respeto por la Fe, transmitida por la Tradición,
caracteriza toda su obra. La práctica de la Iglesia (consuetudo
ecclesiae) debe prevalecer sobre la autoridad de cualquier doctor (II-II
Q x a 12). En la "Summa" cita 19 concilios, 41 Papas y 52 Padres de la
Iglesia. Un somero conocimiento de su obra mostrará que entre los
Padres, su favorito era San Agustín (sobre los Padres Griegos, ver
Vaughan op. cit., II cc iii sqq).
(6) Como San Agustín, (II De doctr. Christ. c. xl), Santo Tomás
mantenía que debemos tomar lo que haya de verdad de las obras de los
filósofos paganos, en calidad de "injustos poseedores" y adaptarlo a las
enseñanzas de la religión verdadera (Summa Theologica I, Q. lxxxiv a
5). Solo en la "Summa" cita de las obras de 46 filósofos y poetas,
siendo sus autores favoritos Aristóteles, Platón y entre los autores
cristianos, Boecio. De Aristóteles, aprendió ese amor por el orden y la
exactitud de expresión que caracteriza su propia obra. De Boecio
aprendió que se podían usar los escritos de Aristóteles sin causar
detrimento al Cristianismo. Sin embargo, no siguió el vano intento de
Boecio de reconciliar a Platón con Aristóteles. En general, el
Estagirita fue su maestro, pera la elevación y grandeza de los conceptos
de Santo Tomás y la majestuosa dignidad de su método hablan con gran
fuerza del sublime Platón.
B. Causas Sobrenaturales
Incluso si no aceptamos literalmente la declaración de Juan XXII
de que Santo Tomás realizó tantos milagros como artículos hay en la
"Summa", hemos de buscar más allá de las causas naturales para intentar
explicar su extraordinaria carrera y maravillosos escritos.
(1) La pureza de mente y cuerpo contribuyen en gran medida a la
claridad de visión (véase Santo Tomás , Comentarios sobre 1 Corintios,
c.vii, Lección v). Mediante el don de la pureza, concedido
milagrosamente en el episodio del cinturón místico, Dios hizo angélica
la vida de Tomás; la perspicacia y hondura de su intelecto, con la ayuda
de la gracia, le hizo el "Doctor Angélico".
(2) El espíritu de oración, su gran piedad y devoción, atrajeron
las bendiciones del cielo a sus estudios. Explicando por qué leía
diariamente fragmentos de las "Conferencias" de Casiano, dijo: "En estas
lecturas encuentro la devoción, mediante la cual asciendo rápidamente a
la contemplación". (Prümmer, op. cit., p. 32). En la lectura del Oficio
Divino correspondiente a su festividad, se dice que nunca empezaba a
estudiar sin invocar la ayuda de Dios en oración; y que cuando luchaba
por entender oscuros pasajes bíblicos, añadía el ayuno a la oración.
(3) Testimonios de quienes le conocieron en vida o escribieron en
el momento de su canonización, demuestran que recibió ayuda celestial.
Declaró al P. Reinaldo que había aprendido más en oración y
contemplación que de hombres y libros (Prümmer, op. cit., p. 36). Los
mismos autores cuentan sobre ciertos misteriosos visitantes que le
animaban e iluminaban. Se le apareció la Santísima Virgen para
asegurarle que sus escritos eran aceptables ante Dios, y que se le
concedería perseverar en su santa vocación. San Pedro y San Pablo
vinieron a ayudarle a interpretar un difícil pasaje de Isaías. Cuando su
humildad le hizo considerarse indigno del doctorado, un venerable
religioso de su orden, (se cree que fue Santo Domingo) se le apareció
para animarle y sugerirle el texto de su discurso de apertura (Prümmer
op. cit., 29, 37; Tocco en "Acta SS.", VII Mar.; Vaughan, op. cit., , II
91). Ya se han mencionado sus estados de éxtasis. Todos sus biógrafos
relatan sus abstracciones en presencia del Rey Luis IX (San Luis) y de
distinguidos personajes. De manera que incluso si admitimos un excesivo
entusiasmo por parte de sus admiradores, hemos de concluir que su
extraordinaria sabiduría no puede atribuirse meramente a causas
naturales. Puede decirse que trabajó como si todo dependiera de sus
propias fuerzas y oró como si todo dependiera de Dios.
La influencia de Santo Tomás
A. Influencia en la Santidad
Los grandes Escolásticos eran hombres santos y sabios. Alejandro
de Hales, San Alberto Magno, Santo Tomás y San Buenaventura demuestran
que la sabiduría no seca necesariamente la devoción. El angélico Tomás y
el seráfico Buenaventura representan los máximos ejemplos de la
sabiduría Cristiana, combinando unos conocimientos eminentes con una
santidad heroica. El Cardenal Bessarion llamó a Santo Tomás "el sabio
más santo y el santo más sabio".En sus obras alienta el espíritu de
Dios, una tierna e iluminada piedad, basada en sólidos cimientos, es
decir, en el conocimiento de Dios, de Cristo y del hombre. La Summa
Theologica es un manual de piedad así como un texto teológico. (Ver
Drane op. cit., p. 446). San Francisco de Sales, San Felipe Neri, San
Carlos Borromeo, San Vicente Ferrer, San Pío V, San Antonino
continuamente estudiaban a Santo Tomás . Nada más inspirado que sus
tratados sobre Cristo, en su Sagrada Humanidad, en su Vida y
sufrimientos. Su tratado sobre los sacramentos, especialmente los de la
Penitencia y la Eucaristía, son capaces de derretir los corazones más
endurecidos. Se esfuerza por explicar los diversos ritos de la Misa ("De
Ritu Eucharistiae" en Summa Theologica III Q lxxxiii). Ningún autor ha
expuesto con mayor claridad los efectos que produce en el alma humana
este Pan celestial (ibid. Q lxxix). La Comunión frecuente, recomendada
recientemente por Pío X ("Sacra Trid. Synodus", 1905) se encuentran ya
en Santo Tomás (Q lxxix a. 8; Q lxxx a. 10), aunque no sea tan explícito
sobre este tema como lo es con la Comunión de niños. En el Decreto
"Quam singulari" (1910) el papa cita a Santo Tomás que enseña que cuando
el niño comienza a tener uso de razón, para que pueda desarrollar la
devoción al Santísimo Sacramento, se les puede permitir comulgar (Q lxxx
a. 9 ad 3um). Los aspectos espirituales y devocionales de la teología
de Santo Tomás han sido destacados por el P. Contenson, O.P., en su
"Teología mentis et cordis". Se desarrollan más en a obra del P.
Vallgornera O.P., en Teología Mystica D. Thomae", donde el autor conduce
el alma a Dios a través de las vías purgativa, iluminativa y unitiva.
La encíclica sobre el Espíritu Santo de León XIII se basa en gran medida
en Santo Tomás , y los que han estudiado la "Prima Secundae" y la
"Secunda Secundae" conocen cuán admirablemente el santo explica los
dones y frutos del Espíritu Santo, así como las Bienaventuranzas y su
relación con las diversas virtudes. Casi todos los buenos autores
espirituales buscan en Santo Tomás las definiciones de las virtudes que
ellos recomiendan.
B. Influencia en la Vida Intelectual
Desde los días de Aristóteles, probablemente nadie ha ejercido
tan poderosa influencia en el mundo del pensamiento como Santo Tomás. Su
autoridad fue grande durante su vida. Los Papas, las universidades, los
studia de su Orden deseaban aprovecharse de su sabiduría y prudencia.
Varias de sus principales obras fueron escritas por encargo y todos
buscaban su opinión. En diversas ocasiones los doctores de París le
sometieron sus disputas y quedaron agradecidos de poderse dirigir por su
dictamen (Vaughan op. cit., II 1 p. 544). Sus principios, dados a
conocer en sus escritos, continúan ejerciendo su influencia hasta el día
de hoy. Este tema no puede ser considerado en todos sus aspectos, ni
sería necesario hacerlo. Su influencia en temas puramente filosóficos se
explica en obras sobre la historia de la filosofía. (Los teólogos que
siguieron a Santo Tomás se mencionan en TOMISMO. Ver también ORDEN DE
PREDICADORES II, A, 2, d) Su capital importancia e influencia puede
explicarse si lo consideramos como el Aristóteles Cristiano, combinando
en su persona lo mejor que el mundo ha conocido en filosofía y teología.
Es en esta luz que León XIII le ha puesto como modelo en la famosa
encíclica "Aeterni Patris". La obra de su vida puede resumirse en dos
enunciados: estableció la verdadera relación entre Fe y Razón;
sistematizó la teología.
(1) Fe y Razón
Los principios de Santo Tomás sobre la relación entre Fe y Razón
se proclamaron solemnemente en el Concilio Vaticano. Los capítulos 2, 3 y
4 de la Constitución "Dei Filius" tienen un enorme parecido a los
escritos del Doctor Angélico. En primer lugar, la sola razón no basta
para guiar a los hombres: necesitan la Revelación; hemos de distinguir
cuidadosamente las verdades conocidas por la razón de las verdades más
elevadas (misterios) conocidas por la Revelación. En segundo lugar, la
razón y la Revelación, aunque distintas, no se oponen entre sí. En
tercer lugar, la Fe preserva la razón del error; la razón debe servir la
causa de la Fe. Y en cuarto lugar, este servicio se realiza en tres
formas:
- La razón debe preparar la mente humana para recibir la Fe demostrando las verdades que la Fe propone (praeambula fidei);
- La razón debe explicar y desarrollar las verdades de la Fe y exponerlas de forma científica;
- La razón debe defender las verdades reveladas por Dios Todopoderoso.
Esto es un desarrollo de la famosa frase de San Agustín (De
Trin., XIV s i), en la que dice que el recto uso de la razón es "aquel
que engendra...nutre, defiende y refuerza la Fe". Estos principios los
propone Santo Tomás en muchos lugares, especialmente en "In Boethium d a
Trin. Proem.", Q ii a. 1; "Sum. Cont. gent.", I cc I iii-ix; "Summa",
I, Q. i aa. 1, 5, 8; Q xxxii, a. 1; Q I lxxxiv, a. 5. El servicio de
Santo Tomás a la Fe lo resume León XIII en la encíclica "Aeterni
Patris": "Ganó esta distinción por sí mismo: que él sólo combatió
victoriosamente los errores de tiempos antiguos y dio armas invencibles
para vencer cualquiera que en el futuro pudieran surgir. Distinguiendo
con claridad, como debe ser, la razón y la fe, preservó y consideró los
derechos de cada una, tanto así que la razón remontada en las alas de
Tomás puede apenas elevarse más, mientras que la fe difícilmente puede
esperar mayores o más potentes auxilios de la razón que los que ya ha
obtenido por medio de Tomás". Santo Tomás no combatió enemigos
imaginarios; atacaba adversarios vivos.
Las obras de Aristóteles habían
llegado a Francia en malas traducciones llenas de comentarios engañosos
de filósofos judíos y musulmanes. Ello dio lugar a una ola de errores
que tanto alarmaron las autoridades que la lectura de la Física y
Metafísica de Aristóteles fue prohibida por Roberto de Courçon en 1210,
siendo moderado el decreto por Gregorio IX en 1231. En la Universidad de
París se introdujo subrepticiamente el espíritu insidioso de
irreverencia y "Racionalismo", representado especialmente por Abelardo y
Raimundo Lullus, quienes mantanían que la razón podía conocer y
demostrar todas las cosas, incluso los misterios de la Fe. Averroes
propagó doctrinas peligrosas, destacando dos perniciosos errores: el
primero, que en filosofía y religión, siendo dos cosas diferentes, lo
que es cierto en una puede ser erróneo en la otra; y el segundo, que
todos los hombres tienen una sola alma. Averroes era llamado comúnmente
"El Comentador", pero Santo Tomás dice que "era, más que un
Peripatético, un corruptor de la filosofía Peripatética" (Opuse. De
unit. Intell.). Aplicando un principio de San Agustín, (véase I Q
lxxxiv, a. 5), siguiendo los pasos de Alejandro de Hales y Alberto
Magno, Santo Tomás decidió tomar lo verdadero de los "injustos
poseedores", para ponerlo al servicio de la religión revelada. Las
objeciones contra Aristóteles cesarían si se conociese el verdadero
Aristóteles; por eso su primer interés fue obtener una traducción nueva
de las obras del gran filósofo. Había que purificar a Aristóteles,
refutar los falsos comentaristas, de los que Averroes es el más
influyente, por eso Santo Tomás continuamente se emplea en refutar sus
falsas interpretaciones.
(2) La Teología Sistematizada
El próximo paso fue poner la razón al servicio de la Fe, dando
forma científica a la doctrina Cristiana. La Escolástica no consiste,
como algunos imaginan, en inútiles discusiones y sutilezas, sino en
expresar la verdadera doctrina en lenguaje exacto, claro y conciso. En
la encíclica ""Aeterni Patris", León XIII, citando a Sixto V (Bula
"Triumphantis", de 1588) declara que mucho le debemos al uso recto de la
filosofía por "esos nobles dones que hacen de la teología Escolástica
tan formidable contra los enemigos de la verdad" porque "la inmediata
coherencia entre causa y efecto, el orden y la disposición de un
ejército disciplinado en la batalla, esas claras definiciones y
distinciones, aquellos poderosos argumentos y agudas discusiones por las
que la luz se distinguen de las tinieblas, lo verdadero de lo falso,
exponen y desnudan las falsedades de los herejes envueltas en una nube
de subterfugios y falacias". Cuando los grandes Escolásticos escribían,
había luz donde antes había tinieblas, había orden donde antes
prevalecía la confusión. La obra de San Anselmo y Pedro Lombardo, fue
perfeccionada por los teólogos Escolásticos., Desde entonces, no se ha
hecho ninguna mejora substancial en el plan y sistema de la teología,
aunque el campo de la apologética de ha ensanchado, y la teología
positiva ha cobrado mayor importancia.
C. Seguimiento de la Doctrina Tomista
Poco después de su muerte, los escritos de Santo Tomás eran
universalmente estimados. Los Dominicos naturalmente fueron los primeros
en seguir al Santo. El Capítulo General de París se 1279 prometió
grandes penas para todo aquel que se atreviese a hablar irreverentemente
de él o de sus obras. Los Capítulos de París de 1286, de Burdeos de
1287 y de Lucca de 1288, expresamente dispusieron que los frailes tenían
que seguir la doctrina de Tomás, que en aquel momento no había sido
canonizado (Const. Ord. Praed. N. 1130). La Universidad de París,
coincidiendo con la muerte de Tomás, envió una misiva oficial de pésame
al capítulo general de los Dominicos, diciendo que con los hermanos, la
universidad expresaba su dolor por la pérdida de aquél que era como suyo
propio por sus muchos títulos (véase el texto de la carta en Vaughan
op. cit., II, p. 82). En la encíclica "Aeterni Patris", León XIII
menciona las Universidades de París, Salamanca, Alcalá, Douai, Toulouse,
Lovaina, Padua, Bolonia, Nápoles, Coimbra, como "las sedes del
conocimiento humano donde Tomás reinaba supremo, y donde las mentes de
todos, maestros y discípulos, disfrutaban de una maravillosa armonía
bajo la tutela y autoridad del Doctor Angélico". A esta relación,
podemos añadir Lima y Manila, Friburgo y Washington. Los seminarios y
escuelas siguieron a las universidades. La "Summa" gradualmente
sustituyó a las "Sentencias" como texto de teología. Las mentes se
formaban según los principios de Santo Tomás; se convirtió en un gran
maestro, ejerciendo una vasta influencia universal sobre las opiniones
de los hombres y sus obras; porque incluso los que no adoptaban todas
sus conclusiones, quedaban obligados a considerar sus opiniones. Se
estima que se han escrito unos seis mil comentarios sobre la obra de
Santo Tomás. Durante los últimos 600 años, se han publicado manuales de
teología y filosofía, compuestos con la intención de impartir su
enseñanza; traducciones, estudios o resúmenes (études), de partes de sus
obras, y hasta hoy, su nombre se honra en todo el mundo (véase
TOMISMO). En cada uno de los Concilios Generales que han tenido lugar
después de su muerte, Santo Tomás siempre ha ocupado un lugar de honor.
En el Concilio de Lyon su obra "Contra errores Graecorum" fue utilizado
con gran efecto contra los Griegos. En disputas posteriores, antes y
durante el Concilio de Florencia, Juan de Montenegro, el campeón de la
ortodoxia Latina, encontró en Santo Tomás una fuente inagotable de
argumentos irrefutables. El "Decretum pro Armenis" (Instrucción para los
Armenios) emitido por la autoridad de ese concilio, está tomado casi
literalmente de su tratado "De fidel articuli et septem sacramentis
(véase Densinger-Bannwart n. 695). "En los Concilios de Lyon, Vienne,
Florencia y el Vaticano", escribe León XIII (encíclica "Aeterni
Patris"), "casi podríase decir que Tomás participó y presidió las
deliberaciones y decretos de los Padres contendiendo contra los errores
de los Griegos, herejes y Racionalistas, con una fuerza invencible y con
los más felices resultados. Pero la mayor y más especial gloria de
Tomás, que no comparte con ningún otro Doctor Católico, es que los
Padres de Trento hicieron parte del orden del cónclave poner sobre el
altar, junto al códice de las Sagradas Escrituras y los Decretos de los
Sumos Pontífices, la Summa de Tomás de Aquino, para buscar consejo,
razones e inspiración. Mayor influencia, nadie puede tener. Antes de
concluir esta sección, debemos mencionar dos libros muy conocidos y
apreciados, inspirados por y basados en los escritos de Santo Tomás. El
Catecismo del Concilio de Trento, compuesto por discípulos del Doctor
Angélico, es en realidad un compendio de su teología, presentada en
forma apropiada para uso de los párrocos. La Divina Comedia de Dante se
ha llamado "la Summa de Santo Tomás en verso", y los comentaristas hacen
derivar las divisiones y descripciones de las virtudes y los vicios del
gran poeta florentino a la "Secunda Secundae".
D. Apreciación de Santo Tomás (1) En la Iglesia
La estima de que disfrutaba en vida no ha disminuido, sino
aumentado, en el transcurso de los seis siglos transcurridos desde su
muerte. El lugar que ocupa en la Iglesia lo explica el gran León XIII en
la encíclica "Aeterni Patris", en la que recomienda el estudio de la
filosofía escolástica: "Es sabido que casi todos los fundadores y
legisladores de órdenes religiosas ordenaron a sus frailes estudiar y
hacer suyas las enseñanzas de Santo Tomás... Además de la familia
Dominica, que justamente reclama como suyo a éste gran maestro, los
estatutos de los Benedictinos, Carmelitas, Agustinos, Jesuitas y muchos
otros, dan testimonio de su acatamiento de esta ley." Entre los "muchos
otros", Servitas, Pasionistas, Bernabitas y Sulpicianos se han dedicado
de manera especial al estudio de Santo Tomás. Las principales
universidades donde Santo Tomás brillaba como gran maestro han sido
enumeradas más arriba. Los doctores parisinos le llamaban estrella del
alba, sol luminoso, luz de la Iglesia entera. Esteban, Obispo de París,
reprendiendo a aquellos que se atrevían a atacar la doctrina de aquel
"excelentísimo Doctor, el bendito Tomás", le llama "la gran luminaria de
la Iglesia Católica, la joya del sacerdocio, la flor de los doctores,
el lustroso espejo de la Universidad de París" (Drane, op. cit., p.
431). En la antigua Universidad de Lovaina, los doctores tenían que
descubrirse e inclinarse cuando pronunciaban el nombre de Tomás (Goudin,
op. cit., p. 21).
"Los concilios ecuménicos, donde florecen las flores de todo el
conocimiento terrenal, siempre han procurado de honrar de manera
singular a Santo Tomás. (León XIII en la encíclica "Aeterni Patris").
Este tema ha sido tratado con detalle más arriba. El "Bullarium Ordinis
Praedicatorum", publicado en 1729-39, cita 38 bulas en las que 18
soberanos pontífices alabaron y recomendaron la doctrina de Santo Tomás
(véase también Vaughan op. cit., II, c, ii; Berthier op. cit., pp. 7
sqq). Estas aprobaciones las repite y renueva León XIII, que pone
especial énfasis en "el destacado testimonio de Inocencio VI: 'Su
enseñanza, por encima de todas, exceptuando sólo los cánones, posee tal
elegancia en sus frases, un método en sus afirmaciones, una verdad en
sus proposiciones, que aquellos que la siguen, nunca se desviarán del
camino de la verdad, y el que se atreva a refutarla, siempre será
sospechoso de error (ibid.) León XIII sobrepasó a sus predecesores en su
admiración por Santo Tomás, y declaró que en sus obras se encuentra el
remedio para los muchos males que afligen a nuestra sociedad. (véase
Berthier, op. cit., , introducción). Las Encíclicas de ese ilustre
Pontífice demuestran que había estudiado las obras del Doctor Angélico.
Esto es evidente en las epístolas sobre el matrimonio Cristiano, la
constitución Cristiana de los Estados, la condición de las clases
trabajadoras, y el estudio de la Sagrada Escritura. El Papa Pío X, en
varias Epístolas, por ejemplo en "Pascendi Dominici Gregis" (septiembre
1907), insiste en observar las recomendaciones de León XIII sobre el
estudio de Santo Tomás. Intentar dar los nombres de los escritores
católicos que han expresado su admiración por Santo Tomás sería una
tarea imposible, porque la lista incluiría a casi todos los autores de
filosofía o teología desde el siglo XIII, además de cientos de autores
de otros temas. En los capítulos introductorios de todo buen comentario,
encontramos alabanzas y elogios. Una relación incompleta de autores que
han recogido estos testimonios la da el P. Berthier (op. cit., p. 22).
(2) Fuera de la Iglesia
(a) Antiescolásticos -- Algunas personas han sido y siguen siendo
opuestos a todo lo que se llame Escolástica, que dicen es sinónimo de
sutilezas e inútiles discusiones. Del prólogo de la "Summa" se desprende
con claridad que Santo Tomás se oponía a todo lo superfluo y confuso en
los estudios Escolásticos. Cuando se entiende lo que realmente
significa la verdadera Escolástica, desaparecen las objeciones.
(b) Herejes y Cismáticos -- "Un último triunfo se reservaba para
este hombre incomparable - el obligado homenaje, las alabanzas y la
admiración incluso de los mismísimos enemigos de la palabra Católico"
(León XIII, ibid.) La ortodoxia de Santo Tomás atrajo sobre sí mismo el
odio de todos los Griegos opuestos a la unión con Roma. Los Griegos
unidos, sin embargo, admira a Santo Tomás y estudian sus obras (véase
más arriba, "Traducciones de la "Summa"). Los líderes de la revolución
del siglo XVI honraron a Santo Tomás con sus ataques, en especial el
mismo Lutero, con sus violentas invectivas contra el gran Doctor.
Citando el alegato de Martín Bucer, "Quitad a Tomás y yo destruiré la
Iglesia", León XIII (ibid.) comenta, "La esperanza era vana, pero el
testimonio tiene su valor". Calo, Tocco, y otros biógrafos cuentan que
Santo Tomás, viajando de Roma a Nápoles, convirtió a dos célebres
rabinos Judíos que conoció en la casa de campo del Cardenal Richard.
(Prümmer, op. cit., p. 33; Vaughan, op. cit., , I, p. 705). El Rabino
Pablo de Burgos, en el siglo XV, se convirtió leyendo las obras de Santo
Tomás. Teobaldo Thamer, discípulo de Melanchton, abjuró su herejía tras
haber leído la "Summa" con el propósito de refutarla. El Calvinista
Duperron se convirtió de manera similar, y llegó a ser Arzobispo de Sens
y cardenal. (véase Conway op. cit., p. 96). Pasada la amargura del
primer período de Protestantismo, los protestantes vieron la necesidad
de conservar muchas partes de la filosofía y teología Católicas, y los
que legaban a conocer a Santo Tomás no tenían más remedio que profesarle
su admiración. Uberweg dice que "Elevó la Escolástica a su más alto
grado de desarrollo, efectuando la más perfecta acomodación posible de
la filosofía aristotélica a la ortodoxia eclesiástica" (op. cit., p
440). R. Seeberg, en la "New Schaff-Herzog Religious Encyclopedia" (New
York, 1911) dedica 10 columnas a Santo Tomás, y dice que "en todo logró
defender la doctrina de la Iglesia como creíble y razonable. (XI, p.
427). Durante muchos años, especialmente desde el tiempo de Pusey y
Newman, Santo Tomás ha sido muy considerado en Oxford. Recientmente la
"Summa Contra Gentiles" figura en la lista de temas que pueden ser
ofrecidas por un candidato en las "final honour schools" de Litterae
Humaniores de esa Universidad (cf. Walsh, op. cit., c. xvii). Durante
varios años, el P. De Groot, O.P., ha sido profesor de filosofía
Escolástica en la Universidad de Ámsterdam, y se han instituido cursos
de filosofía Escolástica en algunas de las principales universidades no
católicas de Estados Unidos. Los Anglicanos profesan una gran admiración
por Santo Tomás. Alfred Mortimer, en el capítulo "The Study of
Theology" de su obra titulada "Catholic Faith and Practice" (2 tomos,
Nueva York, 1909), se queja de que el sacerdote o ministro inglés no
tiene conocimientos científicos de la Reina de las Ciencias", y
ofreciendo un remedio, afirma, "El esquema más simple y perfecto de la
teología universal se encuentra en la Summa Theologica de Santo Tomás "
(vol. II, pp. 454, 465).
Santo Tomás y el pensamiento moderno
En el Syllabus de 1864 Pío IX condenó una afirmación que decía que
los métodos y principios de los antiguos doctores escolásticos no se
adaptaban a las necesidades de nuestro tiempo y al progreso científico
(Denzinger-Bannwart, n. 1713). En la encíclica "Aeterni Patris", León
XIII señala los beneficios que se derivan de "una reforma práctica de la
filosofía, restaurando las reconocidas enseñanzas de Santo Tomás de
Aquino". El Papa exhorta a los obispos a "restaurar la sabiduría áurea
de Tomás y difundirla por todas partes en defensa y para mayor belleza
de la Fe Católica, para el bien de la sociedad y para el avance de todas
las ciencias. En las páginas de la Encíclica que preceden
inmediatamente a esas palabras, explica por qué la enseñanza de Santo
Tomás llevarían a tal deseable resultado: Santo Tomás es el gran maestro
para explicar y defender la Fe, porque suya es "la sólida doctrina de
los Padres y Escolásticos, que con tanta claridad y vigor demuestran los
firmes fundamentos de la Fe, su origen Divino, su certera Verdad, los
argumentos que la sostienen, los beneficios que ha dispensado a la
humanidad, y su perfecto acuerdo con la razón de tal manera que
satisface completamente las mentes abiertas a la persuasión, aunque
estén indispuestas para ello". La carrera de Santo Tomás en sí misma
hubiera justificado a León XIII cuando aseguró a los hombres del siglo
XIX que la Iglesia Católica no se oponía al recto uso de la razón.
También se destacan los aspectos sociológicos de Santo Tomás: "Las
enseñanzas de Santo Tomás sobre el verdadero significado de la Libertad,
que ahora se está convirtiendo en libertinaje, sobre el origen Divino
de toda autoridad, sobre las Leyes y su fuerza, sobre el justo y
paternal gobierno de los príncipes, sobre la obediencia a las máximas
autoridades, sobre la mutua caridad fraterna -- en fin, sobre todos
estos y otros temas, poseen una gran e invencible fuerza para conquistar
y vencer aquellos principios del "nuevo orden" que hacen peligrar el
pacífico orden de cosas y la seguridad pública" (ibid.). Loa males que
afectan la sociedad moderna han sido señalados por el Papa en la
epístola "Inescrutabili" del 21 de abril de 1878, y en la que versa
sobre el Socialismo, Comunismo y Nihilismo. ("Las Grandes Encíclicas de
León XIII", pp. 9 sqq.; 22 sqq.) De qué manera los principios del Doctor
Angélico proveerán un remedio para estos males, se explica aquí de
manera general, y de manera más particular en las epístolas sobre la
constitución Cristiana de los estados, la libertad humana, los
principales deberes de los cristianos como ciudadanos, y cobre las
condiciones de las clases trabajadoras. (ibid., pp. 107, 135, 180, 208).
Es en relación a las ciencias, que algunos dudan de la actualidad
de los escritos del Santo; se refieren a las ciencias físicas y
experimentales, ya que en la metafísica, los escolásticos son
reconocidos maestros. León XIII llama la atención a las siguientes
verdades: (a) Los Escolásticos nunca se opusieron a la investigación.
Sosteniendo como principio antropológico "que la inteligencia humana es
llevada al conocimiento de las cosas sin cuerpo y materia sólo mediante
las cosas sensibles, entendieron bien que nada era más útil a un
filósofo que la indagación diligente en los misterios de la naturaleza, y
la constancia en el estudio de los fenómenos físicos" (ibid. p. 55).
Este principio se llevaba a la práctica: Santo Tomás, San Alberto Magno,
Roger Bacon, y otros, "prestaron gran atención al conocimiento de la
naturaleza" (ibid., p. 56). (b) La investigación sola no basta a la
verdadera ciencia. "Cuando se establecen los hechos, es necesario
aplicarnos al estudio de los objetos corpóreos, para indagar las leyes
que les gobiernan y los principios de los que surgen su orden y unidad
diversa" (p. 55) Pretenderán los científicos de hoy en día razonar o
sintetizar mejor que Santo Tomás? León XIII recomienda el método y los
principios del Santo: "Si algo es tratado con demasiada sutileza por los
doctores escolásticos; si hay algo que no concuerda con los
descubrimientos modernos, o en una palabra, es de alguna manera
indemostrable, no se nos ocurriría proponerlo como ejemplo para nuestro
tiempo" (p.56) De la misma manera que Santo Tomás en su día asistió a un
movimiento hacia Aristóteles y la filosofía, incontrolable, pero
susceptible de ser dirigido para servir a la causa de la verdad, León
XIII, viendo en el mundo de su época, un espíritu de estudio e
investigación que podía producir tanto bien como mal, no quiso ahogarlo,
sino que se propuso presentar un moderador y maestro que pudiera
guiarlo por los caminos de la Verdad.
Y ningún otro podía haberse escogido, más que Tomás de Aquino, el
maestro de la mente clara, del análisis, de la síntesis, de la
comprensión. Su paciencia extraordinaria y equidad al tratar con los
filósofos equivocados, su aprobación de todo lo verdadero en sus
escritos y su delicadeza en condenar sus falsedades, su claridad de
visión al señalar la ruta hacia el conocimiento en todas sus ramas, su
aptitud y precisión al expresar la Verdad -- estas cualidades le
distinguen como un gran maestro no solo del siglo XIII, sino de todos
los tiempos. Si alguien le considera demasiado sutil, es porque no saben
lo claro, conciso y sencillo de sus definiciones y divisiones. Sus dos
"Summae" son obras maestras de la pedagogía, y le otorgan el título de
"el más grande de los maestros humanos". Incluso tuvo que lidiar con
errores muy similares a los que hoy en día se encubren con los
apelativos de filosofía o ciencia. El Racionalismo de Abelardo y otros,
engendraron los luminosos y eternos principios sobre la verdadera
relación entre fe y razón. El ontologismo fue sólidamente refutado por
Santo Tomás casi seis siglos antes de Malebranche, Gioberti y Ubaghs
(véase Summa Theologica I, Q lxxxiv, a, 5). La verdadera doctrina sobre
los primeros principios y universalidades, dados por él y por otros
escolásticos, es la mejor refutación a la crítica de Kant de las ideas
metafísicas (véase por ejemplo, "Post. Analyt.", I, lect. Xix, "De ente
et essentia", c, iv; Summa Theologica, I Q xvii, a. 3, corp. y ad 2um; Q
lxxix, a. 3; Q lxxxiv, a. 5, a. 6, corp. y ad 1um, Q lxxxv, a. 2, ad
2um, a. 3, ad 1um, ad 4um. Véase en el índice a la "Summa", "Veritas",
"Principium", "Universale"). El Panteísmo psicológico moderno no difiere
substancialmente de la teoría de "una sola alma para todos los hombres"
de Averroes (véase "De unit. Intell." Y Summa Theologica, I, Q lxxvi,
a, 2; Q lxxix, a. 5). El error Modernista que distingue al Cristo de la
Fe del Cristo de la Historia, tuvo su precursor en el principio
Averroísta de que una cosa puede ser cierta en la filosofía y falso en
la religión.
En la encíclica "Providentissimus Deus" (18 de noviembre de 1893)
León XIII extrae de las obras de Santo Tomás los principios y sabias
reglas de deben gobernar la crítica científica de la Sagrada Escritura.
De la misma fuente, los escritores modernos han sacado principios muy
útiles para la solución de problemas relacionados con el Espiritismo y
el Hipnotismo. ¿Debemos concluir, entonces, que la obra de Santo Tomás,
tal y como él la dejó, ofrece suficiente instrucción para los
científicos, filósofos y teólogos de nuestros días? De ninguna manera.
Vetera novis augere et perficere -- "Reforzar y completar lo Viejo con
la ayuda de lo Nuevo" es el lema de la restauración propuesta por León
XIII. Si Santo Tomás viviese hoy, adoptaría sin dudarlo todos los datos y
hechos desvelados por las recientes investigaciones científicas e
históricas, pero sopesando con esmero toda la evidencia ofrecida a favor
de tales hechos. En nuestros días, una teología positiva es más
necesaria que en el siglo XIII. León XIII defiende su validez en su
Encíclica y su afirmación se confirma y renueva en la Epístola sobre el
Modernismo de Pío X. Pero ambos pontífices declaran que la teología
positiva no debe ser entronizada relegando un segundo plano la teología
Escolástica. En la Encíclica "Pascendi", al ofrecer remedios contra al
Modernismo, Pío X, siguiendo a su ilustre predecesor, pone en primer
lugar "la filosofía Escolástica, especialmente como fue enseñada por
Tomás de Aquino". Santo Tomás sigue siendo "El Ángel de las Escuelas".