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lunes, 3 de marzo de 2014

Papa Francisco - Transmisión de la Fe, Emergencia Educativa

Quiero dejarles estas palabras del Santo Padre de cuando recibió, este 28 de Febrero a los miembros de la Pontificia Comisión para América Latina encabezados por el Cardenal Marc Ouellet, a quienes, dejando de lado el discurso que había preparado, les habló durante más de 17 minutos.

Texto de la alocución del Papa Francisco:


¡Buenos días! Agradezco al Cardenal Ouellet sus palabras y a ustedes todos, el trabajo que han hecho todos estos días. “Transmisión de la fe, emergencia educativa”.
“Transmisión de la fe” lo escuchamos varias veces, no nos hace tanto ruido la palabra. Sabemos que es una obligación hoy día cómo se transmite la fe, que ya fue tema propuesto para el anterior Sínodo que terminó en la evangelización.

Emergencia educativa es una expresión recientemente acuñada por ustedes, por los que prepararon esto. Y me gusta porque esto crea un espacio antropológico, una visión antropológica de la evangelización una base antropológica, ¿no? O sea, hay una emergencia educativa para la transmisión de la fe. Es como tratar el tema de la catequesis a la juventud desde una perspectiva, diríamos, de teología fundamental. Es decir, bueno, cuáles son los presupuestos antropológicos que hay hoy día en la transmisión de la fe, que hacen que para la juventud de América Latina esto sea emergencia educativa ¿no?

Y por eso creo que hay que ser repetitivo y volver a las grandes pautas de la educación, y la primera pauta de la educación es que educar, lo hemos dicho en la misma comisión, alguna vez lo hemos dicho, que no es solamente transmitir conocimientos, ¿no? transmitir contenidos, sino que implica otras dimensiones: O sea transmitir contenidos, hábitos y valoraciones, y los tres juntos.

Para poder transmitir la fe hay que crear el hábito de una conducta hay que crear la recepción de valores que la preparen y la hagan crecer. Hay que crear contenidos básicos. Si solamente queremos transmitir la fe con contenidos será una cosa superficial o ideológica, que no va a tener raíces. La transmisión tiene que ser de contenidos, con valores, valoraciones y hábitos, hábitos de conducta, ¿no? Los antiguos propósitos de nuestros confesores cuando éramos chicos, ¿no? “Bueno, en esta semana vos hacé esto, esto y esto” y nos iban creando un hábito de conducta, ¿no? Y no sólo el contenido, sino lo valores. O sea que en ese marco de la transmisión de la fe tiene que moverse, ¿no? Tres pilares ¿no?

Otra cosa que es importante para la juventud, transmitirle a la juventud y a los chicos también ¿no?, pero sobre todo a la juventud, es el buen manejo de la utopía. Nosotros en América Latina hemos tenido experiencia de un manejo no del todo equilibrado de la utopía, y que en algún lugar, en algunos lugares, no en todos, en algún momento nos desbordó, y al menos el caso de Argentina, podemos decir ¡Cuántos muchachos de la Acción Católica, por una mala educación de la utopía terminaron en la guerrilla de los años 70! ¿No?

Saber manejar la utopía, o sea, saber conducir. Manejar es una mala palabra. ¡Saber conducir y ayudar a crecer la utopía de un joven es una riqueza! ¡Un joven sin utopías es un viejo adelantado ¿no? envejeció antes de tiempo! ¿No? O sea, ¿cómo hago para que esta ilusión que tiene el chico, esta utopía, lo lleve al encuentro con Jesucristo? Es todo un paso que hay que ir haciendo. Me atrevo a sugerir lo siguiente: una utopía en un joven crece bien si está acompañada de memoria y de discernimiento. La utopía mira al futuro, la memoria mira al pasado y el presente se discierne.

El joven tiene que recibir la memoria y plantar, arraigar su utopía en esa memoria. Discernir en el presente su utopía, los signos de los tiempos, y así ya la utopía ya va adelante pero muy arraigada en la memoria, en la historia que ha recibido, discernida en el presente, maestros de discernimiento necesitamos para los jóvenes, y ya proyectada hacia el futuro. Entonces la emergencia educativa ya tiene un cauce allí para moverse desde lo más propio del joven que es la utopía.

De ahí la insistencia, que por ahí me escuchan a mí, del encuentro de los viejos y los jóvenes, ¿no? El icono de la Presentación de Jesús en el Templo, ¿no? O sea, el encuentro de los jóvenes con los abuelos es clave. Me decían algunos obispos de algunos países en crisis que donde hay una grande desocupación de jóvenes, que parte de la solución de los jóvenes está en que le dan de comer los abuelos. O sea, se vuelven a encontrar con los abuelos: Los abuelos tienen la pensión y salen de la casa de reposo, vuelven a la familia y además le traen esa memoria, ese encuentro.

Yo me acuerdo de una película que vi hace 25 años, más o menos de Fury Shaw, este japonés, este famoso director japonés, que es muy sencilla, una familia, dos chicos, papá y mamá. Papá y mamá se iban a hacer una gira por los Estados Unidos y les dejaron los chicos a la abuela. Chicos japoneses de coca-cola, hot-dog, o sea, de una cultura de ese tipo, ¿no? Y todo el film está en cómo esos chicos empiezan a escuchar lo que les cuenta la abuela, de la memoria de su pueblo. Cuando los padres vuelven, los desubicados son los padres, fuera de la memoria. Los chicos la habían recibido de los abuelos. Este fenómeno del encuentro de los chicos y los abuelos ha conservado la fe en los países del Este durante toda la época comunista, porque los padres no podrían ir a la Iglesia. Y me decían, (me estoy confundiendo… pero en estos días estuvieron, no se si los obispos búlgaros o de Albania, los que estuvieron ahí), me decían que las iglesias de ellos están llenos de viejos y de jóvenes. Los papás no van porque nunca se encontraron con Jesús ¿no? El encuentro de los chicos con los abuelos es clave para recibir la memoria de un pueblo y el discernimiento en el presente. Maestros de discernimiento, consejeros espirituales. Y aquí es importante para la transmisión de la fe de los jóvenes, el apostolado cuerpo a cuerpo. O sea, el discernimiento en el presente no se puede hacer sin un buen confesor, un buen director espiritual que se anime a aburrirse horas y horas escuchando a los jóvenes. Entonces, memoria del pasado discernimiento del presente, utopía del futuro. En ese esquema va creciendo la fe de un joven.

Tercero que diría como emergencia educativa es esta transmisión de la fe y también de la cultura, es el problema de la cultura del descarte. Hoy día, por la economía que se ha implantado en el mundo, bueno, en el centro está el dios dinero y no la persona humana, y todo lo demás se ordena, y lo que no cabe en ese orden, se descarta, ¿no? Y se descartan los chicos que sobran, que molestan o que no conviene que vengan. Los obispos españoles me decían recién la cantidad de abortos, ¡el número! ¡Yo me quedé helado! ¿no? Ellos tienen ahí los censos de eso, más o menos…

Se descartan los viejos, ¿no? tienden a descartar. En algunos países de América Latina hay eutanasia encubierta, ¡hay eutanasia encubierta! Porque las obras sociales pagan hasta acá, no más, y los pobres viejitos, ¡como puedan! Recuerdo haber visitado un hogar de ancianos en Buenos Aires, del Estado, donde estaban las camas llenas, y como no había más camas, ponían colchones en el suelo, y estaban los viejitos ahí… ¡¿un país no puede comprar una cama?! ¡Eso indica otra cosa! ¿No?... pero son material de descarte: sábanas sucias, con todo tipo de suciedad, sin servilletas, los viejitos comían ahí, se limpiaban la boca con la sábana… eso lo vi yo, no me lo contó nadie. Son material de descarte, pero eso se nos mete adentro…

Y acá caigo en lo de los jóvenes: Hoy día como molesta a este sistema económico mundial la cantidad de jóvenes que hay que darle fuente de trabajo, el porcentaje alto de desocupación de los jóvenes. Si estamos teniendo una generación de jóvenes que no tienen la experiencia de la dignidad. No que no comen, porque le dan de comer los abuelos, o la parroquia, o la sociedad de fomento, o el Ejército de la salvación, o el club del barrio… el pan lo come, pero no la dignidad de ganarse el pan y llevarlo a casa. Hoy día los jóvenes entran en esta gama de material de descarte. Entonces, dentro de la cultura del descarte, miremos a los jóvenes que nos necesitan más que nunca. No sólo por esa utopía que tiene, porque el joven está sin trabajo, tiene anestesiada la utopía, la estuvo a punto de perder. No sólo por él, sino por la urgencia de transmitir la fe a una juventud que hoy día es material de descarte también.

Y dentro de este ítem de material de descarte, el avance de la droga sobre la juventud. No es solamente un problema de vicio. Las adicciones son muchas, como todo cambio de época, se dan fenómenos raros entre los cuales está la proliferación de las adicciones, ¿no? La ludopatía ha llegado a niveles sumamente altos, pero la droga es el instrumento de muerte de los jóvenes. Hay todo un armamento mundial de droga que está destruyendo esta banda, esta generación de jóvenes que están destinados al descarte.

Esto es lo que se me ocurrió decir, compartir, ¿no? Primero como estructura educativa, transmitir contenidos, hábitos y valoraciones. Segundo la utopía del joven, relacionarla y armonizarla con la memoria y el discernimiento. Tercero la cultura del descarte como uno de los fenómenos más graves que está sufriendo nuestra juventud, sobretodo por el uso que de esa juventud puede hacer y está haciendo la droga para destruirla. Estamos descartando nuestros jóvenes.

¿El futuro cuál es? Sale por una obligación: la Traditio fidei es también Traditio spe y la tenemos que dar.
La pregunta final que quisiera dejarles es: Cuando la utopía cae en el desencanto, ¿cuál es nuestro aporte? La utopía de un joven entusiasta, hoy día está resbalando hacia el desencanto. Jóvenes desencantados a los cuales hay que darles fe y esperanza.

Les agradezco de todo corazón el trabajo de ustedes, de estos días, para salir al frente de esta emergencia educativa, y bueno, ¡sigan adelante! ¡Necesitamos ayudarnos en esto, en todo esto, en las conclusiones de ustedes y todo lo que podemos hacer! ¡Muchas gracias!

(Transcripción de Mariana Puebla – RV).





Fuente:
http://www.vatican.va

domingo, 26 de enero de 2014

Movimiento Rastafari - Drogadicción, Racismo y Anticatolicismo

La imagen de “puro amor” que la mayoría de los que son víctimas de la publicidad tienen respecto al Movimiento Rastafari puede ser removida fácilmente acudiendo a cualquier fuente, incluso a aquellas que promueven estas culturas, ya que cuando la verdad es muy evidente, la mentira poco puede hacer para acallarla; como dice el adagio, “no se puede tapar el sol con un dedo”. Basta con mirar Wikipedia (http://es.wikipedia.org/wiki/Movimiento_rastafari#Racismo) para asesorarnos. Es importante mentar que esta pseudo-enciclopedia apoya este movimiento y da un perfil muy positivo (siempre que se pueda) de sus personajes mas relevantes.

Los “Rastafari” creen que la raza negra es descendiente de los israelitas del Antiguo Testamento (El Pueblo Elegido). Así plantean una religiosidad basada en distintas doctrinas judeo-cristianas, budistas, hinduistas, entre otras.

En 1931 accede al trono de la actual Etiopía Haile Selassie, considerado hoy por los rastafaris una reencarnación de Cristo. Esta creencia fue propuesta por Marcus Garvey, quien hoy es considerado una versión moderna de San Juan Bautista. Hasta aquí todo parece una simple locura de un montón de drogadictos, pero resulta que este desquicio pone sus miras en objetivos mucho mas peligrosos. Garvey dijo:

“Creo en una raza negra pura igual como los propios blancos creen en una raza blanca pura.”


No se froten los ojos porque lo que acaban de leer es real; una de las culturas mas difundidas en el globo terráqueo tiene los mismos ideales que el nazismo, ni más ni menos. Por un lado tenemos la “superioridad racial” sobre la cual Adolf Hitler apoya su retórica, y por el otro el socialismo que pretende “librar” a una colectividad destruyendo a otra. Sintetizando, lo que para Hitler era la “raza aria”, para Garvey era la “raza negra” y lo eran para Hitler los judíos, son los blancos para Garvey.

Veamos lo que dice Wikipedia respecto al movimiento:

Para el rastafarismo (…) la raza blanca surgió de una antigua civilización malvada carente de una dimensión espiritual para la vida y que su propia existencia es innatural. Así, la visión escatológica del rastafarismo plantea a la raza negra como el gobierno legítimo a imponerse, una vez colapsado el gobierno blanco occidental.

Aquí es a donde quería llegar. Muchos hermanos miembros de la Iglesia acatan la religiosidad subvertida que proponen los Rastafari. Me inclino a pensar que es producto de la ignorancia ayudada por el mensaje de los medios que muestra a esta cultura como un sinónimo del amor. Este pequeño artículo va dedicado para ellos, ya que el católico que, a sabiendas de la aberración que significa dicha filosofía, aún así ve en ella una “opción de vida”, tendrá que rendir cuentas al Señor por trasgredir el Primer Mandamiento.

Creo que el problema religioso es evidente y no merece siquiera explicaciones, aunque es el principal. Lo secundario, aunque no menor, son los fines socio-políticos que propone esta doctrina. Como leímos de Wikipedia, el principal foco a atacar es el occidentalismo, eliminando hasta el último vestigio de “hombre blanco”, considerado “innatural”. Sería casi redundante decirlo, pero muy oportuno; EL PRINCIPAL FOCO A ATACAR DE ESTA CULTURA ES LA CIVILIZACION CRISTIANA.

Europa, como centro de la Evangelización, es la principal enemiga del rastafarismo. Tras ésta, viene toda América, heredera del antiguo continente, principalmente los países hispanos por su fuerte tradición católica. Es por eso que, aunque parezca un disparate, Marcus Garvey apoyaba al grupo racista Ku Klux Klan por su fuerte anticatolicismo y por considerar que su accionar iba a permitir el retorno de la población negra a África, considerada una especie de “tierra prometida”.

Con todo lo antedicho, vale reflexionar sobre la penetración que tuvo (y tiene) esta cultura en occidente. Hoy en día se la impulsa desde la música, como es el caso del “reggae”; sin embargo el “mensaje aculturizador” está presente en miles de artistas que no pertenecen al ambiente del reggae. Pudo verse también en movimientos políticos como los terroristas norteamericanos “Panteras Negras”. Mas grave aún es el caso de la legalización de la marihuana (clave en la cultura Rastafari) que muchos países están haciendo propia, tratando de minimizar la gravedad de nocividad de esta droga que es la puerta de entrada al mundo de uno de los flagelos mas execrables del mundo.

Muchos dirán que lo que planteo nada tiene que ver con “un plan sistemático para acabar con el mundo occidental” y estoy totalmente de acuerdo. Volvernos conspiracionistas es no asumir la responsabilidad. Es más que obvio que la infiltración de esta podredumbre cultural, que cada día aleja más al hombre de Dios y lo acerca a lo que el Papa Francisco llama “amor de telenovela” y al “Príncipe de este mundo”, es culpa nuestra. Somos nosotros los que renunciamos a nuestra Fe para adoptar creencias paganas o, en el mejor de los casos, tratamos de conciliar Verdad con mentira. Nosotros abandonamos nuestra cultura, concordante con nuestra Fe, para adoptar formas de vida que nos hacen daño, como es el uso de drogas, el “amor libre”, la pornografía, etc.

Hay una tendencia cultural a pensar que, como los negros fueron víctimas de la esclavitud durante mucho tiempo, debe tolerarse el racismo y la discriminación ejecutados por estas personas porque son producto de una “reacción” ante el avasallamiento sufrido otrora. Esto pasa también con los movimientos sionistas más radicales que justifican hasta la tortura en el Estado de Israel porque el puedo judío fue víctima del nazismo. También puede verse en los movimientos feministas que, con el pretexto de reivindicar supuestos “derechos” de las mujeres (víctimas de la cultura machista), impulsan proyectos de legalización del aborto. Muchos tratan de encuadrar estas reacciones dentro del concepto de Legítima Defensa. Obviamente es imposible hacerlo, ya que el “carácter actual de la acción”, que es un requisito indispensable para que se de la justificación de la conducta, no existe.

Son muchísimos los peligros a los que los católicos nos enfrentamos a diario; sea por vernos tentados a abrazar doctrinas ajenas e incompatibles con la Verdad, o por ser extirpados de la vida política, económica, social, etc. de nuestros países de tradición católica o; en el peor de los casos, ser perseguidos como ocurre en tantos lugares del mundo a causa de las doctrinas del odio a Dios, inspiradas por otras religiones o simplemente por filósofos, como Carl Marx que decía que “La religión es el opio de los pueblos”.

El motivo por el cual quise centrarme en el Movimiento Rastafari es porque, al menos en Hispanoamérica, tiene mucho “peso” y está abarcando cada vez más espacios en nuestra cultura. Muy común es oír canciones del género “reggae” donde se habla de Dios, fe, amor y demás conceptos que de lejos parecen totalmente conexos con nuestra Fe; incluso se habla de Cristo en muchas de ellas, pero recordemos que ellos creen que Cristo se reencarnó en Selassie y la “fe que libera” de la que tanto hablan, libera a la “raza superior negra” de lo que ellos considera la “opresión” de la Civilización Cristiana. Si el protestantismo, que con todos sus errores está considerado cristianismo; es una herejía, ¿Qué podría decirse de esta secta jamaiquina que promueve la drogadicción, el racismo y la cristianofobia?

Es menester hacerle frente enraizándonos en la recta doctrina y, así como ellos impulsan la perversión, debemos nosotros alumbrar cada rincón a nuestro alcance con la Luz del Evangelio.

Dice el Señor en Mateo 12:30:

“El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.”

Dios los bendiga.
Gustavo Arias.